El Estado estaba obligado a dispensarle a Fabián Gutiérrez una protección policial que no tuvo. La madre alertó a las autoridades sobre su desaparición, lo encontraron enterrado ,con un golpe en la cabeza y acuchillado.
El Político
Era el «arrepentido» que presumía de tener más pruebas de los actos de corrupción de Cristina Fernández de Kirchner, actual vicepresidenta de Argentina.
Era un testigo protegido que, ironías de la Argentina actual, no tenía protección policial a la vista ni «custodios» que le cubriesen las espaldas. Era, hasta que el pasado sábado se encontró su cadáver, Fabián Gutiérrez, el exsecretario privado de la viuda de Néstor Kirchner. Detuvieron a los criminales que confesaron el asesinato, presuntamente, por motivos pasionales combinados con un supuesto intento de extorsión.
Fabián Gutiérrez, de 46 años, estuvo con Néstor Kirchner en la gobernación de Santa Cruz desde 1995 y junto al matrimonio en buena parte de sus dos primeros gobiernos en Buenos Aires (del 2003 al 2010). Gutiérrez, a la sombra de los Kirchner, multiplicó su patrimonio hasta aumentarlo un 765 por ciento en apenas cinco años. Prácticamente los mismos que necesitaron sus jefes para pasar de disponer de 1,2 millones de euros a 8,5.
En su declaración en el caso de los «cuadernos de la corrupción», Gutiérrez (investigado como otros tres secretarios de los Kirchner por enriquecimiento ilícito) no llegó a alcanzar la categoría de «testigo protegido», pero se convirtió en algo similar: «imputado colaborador».
Requería protección policial
Esta condición obligaba al Estado a dispensarle una protección que no tuvo. En febrero, apenas dos meses más tarde de su investidura, Alberto Fernández disolvió la Agencia Nacional de Protección a Testigos e Imputados que blindaba, bajo el amparo del poder judicial, a los arrepentidos de esta causa que afecta al círculo estrecho y a la vicepresidenta y multiprocesada, Cristina Fernández.
Con esa decisión, toda la información reservada, incluido el paradero o refugio de los delatores protegidos, pasó a manos del actual ejecutivo.
La declaración de Gutiérrez confirmó otras, de testigos y mencionados (grandes empresarios y funcionarios) en los cuadernos de Oscar Centeno, el chófer de Roberto Baratta, presunto recaudador de sobornos para el matrimonio Kirchner y número dos del Ministerio de Planificación.
Gutiérrez dijo haber visto los bolsos y maletas que Centeno detalló en varios cuadernos, en su periplo o circuito para recaudar sobornos, pero negó haber accedido al contenido. «Daniel Muñoz, secretario personalísimo de Kirchner llevaba valijas con candado. Era el único que las tocaba» cuando viajaban a la residencia privada de El Calafate y cuando entraba Muñóz, «Néstor Kirchner nos hacía retirar».
El hombre que llevaba la agenda de Cristina sobre la que dijo «nadie quería trabajar con ella» por su carácter endiablado, confirmó la existencia de la habitación blindada, con «una puerta placa de color blanco», que el matrimonio Kirchner se hizo construir en el interior del chalet donde murió, de un infarto fulminante, el expresidente.
«Era el único cuarto de esa casa al que yo no tenía acceso», observó Gutiérrez. Lo mismo sucedía en la otra vivienda del matrimonio en Río Gallegos (capital de Santa Cruz) donde existía otra especie de bóveda de iguales características. «Todos —insistió Gutiérrez— pensábamos que también se almacenaban los bultos aludidos», por las maletas de dinero.
Ocultar las valijas
Pero el «arrepentido» Gutiérrez fue acusado a su vez por José López, el ex secretario de Estado de Obras Públicas sorprendido cuando trataba de ocultar en un convento «valijas» con nueve millones de dólares que, según su testimonio, le había entregado Gutiérrez. «Mi tarea junto a Cristina —continuó ante el fallecido juez federal, Claudio Bonadío— era acompañarla a todos lados de sol a sol», aclaró. Eso incluía los viajes al exterior y las compras. «Las sumas que solía gastar —calculó— rondaban los 4.000 ó 6.000 dólares en cada viaje».
En su testimonio explicó que renunció al cargo después de que la actual vicepresidenta le organizase un escándalo por ir al cuarto de baño en un viaje a Jerusalén. «Entre los secretarios —aseguró— la apodábamos “la loca”, “la yegua” y otro término que no quiero mencionar por razones de género».
Más condescendiente en esa relación que describió de «amor y odio» con sus jefes, de Néstor Kirchner recordó: «era más humano. A veces pegaba en broma aunque hacía sangrar».
Cómo fue el asesinato
Desde el pasado jueves se desconocía el paradero de Gutiérrez, recluido hasta ese día en su casa, donde cumplía con el confinamiento obligatorio por el coronavirus. Su madre había denunciado su desaparición a la policía, que, en un registro de su vivienda, descubrió restos de sangre. La víctima vivía en El Calafate, ciudad en la que la expresidenta también tiene su residencia, lindante a uno de sus hoteles que ahora está clausurado.
Los agentes siguieron diferentes pistas hasta dar con cuatro sospechosos a los que detuvieron y durante los interrogatorios terminaron confesando el crimen y el lugar donde ocultaron el cuerpo. En el domicilio de uno de estos los agentes hallaron un televisor y otros efectos de Gutiérrez.
El juez Carlos Narvarte declaró que hallaron el cadáver en la parte trasera de una casa del barrio Aeropuerto Viejo. «Estaba enterrado envuelto en una sábana blanca», precisó. De acuerdo a las inspecciones realizadas, observó que se apreciaba «un golpe en la cabeza» y «heridas de arma blanca» que terminaron seccionando el cuello.
Supuesto chantaje
El hallazgo del cuerpo se produjo por la mañana, luego de que los presuntos autores, jóvenes de entre 19 y 23 años, confesaran el crimen. Según su declaración, uno de ellos, el menor, se había acercado a Gutiérrez para seducirle con el fin de ganarse su confianza. El plan era, declararon, chantajearle posteriormente, sonsacarle información y dinero. Siempre según su testimonio, como no lograron su objetivo le golpearon brutalmente y le cortaron la garganta.
Los sujetos detenidos son jóvenes, hijos de familias muy conocidas de la localidad y vinculadas a la actividad política y comercial de El Calafate: Dos de ellos de apellido Gómez, un tercero de apellido Zaeta y un cuarto de apellido Monzón. Gutiérrez había llegado a El Calafate en un vuelo de "repatriados" a la provincia de Santa Cruz proveniente desde Buenos Aires, y cumplía los 14 días de cuarentena sanitaria obligatoria en una casa que alquilaba hacía poco tiempo, donde la policía realizó este viernes el operativo. La misma está ubicada en la calle Santiago Perkic, casi esquina Padre de Agostini a escasos metros de la casa particular de la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (Fuente www.perfil.com).
El juez dio a conocer la secuencia que terminaría con la vida de uno de los cuatro exsecretarios de Cristina Fernández que conocía, con todo lujo de detalle, los movimientos y actividades de su exjefa a la que había delatado a cambio de inmunidad. «Pareciera –explicó el magistrado– que el hecho ocurrió en el domicilio de Gutiérrez y luego fue trasladado hasta acá (la casa mencionada) en la camioneta blanca que también estaba en su domicilio·. Dicho esto, añadió: «Estamos frente a un caso inédito por la edad de los chicos que, presuntamente –insistió–, participaron del hecho. Eso es muy llamativo. Había, aparentemente, una amistad más profunda entre uno de ellos y Gutiérrez», confirmó.
Fabián Gutiérrez era testigo protegido de «la causa de los cuadernos», un diario detallado sobre entrega y cobro de sobornos con destino a las arcas y domicilios del matrimonio formado por Néstor y Cristina Kirchner. Los «cuadernos» los escribió de puño y letra Óscar Centeno, chófer de Roberto Baratta, número dos y mano derecha del exministro de Planificación Julio de Vido.
Se procesó y detuvo a un importante número de altos cargos del gobierno de Cristina Kirchner y a importantes empresarios. El juez Claudio Bonadío realizó la investigación, posiblemente, la más importante sobre corrupción de la democracia argentina.
El asesinato de Fabián Gutiérrez desató una avalancha de especulaciones y comparaciones con la muerte del ex fiscal Alberto Nisman, cuyo cuerpo apareció sin vida la víspera de que fuera a explicar al Congreso las razones de la acusación a la por entonces presidenta de Argentina por el presunto encubrimiento de los autores del atentado a la sede de la AMIA, principal institucional judía de Argentina.
(Con información de ABC)