Era una noche de marzo. El soldado era delgado, pero fuerte. Llevaba uniforme y botas nuevos. Entró en el mísero refugio de la somalí Hawo, le apuntó con un arma en la garganta y la violó dos veces.
"En mi cabeza todavía lo veo", declara esta joven residente en Dusta, un campamento instalado en la ciudad de Baidoa, en el sudoeste de Somalia, donde se congregan los somalíes desplazados por el hambre y la sequía.
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Hawo no quiere dar su apellido. Su bebé lloraba mientras a ella la violaban. Estaba aterrorizada. Sus otros dos hijos dormían a pierna suelta.
Dusta es un mar de chozas fabricadas con palos, lonas de plástico y tela que se extiende hasta un campamento de soldados de la misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom), que luchan contra los islamistas de los Al Shabab afiliados a Al Qaida.
Los residentes de Dusta aseguran a la AFP que nadie los protege, ni la Amisom, ni el ejército, ni las milicias locales ni la ONU.
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La mayoría son mujeres y niños de regiones controladas por los Al Shabab que llegan a la capital regional en busca de comida, agua y medicamentos en un país al borde de la hambruna.
Según un recuento de la AFP basado en cifras de dos oenegés locales – Isha y Somali Children Welfare and Rights Watch (SCWRW) – al menos 54 mujeres fueron violadas o agredidas sexualmente en los 168 campamentos que albergan a más de 155.000 personas.
La mayoría de las agresiones son obra de soldados, explica Muhudin Daud Isack, que trabaja para Isha. "Cuando tienen la oportunidad, violan".
– Violaciones en grupo –
Farhiyo Ahmed Mohamed, una agente al frente de una unidad especial contra las violaciones contra las mujeres, reconoce la implicación de hombres uniformados en este tipo de hechos y menciona el caso de una violación en la ciudad de Goof Gaduud, en las afueras de Baidoa, por la que un soldado ha sido condenado y encarcelado.
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Pero acusa a las oenegés de exagerar el número de violaciones en los campamentos para obtener más ayudas.
Somalia lleva 25 años sumida en el caos y la violencia y aunque la comunidad internacional le ayuda a reconstruir las instituciones, como el ejército y la policía, no se ven los resultados.
Según la oenegé Isha, nueve mujeres del campamento de "Buur fuule 2″ fueron violadas una noche de enero por un grupo de civiles armados con revólveres y cuchillos. Varios hombres las sacaron a la fuerza de sus refugios y las violaron.
Cinco de estas mujeres hablaron con la AFP. Dos de ellas cuentan que los agresores apuntaban a sus maridos mientras las violaban. Una víctima de 37 años afirma que las violaciones son algo corriente en los campamentos, pero no suelen ser colectivas.
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Las organizaciones humanitarias reconocen que hay violaciones en el país pero la crisis es tal que se centran en intentar paliar otros problemas. "Los programas para la mejora de la protección de las mujeres suelen carecer de financiación suficiente", afirma Evelyn Aero, del Consejo Noruego para los Refugiados (NRC).
– Dignidad –
De regreso a Dusta, Hawo explica que pese a su violación, quiere a más personas armadas en el campamento y de hecho acercó su refugio a la base de la Amisom para sentirse -dice- más segura.
Otros en cambio no quieren a más hombres armados en el campamento y consideran que la solución pasa por la construcción de refugios sólidos.
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"Más allá de la supervivencia, el refugio es necesario (…) para garantizar que cada persona esté en seguridad y el derecho a la vida privada y la dignidad, particularmente para las mujeres y los niños", estima Gavin Lim, un especialista de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).
Hubo más de 377.000 somalíes desplazados en los tres primeros meses de 2017, lo que eleva a más de un millón el número total de personas que tuvieron que huir de sus hogares por el conflicto y la sequía en el país. Y Acnur cree que sumarán tres millones antes de final de año.
Con información de AFP