El Político.- Robert Marchand, el ciclista francés que acaba de retirarse a los 106 años de edad, vivió varios años en Venezuela, donde se dedicó a criar pollos, camionero y hasta "traficante de armas".
Luego de que su hermana le dijera que en Venezuela necesitaban mano de obra europea en uno de los bancos de la nación, Marchand decidió viajar al país; sin embargo, el ciclista se desempeñó como chofer de camiones en la compañía Shell.
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— El Político (@elpoliticonews) February 15, 2018
Sus primeros días en Venezuela, el joven Marchand los pasará junto a decenas y centenares de polacos que también se habían embarcado en la aventura de emigrar a América. La primera imagen y recuerdos de Caracas son de fascinación: los lujosos coches, autobuses colectivos y las grandes avenidas, plazas y calles de la capital; que derrochaban una abundancia que en la Europa de postguerra ya no existía.
Marchand vivió en directo la breve elección y presidencia de Rómulo Gallegos, el primer presidente electo democráticamente en aquel país. También rememora que además de polacos, los puertos venezolanos se llenaban de italianos, antiguos fascistas vencidos en la guerra que huían también del hambre. Se estaba ampliando el Aeropuerto de Maiquetía, que iba a convertirse en el aeródromo más grande de América del Sur y Marchand quería trabajar ahí.
No obstante, Robert Marchand no consiguió ese empleo y continuó como conductor de camiones, yendo y viniendo por las carreteras y caminos fronterizos en una época en que la Guerra Fría por un lado y las revueltas y contrarrevueltas por otro agitaban América. Fidel Castro y el Che Guevara hacían su revolución en Cuba. El que fuera ministro de Defensa, Marcos Pérez Jiménez, gobernaba ya Venezuela a su antojo. Y los Estados Unidos proveían de armas y financiaban gobiernos. Precisamente por eso, sus aventuras venezolanas se ven truncadas y alteradas una mañana de 1954.
El señor Marchand manejaba un camión Mack de 25 toneladas, desde Puerto Cabello, en el estado Carabobo (al centro-norte del país), hacia un campamento militar cerca de la ciudad de Barinas (al oeste), donde le piden que amablemente abra y muestre la carga que transporta: 50 cajas de material diverso, neumáticos, dos bidones de aceite, dos toneladas de dinamita y un amplio cargamento de revólveres y metralletas. Todo el material importado directamente desde Estados Unidos. Es acusado de tráfico de armas y aunque queda en libertad, debe presentarse cada dos semanas en la comisaría de policía más cercana.
Finalmente, avisado por la propia policía, y estando bajo constante sospecha, le recomiendan que salga del país lo antes posible. El 30 de diciembre de 1955, pobre y sin ahorros, marcha en un buque hacia Italia. Más tarde, huirá a Canadá, donde una vez más reinventó su vida. Y regresó a Francia en los años 60.