La crisis de Venezuela y la reconstrucción del Sur del Atlántico están produciendo el retorno de individuos o familias enteras con necesidades que, según han alertado algunos alcaldes, podrían desbordar las capacidades de los municipios. La preocupación salió a flote esta semana en Campo de la Cruz, luego de que su gobierno declarara que requiere ayuda. Pero la situación ya venía siendo objeto de atención en Soledad, Barranquilla y Malambo, con diversos grados de magnitud, dependiendo de la condición de quienes forman parte del proceso de retorno.
Estos, en muchos casos extraídos de los niveles socioeconómicos más precarios, suponen nuevas exigencias para atender enfermedades, embarazos precoces o falta de ocupación, entre otros. El reto, entonces, en este último caso, está referido a la actividad productiva. No es fácil generar ocupación productiva de un día para otro y la mayoría de los retornados ya venían padeciendo en Venezuela antes de regresar a su tierra natal o la de sus padres.
En Venezuela, la inflación, que se estima en 700%, la más alta del mundo, está golpeando a los sectores populares urbanos y rurales, con mayor dureza en los cinturones de invasiones de las grandes ciudades, que es de donde provienen gran parte las familias en retorno. Los chavistas promovieron la cedulación de colombianos y, al deteriorarse el orden social y político, empezaron las ofensas y acusaciones contra nuestros compatriotas.
El ambiente terminó siendo poco atractivo para convivir. Desmejoró la calidad de vida. El retorno, antes impensado, se convirtió en opción. Ya lo tenemos como fenómeno creciente.
En Soledad se está construyendo un albergue con aportes de la Cancillería que sería sostenido con asociación de la Nación, el Departamento y el Municipio, al tiempo que se adelanta la vinculación al sistema de protección en salud y otros programas de asistencia especial. Igual ocurre en Malambo. En el Sur empieza a hacerse.
La urgencia en el Sur obliga a extender la acción gubernamental hacia allá pero con la advertencia de la complejidad en este retorno, dada la situación de los desplazados y la debilidad institucional y financiera de los municipios de inmigración.
En la subregión se ha venido adelantando desde 2011 la reconstrucción territorial y socioeconómica tras la devastación producida por el desastre invernal de 2010 y parte del año siguiente. Todavía existían secuelas del desastre de 1984 y parte de los retornados pertenecen a los damnificados de este año, que regresan ahora con hijos o nietos.
Es una subregión con pobreza estimada en más del 80% de la población y que ahora, tras la superación de la oferta de servicios públicos, tiene como desafío el desarrollo productivo.
Está entre las preguntas que deben resolverse si la migración sorpresiva ayuda a generar una dinámica cultural de prosperidad o de demandas más apremiantes de asistencia social. Si es lo primero, constituye un hecho favorable, no así si crecen las demandas de asistencia. Las señales indican que estaríamos frente al segundo escenario.
Hasta ahora el fenómeno inmigratorio, por nuevo, es intervenido como problema transitorio y no se han hecho estudios para la fijación de políticas públicas de mediano y largo plazo. Deben hacerse con urgencia tales estudios, ya que la crisis de Venezuela parece que se extiende, a pesar de que los precios del petróleo están mejorando en el mercado internacional y esto ayuda.
Estando aquí, y con intención de quedarse, las autoridades están convocadas a unir las nuevas demandas por inmigración a las que ya se estaban proyectando por el posconflicto. La complejidad obliga a actuar con ese criterio. Y a actuar ya.
Con Información de: El Heraldo