El olor a alcohol y una mezcla mortal corrían por los organismos de Naigly Sánchez, de 31 años y Antonio Martínez, de 36 años, sin imaginar el desenlace final que se desataría la mañana del 2 de enero en una vivienda del bloque 11 de las Lomas de Urdaneta en Catia, parroquia Sucre del municipio Libertador de Caracas.
Lysaura Fuentes
Naigly se encontraba inerte sobre una cama, había dejado de respirar, el latido de su corazón ya no se escuchaba más. A su lado estaba su esposo Antonio sorprendido por la muerte de su pareja. En su cabeza repetía una y mil veces qué habían hecho esa noche del 31 de diciembre, pero el alcohol había actuado y opacó varios fragmentos de aquella noche.
Antonio, sin ánimos y desolado, acudió a una subdelegación cercana del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) para declarar por lo ocurrido. Al salir, su cara se tornó blanca, comenzó a sentirse mal y vomitaba insistentemente. Sus parientes lo auxiliaron y lo trasladaron al hospital de Lídice, donde fue víctima también de la crisis hospitalaria del país, a sus parientes le pidieron diez ampollas, pero no lograron encontrarlas y donde las consiguieron su valor oscilaba los 300 mil bolívares cada una. Hicieron un esfuerzo y compraron solo tres de ellas, pensaron que lo ayudaría a sobrevivir, pero Antonio falleció.
El trago mortal
Era el 31 de diciembre, Naigly y su esposo se preparaban para disfrutar de aquella celebración y darle inicio al año nuevo. Antonio salió un momento a un supermercado cercano para intentar comprar una bebida económica que pudieran ingerir en esta fecha.
Se sorprendió al encontrar en aquel lugar una botella de “caña blanca” por un valor de 95 mil bolívares. Realizó su cola para adquirirla y luego se fue a su casa en el bloque 11 de Lomas de Urdaneta.
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En su vivienda comenzó a contarles y a reírse con sus familiares al decirles que primera vez que realizaba una cola para comprar una bebida. Luego, junto con su esposa, realizó una mezcla con la “caña blanca”pero en otro envase distinto.
Tras realizar el mezclado alcohólico casero, Antonio se lo ofreció a sus otros parientes, pero ellos no lo quisieron aceptar porque “olía a Benzol”, un limpiador y desmanchador de tapicería, que de acuerdo a las especificaciones del producto “es un disolvente alifático hidrofinado de elaboración media. Sirve como quitamanchas, se usa en la fabricación de ceras para pisos y muebles, limpiador de máquinas, quitagrasas e insecticida, ingredientes destilados del petróleo, datos de peligrosidad: Oral LD humano, ingestión: quema la boca, causa vómito y diarrea, 9-25 ml vía oral puede ser una dosis letal para un adulto”.
Las dos muertes
Un trago, dos, tres, cuatro… la noche se volvía intensa bajo la ingesta de la mezcla alcohólica letal. Sonaron las campanadas para anunciar el Año Nuevo. Los abrazos entre familiares y vecinos se hicieron presentes y la fiesta aún no había culminado.
Naigly y Antonio no se despegaban de su trago, mientras que sus familiares tomaban otra bebidas alcohólicas. Ambos se tambaleaban y tenía la mente perdida en el alcohol, celebrando un inicio de año y nuevas metas por cumplir. La fiesta se extendió hasta horas de la tarde del primero de enero cuando la pareja se fue a dormir.
El 2 de enero, Naigly se paró a las 5:00 de la mañana porque no dejaba de vomitar, su esposo la ayudó y pensó que era producto de la ingesta de alcohol, luego se acostó. Antonio se paró a las 10:00 de la mañana y notó que su pareja estaba fría, había fallecido.
En medio de la resaca y del dolor por la pérdida de su pareja Antonio asistió al Cicpc, sin pensar que el trago mortal que habían ingerido le haría estragos a él también causándole la muerte.
Los expertos del Cicpc se encuentran indagando sobre este hecho. Se conoció que la autopsia de la mujer reveló que sufrió de insuficiencia respiratoria, hemorragia pulmonar y edema cerebral. Antonio por edema cerebral severo e intoxicación exógenas. Ambos dejaron huérfana a una niña de ocho años.
Vía: El Cooperante
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