El Papa Francisco convocó una cumbre con 200 cardenales en el Vaticano, algo que la prensa europea tomó para especular sobre su posible renuncia.
El Político
La cumbre convocada en el Aula Nuova del Sínodo, la semana pasada tiene como misión: tratar la reforma de la curia, el punto central de pontífice argentino.
El Papa Francisco ha tenido problemas de salud y últimamente se la ha visto en silla de ruedas.
En Aquila está enterrado Celestino V, famoso por renunciar al papado en 1294. Su tumba fue visitada en 2009 por Benedicto XVI, quien se quitó su palio –símbolo del poder papal– y lo dejó caer sobre el sepulcro, en un gesto premonitorio de su propia renuncia cuatro años después. Francisco también la visitó.
Las palabras del Papa pronto despejaron las dudas. Como bien lo señala Jean-Marie Guénois, cronista y vaticanólogo del diario parisino Le Figaro, en vez de dimisión, el pontífice habló de “renacer y reconstruir”. Las deliberaciones de los cardenales fueron a puerta cerrada, pero durante la misa en vísperas del inicio de la cumbre, Francisco usó un tono de acción y de futuro para demandar al clero “un renacimiento personal y colectivo” y “una reconstrucción eclesiástica”.
Por qué es importante
La reforma, promulgada en marzo por el Papa, apenas avanza. Hace pocas semanas, en un debate virtual organizado por la web Religion Digital, el cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, arzobispo de Tegucigalpa y coordinador del consejo de cardenales, puso el dedo en la llaga: “Hay una huelga larvada en la curia en contra de la reforma”, declaró, antes de acusar a un sector de sus colegas de posponer la puesta en marcha de las decisiones a “las calendas griegas” (fechas indefinidas).
Consciente de lo anterior, Francisco parece apostarle a una batalla de largo plazo más allá de su papado. Conocedores del Vaticano aseguran que Francisco ya construyó una mayoría cercana a sus ideas en el cuerpo de cardenales, con la mira puesta en la elección de su sucesor.
De los 132 purpurados con derecho a voto (menores de 80 años) que integran el colegio cardenalicio, 83 fueron designados por Francisco, 20 de ellos en tiempos recientes. Sólo quedan 11 nombrados por Juan Pablo II y 38 por Benedicto XVI.
El tiempo dirá si la apuesta del Papa argentino resulta ganadora. Por ahora, la imagen de Francisco no es precisamente la de un pontífice efectivo. Carece de logros comparables con el salto reformista de Juan XXIII en los años 60, o con la eficacia de Juan Pablo II, el Papa polaco que derribó la cortina de hierro e hirió de muerte los regímenes comunistas del Europa del este.
Lo que implica
El argentino proyecta la imagen de un Papa prudente frente a la guerra de Ucrania, frente a la represión desatada por el dictador Daniel Ortega contra la Iglesia católica nicaragüense o frente al encarcelamiento de opositores en Cuba, para mencionar apenas algunos de los conflictos del planeta sobre los que el Papa ha evitado comprometer de manera clara su palabra.
Lo de Nicaragua resulta inexplicable. Este año, el régimen de Ortega ha cerrado siete estaciones de radio y dos canales de televisión por cable vinculados a la Iglesia Católica. Mantiene en arresto domiciliario al obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, y a seis sacerdotes de su diócesis, que osaron criticar la represión desatada por el dictador Ortega y su esposa y vicepresidente, Rosario Murillo.
Por esa misma época, 17 organizaciones de oposición pidieron que el Papa hablara: “Rogamos por los buenos oficios y la voz de denuncia y condena de su santidad el Papa Francisco (…) ante la grave represión que hoy vive Nicaragua”.
Tamara Taraciuk, de Human Rights Watch, aseguró en diálogo con Andrés Oppenheimer del Miami Herald que “el silencio del Papa Francisco sobre la persecución que sufre la Iglesia Católica (en Nicaragua), es inadmisible”.
Pero nada en esta ola de represión parece conmover al Papa, que se limitó hace pocos días a llamar a un diálogo “abierto y sincero”, sin criticar el accionar represivo de la dictadura ni diferenciar víctimas de victimarios.
Como bien dijo hace unos meses un vocero de Amnistía Internacional, “en Nicaragua no hay dos bandos, hay un monopolio de la violencia ejercido por el gobierno de Ortega”.
En conclusión
¿Pesa en la actitud de Francisco su histórica cercanía con sectores de izquierda? Lo que dijo hace poco a propósito de la represión en Cuba, no ayuda a despejar esas dudas.
Interrogado por la cadena Univisión sobre la brutal ola represiva del gobierno de Miguel Díaz-Canel contra manifestantes, opositores y líderes de derechos humanos.
El pontífice paso por encima del tema y habló del régimen cubano en términos casi elogiosos: “Tuve buenas relaciones con gente cubana. Y también, lo confieso, con Raúl Castro tengo una relación humana (…) Cuba es un símbolo, Cuba tiene una historia grande”.
Fuente: EL TIEMPO