Extorsión, prostitución, narcotráfico, asesinato y trata de personas. Prolífica es la lista de crímenes cometidos por el denominado “Tren de Aragua”, la mega banda venezolana que pasó de ser una pequeña pandilla, a ser un sindicato multinacional del delito.
El Político
El grupo nació en el seno de un grupo de trabajadores que participaban en la construcción de un proyecto ferroviario. El ferrocarril atravesaría los estados Aragua y Carabobo, al centro de Venezuela.
Después de que comenzó la obra, en el año 2005, la agrupación empezó a operar como una central obrera. En tanto y cuanto sindicato, sus integrantes cobraban por asignaciones de trabajo y extorsionaban a contratistas.
Seis años después del inicio del proyecto, la construcción fue suspendida. Los trabajadores, sin embargo, habían tenido tiempo para organizarse y para perfeccionar sus técnicas delincuenciales.
Pese a todo, el “Tren de Aragua” no se convirtió en el grupo criminal que hoy se conoce sino hasta 2014.
Ese año, Héctor Rustherford Guerrero Flores, un criminal que se dio a conocer con el alias de “Niño Guerrero”, fue enjuiciado y encarcelado en el Centro Penitenciario de Aragua. En Venezuela, ese recinto es conocido como penal de Tocorón.
Después de estar tras las rejas, “Niño Guerrero” estableció una alianza con los sindicalistas. La sociedad le resultó fructífera, pues le permitió, entre otras cosas, convertirse en líder del reclusorio.
Habiéndose consagrado como “pran” (así se le denomina a los jefes criminales que dominan las cárceles venezolanas), Héctor Rustherford Guerrero se hizo intocable y todopoderoso.
Como mandamás de Tocorón, Guerrero comenzó a cobrar por el “derecho” a estar (y a mantenerse vivo) dentro de la prisión. La “causa” (como se le denominó a la vacuna), consistía en el pago mensual de una determinada cantidad de dinero.
Aquélla “cuota” debía ser cancelada, de forma religiosa, por cada uno de los reos que hacían vida dentro del Centro Penitenciario. Si se negaban a pagar (o si lo hacían con retrasos), los reclusos corrían el riesgo de ser asesinados.
Mediante la “causa”, Héctor Rustherford logró captar ingresos para sustentar al “Tren de Aragua” y para hacer “desarrollos inmobiliarios” que llegaron a hacer de Tocorón un penal “cinco estrellas”.
Un gimnasio absolutamente equipado, una piscina para sofocar el calor aragüeño, un parque infantil para los pequeños que iban a la prisión los días de visita, un restaurante de lujo y una popular discoteca se hicieron parte de los espacios de la cárcel.
Una transnacional del crimen
Fuera del penal, el “Tren de Aragua” encontró pocos obstáculos para establecer su control y operaciones. Héctor Guerrero supo cómo extender sus tentáculos más allá de los muros del recinto penitenciario.
En un lapso muy corto, reclutó a líderes de bandas criminales que operaban a unos 30 kilómetros de Tocorón. De esa forma, pudo crear un centro de operaciones allende las paredes del propio penal.
Con el tiempo, a través de sus distintas prácticas delincuenciales – y gracias al trato suave y cómplice de las autoridades venezolanas – el “Tren de Aragua” se fue fortaleciendo. Su presencia se extendió, de hecho, más allá del centro de Venezuela.
En los últimos años, autoridades de varios países suramericanos han reportado que miembros de la “mega banda” llegaron hasta sus territorios para enquistarse y operar en ellos.
Lo anterior, hizo posible que el “Tren de Aragua” se transformara paulatinamente en una organización criminal de gran calado. Mediante su transnacionalización, ha podido, incluso, crear alianzas con grandes grupos delictivos en otras naciones.
Actualmente existen informes creíbles sobre la presencia del Tren de Aragua en Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
De secuestradores y narcotraficantes a “coyotes”
Luego de consolidarse como una empresa criminal, que tiene sede en Venezuela pero que opera, además, en varias naciones de América del Sur, el “Tren de Aragua” detectó un nuevo “nicho de mercado”.
La profunda crisis política, económica social y humanitaria que vive Venezuela, ha llevado a millones de nacionales de ese país a buscar más (y mejores) oportunidades en otras latitudes.
Se estima que, en la actualidad, hay más de siete millones de venezolanos que se encuentran desperdigados por el mundo. Quizá por un tema de cercanía y practicidad, buena parte de ellos encontró refugio en ciudades suramericanas.
El éxodo de venezolanos fue visto como una buena oportunidad de negocio por Héctor Rustherford Guerrero. En consecuencia, el delincuente creó una especie de “división” dedicada al tráfico de migrantes.
Desde entonces, el “Tren de Aragua” funciona como un cártel que, por el pago de determinadas sumas de dinero, “ayuda” a migrantes venezolanos a salir de su país y a llegar, de modo irregular, a otras naciones.
Tal actividad permitió, a la banda, diversificarse. Dentro de Venezuela practican el tráfico de drogas, la extorsión y el secuestro, entre otros delitos; mientras que afuera, apelan a la trata de personas y el trabajo sexual forzado.
La banda… ¿Fue desmantelada?
Pese a conocer la existencia del “Tren de Aragua”, el régimen de Nicolás Maduro pasó cerca de una década sin actuar, de frente, contra la organización o su líder.
Para algunos expertos, las autoridades “maduristas” y el propio “Niño Guerrero” establecieron un pacto que permitía al jefe criminal actuar con impunidad.
La luna de miel entre las partes acabó, sin embargo, el pasado 20 de septiembre. Ese día, Nicolás Maduro calificó como “éxito total” la operación policiaca y militar con la que se tomó el penal de Tocorón.
El operativo requirió a 11.000 hombres que, armados hasta los dientes, tomaron un recinto de cerca de 2.000 prisioneros.
Remigio Ceballos Ichaso, almirante de la Armada venezolana y actual ministro de Interior de Maduro, indicó que la acción permitió volver a estatizar el Centro Penitenciario de Aragua.
A través de un comunicado, el régimen chavista indicó, además, que el operativo permitió desmantelar un “centro de conspiración y delito, usado por una red criminal internacional”. Lo que no aclaró la nota de prensa fue si la operación realmente liquidó al “Tren de Aragua”.
La opacidad con la que se suele manejar la información oficial en Venezuela no ha permitido dilucidar dudas de importancia. Hasta la fecha, no se sabe a dónde fueron trasladados los presos que estaban en Tocorón; tampoco si hubo muertos o heridos durante la toma del penal.
Lo que más preocupa a la sociedad civil y a organizaciones como el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) es que, de momento, ninguna autoridad ofrece detalles sobre el paradero de “Niño Guerrero” ni de sus lugartenientes.
Por ese motivo, el OVP ha exigido que se muestre una foto de la captura del delincuente. Desde la agrupación no gubernamental creen que la toma y segura demolición de Tocorón no implica un debido encausamiento de Héctor Rustherford Guerrero Flores ni el final de su grupo criminal.