Cada vez falta menos para las elecciones en EEUU y los temores de un gran ‘hackeo’ ruso en las votaciones amenaza todos los estamentos.
El Político
Ya en las elecciones del 2016 los hackers lograron imponer la imagen de un presidente aparentemente pro-ruso en Donald Trump, propinar una humillante derrota a Hillary Clinton (a quien el presidente ruso Vladimir Putin siempre detestó) y, sobre todo, exponer la disfuncionalidad de la democracia estadounidense.
Infobae reportó que Rusia mantiene su “granja de trolls”, la fabulosa maquinaria para manipular la información en las redes sociales, así como sistemas públicos y privados, por un precio muy modesto.
Oficialmente, se conoce a esa “granja” como Agencia de Investigación de Internet (IRA) y tiene su sede en San Petersburgo. Su más notable golpe fue la manipulación de las elecciones estadounidenses de 2016.
De acuerdo a lo revelado por el Kremlin, su presupuesto es de 1,25 millones de dólares al año.
Los hackers del IRA ya están instalados y camuflados entre millones de cuentas válidas de las principales redes sociales que pueden poner a trabajar en su objetivo cuando lo deseen. Un informe de la CIA, la central de inteligencia estadounidense, realizado con aportes de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y el FBI, que se entregó a la Casa Blanca el 31 de agosto pasado, indica que Rusia está interfiriendo en el proceso para las elecciones del 3 de noviembre.
“Evaluamos que el presidente Vladimir Putin y la mayoría de los altos funcionarios rusos están al tanto y probablemente dirigen las operaciones de influencia de Rusia destinadas a denigrar al ex vicepresidente de Estados Unidos, apoyar al presidente de Estados Unidos y alimentar la discordia pública antes de las elecciones de noviembre”, dice la primera línea de la evaluación publicada esta semana por el Washington Post.
La investigación que realizó el fiscal Robert Mueller reveló las tácticas operativas del Kremlin con mucho detalle. Publicó una lista con los nombres de los agentes del IRA y del GRU, la unidad de inteligencia militar rusa, que realizaron los ciberataques contra el Comité Nacional Demócrata y la campaña de Hillary Clinton.
Al mismo tiempo, la Administración Trump, “por razones que siguen siendo uno de los principales misterios de su gobierno”, según un editorial del viernes en el New York Times, cerró los ojos ante las transgresiones en serie de Putin, desde la intromisión en las elecciones estadounidenses hasta la anexión de Crimea y el envenenamiento de los disidentes.
Y sigue haciéndolo ahora cuando se sabe que los hackers rusos están intentando entrar en las cuentas de la campaña de Biden y en el sistema del correo estadounidense que tiene que hacer el recuento de los millones de votos que este año se realizarán a través de esa vía. Aquí está el mayor peligro porque el propio Trump se niega a decir si va a aceptar los resultados de los comicios si le son desfavorables.
También se opone al voto por correo porque cree que son en su mayoría de demócratas, a pesar de que de esa manera los ciudadanos se protegen de contagiarse de Covid.
La mayor parte de la interferencia de Rusia en 2016 tenía como objetivo amplificar las divisiones en torno a temas sociales como el racismo, la inmigración y la religión. Estas divisiones se profundizaron en la era del coronavirus, proporcionando a los hackers rusos aún más oportunidades para incitar al caos.
Un Estados Unidos más dividido significa una Casa Blanca más metida en los asuntos internos y menos preocupada por hacer retroceder las actividades de Rusia en Siria, Ucrania y otros lugares. “Putin quiere tener las manos libres para cumplir su objetivo de `devolver la grandeza a Rusia´ y convertirse en el referente indudable de la política internacional. Y para eso, tiene que neutralizar a Estados Unidos.