Años de inmigración (legal o ilegal) empiezan a tener impacto en la cotidianidad francesa. El país, una de las potencias de Europa, es un gran receptor de desplazados y refugiados procedentes del norte de África y Oriente Medio.
El Político
El continuo flujo de personas llegadas desde esos destinos no sólo ha supuesto choques entre el laicismo que impera en Francia y la ideología teocrática propia de muchas sociedades islámicas.
La inmigración también ha incidido en el idioma de uso corriente entre la población. En la nación gala, el francés es la lengua oficial desde 1992. Aunque la norma no ha cambiado, el idioma empieza a ser desplazado por un competidor foráneo: el árabe dialectal.
Un artículo publicado el pasado 24 de noviembre por el site “The European Conservative” indica que estudios lingüísticos han determinado que el árabe dialectal es, al día de hoy, la segunda lengua más hablada en toda Francia.
De acuerdo con esas investigaciones, hay entre tres y cuatro millones de habitantes que se comunican entre sí a través del empleo de esa forma idiomática.
El árabe dialectal se ha expandido y popularizado de tal forma, que su empleo supera, con creces, a las denominadas “lenguas regionales” o a las “lenguas criollas” que se utilizan en los territorios del ultramar.
La desventaja del idioma radica, sin embargo, en su heterogeneidad. Según los expertos, es poco probable que un ciudadano magrebí, procedente de Marruecos, Argelia o Túnez, llegue a entenderse con un libanés, un egipcio o un sirio.
Lo anterior obedece a que el árabe es un idioma multiforme, que presenta diversas variantes. En consecuencia, un hablante de la Península Arábiga no necesariamente usa los mismos términos ni las mismas formas que un habitante del norte de África.
Que el árabe dialectal sea la segunda lengua más importante en Francia es la constatación de que el país mantiene una política de fronteras abiertas, lo cual es producente si se toma en consideración que muchos inmigrantes traen consigo conocimientos y son valiosos en tanto y cuanto fuerza laboral.
A los franceses autóctonos les preocupa, sin embargo, ese porcentaje de migrantes que no necesariamente es productivo, dado que sus hábitos de vida tienden más hacia la delincuencia que hacia el trabajo honesto.
Esa inquietud está muy en boga por estos días, impulsada por el asesinato de un adolescente, en un pueblo del centro de la geografía francesa. La víctima, conocida hasta ahora como Thomas, murió acuchillada.
Los presuntos autores del homicidio son nueve individuos, cuyo origen parece estar relacionado con la migración. Aunque son franceses por nacimiento, los posibles asesinos nacieron de padres magrebíes.
De momento, las autoridades que investigan el caso – y también las del Gobierno nacional – han optado por el hermetismo. Desde esas esferas se teme que ciudadanos con sed de venganza carguen contra la población migrante que hace vida en las zonas aledañas al lugar del suceso.