Mohamed S., un oficial de policía del barrio bruselense de Schaerbeek, de 53 años, fue condenado la semana pasada a 50 meses de prisión por haber mantenido contactos confidenciales con Yassine Atar, hermano del coordinador principal de los ataques de Bruselas (2016) y París (2015).
El Político
La revelación de la existencia de este «topo» incrustado en la policía belga durante el periodo más dramático de su historia reciente ha pasado prácticamente desapercibida para la opinión pública de este país, ocupada ahora sobre todo en la pandemia del Covid-19.
El policía de origen marroquí ya fue detenido y enviado a la prisión en septiembre de 2017 bajo la acusación de violación del secreto profesional y corrupción pasiva, cuando en el seguimiento del caso llevó a descubrir la presencia de MOhamed en el lugar de los sucesos.
Preocupación en Francia
Los inspectores de la Brigada criminal de París (BCP), la Dirección central de la policía judicial (DCPJ) y la Dirección general de la seguridad interior (DGSI, espionaje) trabajan para la Fiscalía Nacional Antiterrorista (FNA), que instruye los posibles delitos de «asociación de delincuentes con fines criminales terroristas» y «asesinato de personas depositarias de la autoridad pública, en relación con un proyecto terrrorista».
Se trata de un giro radical en la instrucción de una matanza ocurrida hace algunos años en Francia, que fue percibida como «locura» de un funcionario de policía que se había convertido al islam hace unos dieciocho meses.
La personalidad del asesino, Michaël Harpon (45 años), está desenterrando inquietantes ramificaciones. Tras el asesinato, a cuchilladas, de tres policías y una secretaria, Harpon envió varios SMS a su esposa que la policía considera «inquietantes», dejando al descubierto una complicidad potencial y unas relaciones humanas y religiosas en los alrededores de una ciudad, Gonesse (Val-d-‘Oise), a unos veinte kilómetros de París, con una presencia musulmana, radical, bien conocida por los servicios de seguridad.
Los inspectores de la BCP, la DGSI y la DCPJ han descubierto que Harpon y su esposa frecuentaban una mezquita donde «predica» un imán salafista fichado policialmente como «radical».
La sensibilidad salafista de algunos imanes y parte de la población musulmana de la «banlieue» parisina (suburbios) es muy conocida. La gran novedad es que un francés, convertido al islam, que ha vivido y frecuentado esos medios religiosos, haya podido trabajar en el corazón policial de Francia, la Prefectura de la policía de París, en un servicio consagrado al «seguimiento» de franceses musulmanes sospechosos de posible radicalización.
Varias fuentes de los medios de seguridad del Estado califican de «terremoto» y «seísmo» tales revelaciones, que afectan de manera llamativa a la eficacia del modelo anti terrorista francés.
Casos que preocupan a los cuerpos policiales de Europa
Con información de ABC