Nadie lo va a reconocer nunca, pero unos días antes de que la Corte Suprema dictaminara sobre el aumento de tarifas, Ricardo Lorenzetti llamó por teléfono a Mauricio Macri para advertirle que la mano venía complicada para el Ejecutivo. El presidente de la Corte le dijo, además, que si sus pares no cambiaban de opinión él pensaba votar en sintonía con ellos para que el veredicto fuera unánime. Cuentan quienes conocen los secretos mejor guardados de este año en la Casa Rosada que, aun así, varios interlocutores que se arrogaban el derecho de hablar con los magistrados le siguieron augurando a Macri que, a la hora de la verdad, el fallo sería favorable a los intereses del poder político. El presidente confió hasta último momento. Aquel mediodía del revés, los principales ministros del Gabinete y varios asesores jurídicos estaban en el despacho de Marcos Peña. Cuando llegó la noticia, Fernando de Andreis fue a buscar a Macri al despacho presidencial para que se incorporara a la reunión. El clima era de tensión. Macri reaccionó con furia: maldijo a todos los que le habían prometido otro final.
Varias semanas más tarde, Macri y Lorenzetti volvieron a hablar, aunque esta vez fue en persona, a solas, en el despacho presidencial. Se dijeron lo que se tenían que decir, pero llegaron a un acuerdo: el jefe de Estado ya no permitiría que dirigentes de su confianza fueran a hablar con los jueces de la Corte por cuestiones sensibles. "Abramos un diálogo institucional", propuso Lorenzetti. Macri lo vio con buenos ojos. Hasta entonces, el ex senador radical Ernesto Sanz -íntimo amigo de Lorenzetti- y Carlos Balbín, el procurador general del Tesoro, eran dos de los que más hablaban con los magistrados. Macri les pidió luego que se apartaran. Confió esa tarea, con el guiño de la Corte, en el ministro de Justicia, Germán Garavano. "El será el único nexo con el máximo tribunal", dispusieron en lo más alto del Gobierno.
"Lorenzetti es una persona racional, constructiva, proinstitucional", ha dicho Macri en reuniones reservadas. No es que no tenga diferencias, pero lo valora. La piedra en el camino de esa relación se llama Elisa Carrió. La diputada lo tiene en la mira hace tiempo. Lo denunció por enriquecimiento ilícito y sigue buceando en su pasado. Al titular de la Corte la situación lo tiene a mal traer. Le pidió ayuda a Macri. El Presidente solo consiguió que Carrió guardara silencio 30 días. "Se lo prometí a Mauricio", se le oyó la diputada en ese lapso de paz. Pero volvió recargada.
"Lilita es indominable. Y tampoco le podemos estar pidiendo moderación a pedido de Lorenzetti. es como si Mauricio le pidiera a èl que moderara a los jueces. Imposible", dicen en la cima de la Casa Rosada.
Así como confía en Lorenzetti, el Presidente desconfía de Horacio Rosatti, mucho más después de su rol en el fallo por tarifas. "Lo pusiste vos, hubieras puesto a otro", se despachó un importante dirigente de Cambiemos cuando fueron a pedirle explicaciones por sus vínculos con el máximo tribunal. Macri no lo conocía. Apenas lo había cruzado alguna vez en los palcos de la Bombonera. Pero fue hace siglos: cuando Macri empezaba leyendo los diarios de atrás para adelante porque su obsesión era cómo trataban a Boca los periodistas.
"Pensamos que Rosatti le iba a dar a la Corte un salto de profesionalismo. No es que no lo tenía, pero lo vemos con muchas relaciones con el PJ", sostiene en el entorno presidencial.
Macri tiene entre sus preferidos a Elena Highton de Nolasco. Uno de los asesores jurídicos del presidente la define así: "Parece ingeniera. es lineal, directa, dice lo que piensa". A Macri lo deslumbró una anécdota que le contó un ministro sobre ella. Parece que apenas asumió el nuevo gobierno, varios funcionarios se encontraron con la juez en un brindis. Según el relato macrista, Highton levantó su copa y dijo: "Brindo por Montesquieu y por la separación de poderes". Dicen que Macri vociferaba: "Es justo lo que yo quiero".
Con Juan Carlos Maqueda al primer mandatario le pasa lo mismo que con Rosatti. "Lo ve muy político, demasiado -sostiene un colaborador que tiene acceso directo a Olivos y a la Rosada- , aunque destaca que es consciente de los problemas de gobernabilidad que puede tener una Argentina no gobernada por un peronista o un radical. Macri lo tiene aún bajo la lupa.
En cambio, el Presidente está muy entusiasmado con el perfil de Carlos Rosenkrantz: lo observa como un profesional que trabaja y estudia mucho, alejado de la rosca política que al macrismo tanto ruido le hace. "Es peronista, pero de zapatitos blancos. No le gusta mancharse", se lo definieron cuando le propusieron el nombre. El presidente sólo había visto a Rosencrantz una vez en su vida, en la Universidad de San Andrés. El actual miembro de la Corte era el rector y Mari había ido a dar una charla. Antes de irse, le estrechó la mano. Macri no es muy efusivo cuando da la mano. A Rosencrantz no le causó la mejor impresión. Cuando Macri se fue, le dijo a un amigo: "Un político que saluda así no puede llegar nunca a ser presidente".
Con información de El Clarín