Las elecciones en los Estados Unidos no han llegado a su fin, pero ya se conoce que Joe Biden será el presidente 44 del país.
El Político
Esto trajo el miércoles por la mañana, esa ráfaga de viento que sentiste venir desde Silicon Valley fue el tentativo suspiro de alivio de la industria de las redes sociales.
Durante los últimos cuatro años, los ejecutivos de Facebook, Twitter, YouTube y otras empresas de redes sociales han estado obsesionados con una sola meta general: no ser culpadas de arruinar las elecciones de 2020 en Estados Unidos, como ocurrió en 2016, cuando los troles y los traficantes de desinformación de Rusia pisotearon sus defensas.
Así que redactaron reglas nuevas. Crearon productos nuevos y contrataron a personal nuevo. Llevaron a cabo ejercicios elaborados de simulación para planear cada uno de los posibles resultados electorales.
Y el día de las elecciones, las 24 horas del día pusieron a equipos inmensos a bloquear los fraudes y las falsas declaraciones.
Evitaron los peor
Hasta el momento, parece que esos esfuerzos han evitado lo peor. A pesar de los intentos frenéticos (y bastante predecibles) del presidente Donald Trump y sus aliados de socavar la legitimidad de la votación en los estados donde está perdiendo, esta semana no se ha encontrado ninguna campaña importante de interferencia, y el mismo día de las elecciones estuvo relativamente tranquilo.
Se han eliminado con rapidez las cuentas falsas y los grupos que podrían ser peligrosos, y Facebook y Twitter han sido inusualmente proactivos al momento de estampar etiquetas y advertencias ante las afirmaciones prematuras de victoria.
Todavía queda tiempo suficiente para que se presenten problemas.
La desinformación relacionada con las elecciones ya se está volviendo tendencia —parte de ella dirigida a los latinos— y solo irá en aumento a medida que los votos se impugnen en los tribunales y los conspiracionistas aprovechen toda la incertidumbre para debilitar la confianza en los resultados finales.
Aún con miedo
Sin embargo, los peores miedos de las plataformas todavía no se han materializado.
Eso es bueno y un reconocimiento para los empleados de esas empresas que han estado ocupados haciendo cumplir sus reglas.
Al mismo tiempo, vale la pena examinar cómo es que Twitter, Facebook y YouTube están evitando los problemas relacionados con las elecciones, porque eso esclarece los verdaderos contratiempos que todavía deben enfrentar.
Durante meses, casi cada una de las medidas que han tomado esas empresas para proteger las elecciones ha involucrado desacelerar, interrumpir o, incluso, obstaculizar partes centrales de sus productos: en términos reales, han defendido la democracia empeorando sus aplicaciones.
Cambio en Facebook
En ningún otro lado el cambio ha sido más patente que en Facebook, empresa que durante años se imaginó a sí misma como una especie de plataforma de comunicación poshumana.
Mark Zuckerberg, el director ejecutivo de la empresa, a menudo habla sobre su filosofía del diseño “sin fricción”: facilitarles las cosas lo más posible a los usuarios.
Facebook se convertiría en una especie de máquina que se iba a autovigilar, y en la que la inteligencia artificial haría buena parte del trabajo sucio, por lo que habría la menor intervención humana posible.
Facebook implementó un nuevo y engorroso proceso de aprobación para los anunciantes políticos y bloqueó los anuncios políticos nuevos en el periodo posterior al día de las elecciones.
Redujo las afirmaciones falsas y puso un “interruptor de viralidad” para que los verificadores de información tuvieran tiempo de evaluar las historias sospechosas.
Además, apagó de manera temporal su algoritmo de recomendación para ciertos tipos de grupos privados a fin de disminuir la posibilidad de que hubiera disturbios violentos.
Tema de YouTube
YouTube no estuvo ni cerca de actuar con la misma agresividad en la semana, pero también ha cambiado su plataforma de un modo revelador.
El año pasado, modificó su elogioso algoritmo de recomendaciones para detener la propagación del llamado contenido limítrofe.
Además, comenzó a promover “fuentes acreditadas” durante noticias de última hora para evitar que los cascarrabias y los conspiracionistas llenaran los resultados de búsquedas.
Todo esto genera la pregunta crucial de qué sucederá con exactitud cuando terminen las elecciones y los reflectores se alejen de Silicon Valley. ¿Quitarán las etiquetas de advertencia y los interruptores? ¿Volverán a encender los algoritmos problemáticos? ¿Simplemente volvemos a las redes sociales como si nada?