Esta semana, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela aprobó la solicitud para empezar el proceso que pudiera llevar a un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro. Este dispositivo contemplado en la Constitución venezolana pone fin al mandato de un Presidente si la mayoría de los votantes se pronuncia a favor.
No solo eso. El CNE también dejó sin efecto una requisito para la convocatoria a revocatorio ampliamente considerado arbitrario. Dado lo sometido que está el ente comicial a la elite chavista, estas decisiones llamaron poderosamente la atención de la opinión pública en Venezuela.
¿Podrán los adversarios de Maduro convocar un revocatorio este año? ¿A qué se debe la nueva “facilidad” en el proceso? Lo examinaremos a continuación.
Falta ánimo
Detrás de la solicitud aprobada por el CNE no hay ningún elemento prominente de la oposición venezolana. No se trata de dirigentes nacional e internacionalmente reconocidos como Juan Guaidó, Henrique Capriles o María Corina Machado.
La organización responsable se hace llamar “Todos Unidos por el Referendo Revocatorio”. Al frente se encuentra Julio César Scivoletto. Según reseñó el portal periodístico Crónica Uno, Scivoletto es un dirigente local de la región de los Altos Mirandinos, cerca de Caracas. Más allá de haber sido candidato a la Alcaldía de Guaicaipuro, uno de los municipios en dicha zona, no se sabe nada de su trayectoria política.
Pese al potencial que tendría una causa para convocar un revocatorio como foco de la política venezolana en 2022, ningún partido opositor destacado se ha sumado de momento a la iniciativa de Scivoletto. Muy a pesar de que la Mesa de la Unidad Democrática, la mayor coalición opositora, retomó el voto como instrumento de cambio político luego de tres años de abstención militante para protestar la falta de condiciones justas.
Ni siquiera hay consenso entre los partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil que siempre insistieron en la participación electoral. Aunque algunos apoyan llamar a revocatorio, otros lo ven como una distracción fútil. Para estos últimos, la oposición más bien debería prepararse para desafiar al chavismo en las elecciones presidenciales de 2024.
Curiosamente, ni los defensores del revocatorio ni los que se inclinan por esperar dos años parecen reparar en que la debilidad de ambas alternativas es la misma. A saber, sin un plan eficaz de movilización en defensa del voto, es muy improbable que el chavismo acepte un resultado desfavorable.
Escenario diferente
La oposición venezolana llegó a 2016 bastante fortalecida por su victoria aplastante en las parlamentarias del diciembre anterior. Con ese entusiasmo, intentó convocar un referéndum revocatorio contra Maduro.
Sin ninguna explicación, el CNE impuso nuevas normas que dificultaban la convocatoria para la consulta. Antes de la recolección de firmas correspondientes a 20% de los ciudadanos inscritos en el registro electoral, único requisito constitucional para llamar a revocatorio, había que recolectar las firmas de 1% de dichos ciudadanos, en todos los estados del país. Superada esta traba, tribunales igualmente comprometidos con la elite chavista detectaron un supuesto “fraude” en algunas firmas, efectivamente impidiendo la convocatoria.
El panorama es muy distinto hoy. La base opositora está mucho más agotada y desmovilizada que en 2016. También está decepcionada de su dirigencia. Aparte, más de seis millones de venezolanos han salido de Venezuela para huir de la crisis humanitaria. Un éxodo que se desarrolló sobre todo después de 2016. Esos venezolanos tendrían que regresar al país para firmar a favor de un revocatorio y, en caso de ser convocado, votar en él. Muy poco probable que eso ocurra.
Entre todo lo anterior y la falta de respaldo al revocatorio hasta en muchos defensores del voto como instrumento de cambio político, tal vez se explique por qué la norma de 2016 desapareció. Sin explicaciones, como cuando la implementaron.