Tras una crisis económica que redujo la economía un 80% entre 2013 y 2021, la llegada del dólar de manera informal a las calles venezolanas ha sido un sacudón para las lógicas del empleo.
El Político.-
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, de la Universidad Católica, entre 2014 y 2021 el empleo formal se redujo en 4,4 millones de puestos, casi un tercio de la población económicamente activa.
Y solo en 2021, se cerraron 1,3 millones de empleos formales.
Apenas un 40% del empleo hoy es formal, según Encovi, pero si se tienen en cuenta otros estudios, como aquellos que miden la informalidad por la cantidad de gente inscrita en el seguro social, la formalidad se reduce a 20%, de lejos la cifra más baja en América Latina.
Difícil no buscar un "tigrito"
La crisis de la formalidad no solo ha tenido un impacto en la calle.
Casos como el de un escolta que repara microondas, a un ingeniero que hace plomería y a una profesora que fabrica mermeladas y salsas para pasta y otro educador que labora en una pizzería.
Muchos tienen hasta una tercera actividad; algunos trabajan siete días a la semana; la mayoría están dedicados a conseguir un dólar adicional 12 horas al día.
Según SimilarWeb, un medidor el tráfico en internet, Venezuela es el segundo país después de Filipinas con más usuarios de Axie Infinity.
El ocaso del empleo formal
La expresión "matar un tigre" en Venezuela se usa para hacer un trabajo ajeno a la especialidad, pero que permite sobrevivir.
Surgió en la escena del entretenimiento de los años 30, cuando muchos músicos no eran profesionales.
Desde entonces, y sobre todo ahora, después de una de las crisis económicas más duras registradas en la historia de América, los venezolanos hablan de sus "tigritos".
"Como trabajar en la informalidad da más plata, muchos, sobre todo en el sector público, o han renunciado o simplemente no van y se dedican a otras cosas", explica Demetrio Marotta, economista y consultor empresarial.
"El Estado colapsó y la seguridad social dejó de ser un mecanismo de tener una vida estable".
Asdrúbal Oliveros, también economista venezolano, añade que "la hiperinflación no solo destruyó la moneda, sino la mayoría de los empleos y acabó con la estabilidad laboral; esa precarización hace que la gente priorice trabajos que resuelven el día a otros que en teoría les dan estabilidad".
Pero además, explica, "la dolarización se dio más rápido en la estructura informal que en la formal, donde muchas empresas siguen pagando en bolívares".
La crisis económica venezolana ha tenido un fuerte efecto sobre los servicios públicos, entre ellos el transporte, que, con escasez de repuestos y complicaciones en la adquisición de gasolina, ha perdido la eficiencia que alguna vez tuvo.