Florida reportó los primeros dos casos de coronavirus el 1 de marzo y el gobernador Ron DeSantis declaró la emergencia de salud pública en el estado.
El Político
Ante la proliferación de los contagios, ordenó el cierre de bares y discotecas el 17, y de restaurantes tres días más tarde.
DeSantis, un republicano aliado de Donald Trump, empezó a ser cuestionado por seguir al presidente en un abordaje que, según sus críticos, priorizaba la economía en detrimento de la salud.
Finalmente, con 7.700 casos y 101 muertes acumuladas, el Gobernador decretó el 1 de abril la orden de permanecer en el hogar, salvo para actividades esenciales.
Mientras Nueva York superaba los 11.000 contagios y las 900 muertes por día a comienzos de abril, Florida contaba apenas arriba de 1.000 casos y no llegaba a los 50 decesos diarios.
La comparación entre estos estados es pertinente porque tienen casi la misma población: Nueva York, 19,4 millones de habitantes, y Florida, 21,4 millones.
Opinan los expertos
“Creo que la reapertura del estado por fases podría haber funcionado bien, pero simplemente se avanzó con demasiada rapidez a través de las etapas y no se detuvo el proceso cuando se hizo evidente que los casos estaban aumentando a principios de junio. En Florida, como en tantos otros estados del país, se subestimó la capacidad de las personas para cumplir con el uso de las mascarillas y con el distanciamiento social”, dijo a Infobae Cindy Prins, profesora de epidemiología de la Universidad de Florida.
“Al principio, un gran número de personas vulnerables murieron de covid en los asilos de ancianos. Esto nos alertó sobre la vulnerabilidad de esta población y se instituyeron controles muy estrictos. Además, se tomaron otros recaudos con los grupos de edad avanzada. Como resultado, ahora son las personas más jóvenes, que van a estudiar o a trabajar, las que asumen riesgos, las que tienen mayor movilidad y las que están representando la mayor parte de los casos. Dado que tienen menores probabilidades de padecer síntomas graves, las muertes por millón disminuyen. Pero, por más esto sea algo bueno, la enfermedad en los jóvenes también puede tener efectos graves”, explicó Jill Roberts, profesor del Colegio de Salud Pública, Global y Planetaria de la Universidad del Sur de la Florida.
Este rasgo distintivo del nuevo coronavirus permite hacer una estrategia diferenciada por edad. Eso es lo que hizo Suecia, que, entre otras cosas, no cerró nunca las escuelas, pero sí restringió las visitas a las residencias de adultos mayores —tras haber cometido graves descuidos al inicio—. Un camino similar comenzó a transitar Florida en los últimos meses.
Varios enfoques
DeSantis empezó a darle forma al cambio de estrategia en agosto, tras una reunión con Scott Atlas, un polemista, miembro de la Hoover Institution de la Universidad de Stanford, recientemente incorporado al equipo de asesores de la Casa Blanca en la lucha contra el covid.
Atlas, defensor del abordaje sueco, cuestionó en el encuentro que mantuvo con el gobernador la política de testeos masivos. En lugar de aislar a miles de jóvenes asintomáticos, dijo, conviene concentrar los esfuerzos de detección en los hospitales y en los asilos.
El cambio de rumbo fue oficializado el 25 de septiembre, cuando anunció sorpresivamente un adelantamiento de los plazos establecidos para la reapertura del estado. “No creo que el cierre de restaurantes haya demostrado ser efectivo (…) Y no se puede aceptar que esos negocios mueran”, afirmó el gobernador.
“No creo que el enfoque de Florida haya sido pensado para tratar de lograr la inmunidad comunitaria como el de Suecia" —dijo Prins.
Pero en la reapertura, el estado se enfocó en mitigar el impacto económico de las restricciones por el covid, una preocupación similar a la de Suecia.
"Creo que se puede mantener un equilibrio entre la protección de la salud pública mediante el establecimiento de algunas restricciones y, al mismo tiempo, permitir que muchas actividades avancen si se puede reducir el riesgo de transmisión. Pero creo que tanto Florida como Suecia han tendido a inclinar la balanza más hacia las inquietudes económicas, en detrimento de las sanitarias” según Prins.