En Francia se mantiene viva la huelga contra la reforma de las pensiones. Miles de personas desfilan en París y en otras 216 marchas en Francia en la primera movilización del año. Con 36 días, la huelga ya es la más larga de la historia. Los franceses justifican la protesta pero quieren que se acabe ya.
El Político
Ni el paréntesis navideño, ni las concesiones del gobierno, ni el cansancio tras 36 días de huelga, la más larga de la historia del ferrocarril. Los sindicatos franceses lograron ayer movilizar a cientos de miles de personas contra la reforma de las pensiones que propone el presidente Emmanuel Macron.
Hubo 216 manifestaciones en todo el país. La de París reunió 370.000 personas según la organización sindical Confederación General del Trabajo (CGT) lo que sería el record de la protesta (según Interior, fueron 56.000 y según un gabinete especializado que contratan los medios franceses, 44.000).
Ha sido la cuarta jornada de movilizaciones. La más concurrida fue la primera, el 5 de diciembre, cuando salieron a la calle 806.000 manifestantes, según el gobierno y 1,5 millones según la CGT.
Ayer, la disparidad en el recuento se amplió. Los sindicatos pregonan 800.000 manifestantes fuera de París. Interior, menos de 400.000. Aún dando por buenas las cifras del gobierno, la protesta ha demostrado que aún tiene cuerda.
Sindicatos dudan de la capacidad de Philippe
El líder del la CGT, Philippe Martinez, denunció la "actitud provocadora" del ejecutivo y duda de la voluntad negociadora del ejecutivo que dirige Edouard Philippe. El sindicalista hizo esa declaración momentos antes del arranque del cortejo parisino. Junto con otros líderes sindicales sostenía la pancarta: "Jubilación por puntos, todos perdedores. Jubilación a los 60, todos ganadores. Macron retira tu plan".
Recorrido por París
Esta vez los sindicatos recorrieron el norte de la capital, lo cual irritó al gobierno pues la plaza donde terminaba, San Agustín, está a menos de un kilómetro del palacio del Eliseo. La policía cerró todas las calles con barreras metálicas de dos metros de altura sujetas a bloques de hormigón.
El despliegue de 5.500 policías y gendarmes no impidió los incidentes al anochecer. La caballería del prefecto que se desplaza en 120 motos de gran cilindrada con dos policías por moto se empleó a fondo. En las redes hay vídeos que demostrarían la gran dureza policial. A las 6 de la tarde había 24 detenidos.
El cortejo desfiló sin mayores incidentes hasta el final aunque los antidisturbios escoltaban a los grupos radicales que se sitúan delante de la pancarta de los líderes. Un tenderete de un grupo que propone una república soberana y al que los manifestantes presumían de ultraderechista fue destruido de malas maneras.
Abogados y profesores
En ese cruce se apostaron varios abogados que ayer secundaban la protesta. Embutidos en sus togas, recibieron aplausos y abrazos de los manifestantes, algunos de los cuales revestían chalecos amarillos.
Desde el principio de la protesta, la jornada de movilización está reforzada por paros en otros sectores. Así el 19% de los profesores de primaria y el 16% de los de secundaria hizo huelga según el ministerio de Educación (40% y 50% según los sindicatos).
Simbólicamente, la torre Eiffel permaneció cerrada, no se imprimieron los diarios parisinos y la radio pública France Info sólo difundía boletines y música. El suministro eléctrico sufrió caídas por acción de los trabajadores de la principal empresa eléctrica de Francia (EDF) que montaron un piquete a la entrada de una central nuclear.
El bloqueo de refinerías cumple su segunda jornada de las tres previstas pero apenas se ha dejado sentir en las gasolineras. El gobierno ha advertido que, si bien los trabajadores tienen derecho a la huelga, impedir la salida de camiones es "ilegal".
El transporte, clave
El núcleo de la huelga está en el ferrocarril y el Metro de París, dos de los 42 regímenes particulares de jubilación que Macron quiere fusionar con su proyecto de reforma universal y por puntos.
En la Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses (SNCF) la huelga que ha cumplido 36 días, es ya la más larga desde la creación de la compañía pública en 1938. Ha superado los récords de 1995 y del invierno del 86-87 cuando sumaron 27 y 28 jornadas consecutivas, respectivamente. Y el de 2018 cuando los paros alcanzaron también los 36 días pero en jornadas alternas.
La movilización de los maquinistas hizo que sólo circularan un tercio de los cercanías aunque ya funcionan el 40% de los trenes regionales y el 60% de los de alta velocidad. Aunque sólo un tercio de los trabajadores de la SNCF faltaron al trabajo, la protesta tiene sólidas raíces entre los maquinistas (67% de huelguistas) y revisores (58%) las dos categorías imprescindibles para que funcionen los trenes. Este jueves el seguimiento fue excepcional. Los días sin manifestaciones, los huelguistas de la SNCF no llegan al 7%.
Misma tendencia en el metro parisino: ya no hay líneas cerradas pero en la mayoría sólo circulan a las horas punta.
Los huelguistas tienen apoyo popular, según las encuestas, y económico. El sindicato de comunicación de la CGT ha recaudado ya 2,1 millones de euros, donados por más de 30.000 personas. Es la más importante de estas iniciativas. Distribuye el dinero a los huelguistas (que hagan al menos dos jornadas seguidas) a través de los comités de empresa.
Con todo, el mejor combustible de la protesta es el apoyo popular. La última encuesta (Odoxa para Le Figaro) señala que el 61% de los franceses la encuentran justificada frente al 39% que no lo cree así. En un mes el respaldo ha bajado 5 puntos.
Simpatía por la huelga
Este fenómeno de simpatía por la protesta es habitual en la sociología francesa. Se llama "huelga por procuración". Es decir: yo no hago huelga pero la apoyo moralmente aunque a mí me genere complicaciones.
Si el gobierno debe tener en cuenta el respaldo a la protesta, los sindicatos deberían tomar nota de la respuesta a otra pregunta del sondeo: un 57% de la ciudadanía quiere que se acabe ya frente al 42% que prefiere que continúe. Los que más la sufren, habitantes en la aglomeración parisina, están hartos: el 70% desea que termine.
La encuesta suspende a todos los protagonistas del conflicto, sindicatos, partidos de oposición y gobierno. El resultado menos malo es para la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), el sindicato más moderado que siempre apoyó el fin de los regímenes particulares pero se opone a retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años.
La opinión pública le secunda: un 61% se opone a ella. El primer ministro justificó esta medida, que no estaba en el programa electoral de Macron, en la necesidad del equilibrio financiero del sistema.
Esta semana ha aceptado la creación de una conferencia ad hoc, una propuesta de la CFDT. Edouard Philippe ha convocado para hoy la primera reunión.
Por ahí se atisba la salida del conflicto. El gobierno, que quiere salvar su reforma pero ha hecho concesiones a numerosos sectores, va a tener que hacer algún juego de prestidigitación: su electorado sí apoya la medida (54%) y los votantes de la derecha, también (60%). Y esas son, precisamente, las bases electorales de Macron si quiere repetir mandato.
Comienza la erosión de la oposición a la reforma
La oposición frontal a la reforma de las pensiones de Emmanuel Macron se erosiona levemente, aunque resiste y está lejos de plegar velas. Tras la cuarta jornada de manifestaciones nacionales en poco más de un mes, ayer, se prepara la quinta para mañana.
El gobierno francés confía en que la pérdida paulatina de apoyos a la protesta, la división de los sindicatos, la concesiones en la negociación y la política de los hechos consumados le permitan imponer una reforma central en el programa del presidente de la república.
Las más de 200 manifestaciones convocadas ayer en toda Francia sirvieron para medir la capacidad de resistencia de un movimiento que, pese a la erosión del tiempo y a su carácter numéricamente minoritario, goza aún de una amplia simpatía popular.
También mantiene la capacidad para perturbar la vida cotidiana de los franceses que viven en áreas metropolitanas como la de París y dependen del metro o el tren de cercanías para desplazarse al trabajo.
Las cifras oficiales reflejan un descenso de participantes en la manifestación de ayer respecto de la anterior, el 17 de diciembre.
Más allá de la batalla de cifras, la tendencia señala una bajada lenta del poder de convocatoria sindical, pero insuficiente en todo caso para desinflar el movimiento. Al mismo tiempo, la tendencia descendente indica las dificultades de la protesta para sumar nuevos apoyos y transformarse en un movimiento masivo.
Macron y su primer ministro, Édouard Philippe, creen que esto les concede una ventaja clara respecto a las huelgas de 1995, que acabaron forzando al gobierno a una retirada de una reforma similar.
Un 47% de franceses tiene una opinión positiva del movimiento antireforma y un 35%, negativa, según un sondeo del instituto Ifop. El apoyo es considerable, pero inferior al de otras movilizaciones similares del pasado, como la de 1995 o la de 2010.
Los sindicatos están divididos. En las manifestaciones no participó el reformista CFDT, el primero de Francia. Al contrario que la CGT, principal organización contraria a la reforma, la CFDT no pide la retirada completa de la reforma. Apoya la idea básica (fusionar en uno solo los 42 regímenes de pensiones actuales e instaurar un nuevo sistema de cálculo) pero discrepa de otro punto clave: los 64 años como edad para cobrar la jubilación plena (la edad legal de retiro es ahora de 62 años).
El gobierno ha hecho varias concesiones que permitirán a algunos sectores profesionales largos periodos de transición hacia el nuevo sistema, pero el punto donde todo encalla son los 64 años.
A iniciativa de la CFDT, el gobierno ha convocado para hoy una reunión con vistas a la celebración de una conferencia sobre la financiación de las pensiones. Esto permitiría desgajar, como desea la CFDT, las dos patas de la reforma. Por un lado, el cambio sistémico de 42 regímenes a uno. Por el otro, la búsqueda del equilibrio financiero que obligaría a prolongar la edad de jubilación, a aumentar las cotizaciones o a rebajar las pensiones.
Un acuerdo del primer ministro Philippe con el líder de la CFDT, Laurent Berger, dejaría sin responder a la exigencia de la CGT y los sindicatos que quieren la retirada del proyecto, pero permitía desatascar el pulso. El Consejo de Ministros prevé examinar la ley el 24 de enero y presentarla a la Asamblea Nacional a partir del 17 de febrero para que se apruebe definitivamente antes del verano.
(Con información de El Mundo, El País)