El proyecto de ciudad inteligente Sidewalk, en Toronto, Canadá, fue una utopía truncada por la pandemia y el exceso de controles.
El Político
En febrero, la ciudad de Toronto anunció planes para un nuevo desarrollo de una ciudad inteligente, a lo largo de su costa.
En el proyecto había una lista de deseos a cristalizar para cualquier urbanista apasionado.
Pues se prometían 800 apartamentos asequibles, un bosque de dos acres, una granja en la azotea, un nuevo lugar de arte centrado en la cultura indígena y la promesa de contar con cero emisiones de carbono.
La idea de un Edén asequible y fuera de la red en el corazón de la ciudad sonaba genial. Pero se planeó una utopía urbana completamente diferente para esta misma parcela de 12 acres, conocida como Quayside, hace solo unos años.
Iba a ser el lugar donde Sidewalk Labs, el brazo de innovación urbana de Alphabet, probaría su visión de la ciudad inteligente.
Sidewalk Labs llega a un acuerdo para avanzar con la ciudad inteligente, aunque se redujo – https://t.co/bsIhPZvvgi #noticias #tecnologia #crypto #videojuegos #bitcoin pic.twitter.com/PQs5wVCQCq
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Receta para el fracaso:
pandemia + exceso de tecnología y controles
Intercalado entre la elevada Gardiner Expressway y el lago Ontario, y ocupado por unos pocos edificios comerciales de un piso y un silo de grano inactivo, Quayside no debería haber sido tan difícil de desarrollar.
Pero la controversia surgió casi desde el inicio, en octubre de 2017, cuando Waterfront Toronto, una agencia gubernamental que supervisa la remodelación de 2,000 acres a lo largo de la orilla del lago, anunció que Sidewalk había presentado la propuesta ganadora.
La gran idea de Sidewalk fue una tecnología nueva y llamativa. Esta sección sin pretensiones de Toronto se convertiría en un centro para una experiencia urbana optimizada.
Iniciativa que contaría con taxis robotizados, aceras climatizadas, recolección de basura autónoma y una extensa capa digital para monitorear todo, desde los cruces de calles hasta el uso de los bancos del parque.
Si hubiera tenido éxito, Quayside podría haber sido una prueba de concepto, estableciendo un nuevo modelo de desarrollo, para las ciudades de todo el mundo.
Podría haber demostrado que el modelo de ciudad inteligente cargado de sensores adoptado en China y el Golfo Pérsico tiene un lugar en sociedades más democráticas. En cambio, la lucha de dos años y medio de Sidewalk Labs para construir un vecindario "desde Internet" no logró demostrar por qué alguien querría vivir en él.
Para mayo de 2020, el proyecto de la ciudad inteligente Sidewalk se desconectó, citando "la incertidumbre económica sin precedentes provocada por la pandemia de la Covid 19". Pero esa incertidumbre económica llegó al final de años de controversia pública sobre su visión de $900 millones, para una ciudad rica en datos dentro de la ciudad.
Google Sidewalk Labs anuncia la construcción de la ciudad inteligente del futuro https://t.co/oIKRrKqaWU #google pic.twitter.com/gQi94AKS6K
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Utopías destinadas al fracaso
No es inusual que los ciudadanos se levanten en armas por los nuevos desarrollos, y las utopías fracasan por todo tipo de razones.
Pero la oposición a la visión de Sidewalk para Toronto no se trataba de temas como la preservación arquitectónica o la altura, la densidad y el estilo de los edificios propuestos, el forraje habitual de la protesta pública.
El enfoque tecnológico del proyecto enfrentó a muchos. Pues su aparente falta de seriedad sobre las preocupaciones de privacidad de los habitantes de Toronto fue probablemente la causa principal de su desaparición.
Hay mucha menos tolerancia en Canadá que en los EEUU para el control del sector privado de las calles y el transporte público, o para que las empresas recopilen datos sobre las actividades rutinarias de las personas que viven sus vidas.
Sidewalk Labs presenta el prototipo Building Raincoat para una ciudad inteligente en Torontohttps://t.co/RE0nV7M8kn pic.twitter.com/Gl0UykFOc4
— Becocycle (@Becocycle) March 22, 2019
¿El fin de la ciudad inteligente?
Hemos tratado de convencernos de que la gran idea de la ciudad inteligente, no solo mejorará nuestra vida cotidiana, sino que curará los males de la sociedad.
En Inglaterra, el movimiento de la "ciudad jardín" introducido por el urbanista Ebenezer Howard, en 1898, pretendía fusionar el campo y la ciudad, evitando las desventajas que presentaban ambos.
La versión estadounidense, "City Beautiful", buscaba devolver la belleza y la grandeza a las ciudades. Es decir, como un camino hacia un orden social más armonioso.
El plan rígido y de alta densidad de Le Corbusier para la Ville Radieuse (Ciudad Radiante), nunca construida en París, perseguía la utopía urbana a través de la disciplina arquitectónica.
Más recientemente, la "ciudad de 15 minutos" es un movimiento global a favor de la planificación de ciudades para que todos tengan acceso al trabajo, la escuela, el comercio y la recreación, dentro de una caminata de 15 minutos o un paseo en bicicleta.
#DPLNews➡️Canadá promulgó una carta digital para protección de datos en Sidewalk (la ciudad inteligente de Alphabet) ?Por @CarovaldovinosD https://t.co/ycSDzsrZLN pic.twitter.com/GLYWU1saDS
— DPL Tech (@dpl_tech) June 7, 2019
¿Amamos el caos urbanístico?
La ciudad inteligente ha sido quizás el paradigma dominante en la planificación urbana durante las últimas dos décadas.
Pero el problema real pareciera ser el énfasis sobre la optimización de todo. Pues las ciudades inteligentes parecen diseñadas para erradicar lo que hace que las ciudades sean maravillosas.
Por ejemplo, Nueva York, Roma, El Cairo y Toronto, no son grandes ciudades, porque son eficiente. Allí las personas se sienten atraída por el desorden, por las interacciones convincentes y fortuitas, dentro de una mezcla muy diversa de ciudadanos, quienes viven muy cerca.
Pero los defensores de la ciudad inteligente adoptaron —en cambio— la idea de la ciudad como algo para ser cuantificado y controlado.
Quizás allí es —precisamente— donde se perdió la magia de una nueva manera de concebir a las ciudades del presente y del futuro, con los proyectos para una ciudad inteligente.
Pues el control permanente de todo, absolutamente todo no es bien recibido por la ciudadanía. Sobre todo cuando se sabe que el caos urbanístico es parte del encanto de las urbes.