La lapidaria frase que expresó Rogelio Angarita a su esposa Ana Lucía ese 19 de agosto de 2015, tras ver la alocución televisada del presidente Nicolás Maduro en la que anunciaba el cierre de la frontera con Colombia, a la postre terminaría convirtiéndose en una sentencia: “nada volverá a ser como antes, esto se acabó”, publica La Opinión de Colombia.
Se refería Angarita, profesor de historia, a que la burbuja de la informalidad que dominaba la actividad comercial en toda la línea limítrofe de 2 mil 200 kilómetros acababa de explotar después de décadas de mantenerse flotando.
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Pasar cualquiera de los pasos fronterizos hacia Ureña o San Antonio y comprar un kilo de carne de res de primera en 5 mil pesos, un kilo de arroz en mil 200 pesos, una botella de salsa de tomate de la grande en 4 mil pesos, una mayonesa grande en 3 mil 500 pesos, o pagar un full de gasolina (12 galones) en la pírrica cifra de 12 mil pesos, había pasado a la historia.
La esposa de Angarita también cruzaba hasta Ureña en busca de su perfume favorito Santos De Cartier, el cual compraba en 80 mil pesos, mientras que por el mismo pagaba en Cúcuta 280 mil pesos.
Toda esta bonanza de la que también se aprovechó el gremio de cambistas, transportadores, trabajadores informales, empresarios, exportadores, carboneros, entre otros que hacían presencia en la frontera, fue suspendida de un batacazo desde Venezuela.
Argumentos esgrimió en abundancia Maduro, al señalar que su decisión estaba amparada en el alto riesgo que representaba para la seguridad de su país la presencia de paramilitares y de las bandas criminales que movían el contrabando y el narcotráfico no solo por los pasos informales, sino por los formales.
El cierre de la frontera, precedido luego por la deportación masiva de más de 22 mil nacionales, produjo al cabo de los seis primeros meses el que Cúcuta se ubicara como una de las ciudades capitales con mayor desempleo del país con el 16, 2 por ciento, y una informalidad que estuvo en el límite del 75 por ciento.
Según un diagnóstico del Concejo, la ciudad alcanzó a tener 345.003 desempleados y 241.400 informales, toda una bomba de tiempo en una ciudad con no menos de un millón de habitantes.
Estudios de percepción de gremios como la Cámara de Comercio y Fenalco activaron también las alarmas porque solo el 30 por ciento del empleo era formal, lo cual se atribuía al estallido social que produjo el cierre de la frontera y a la masiva deportación de connacionales que llegaron a vivir a Cúcuta y Villa del Rosario.
Cúcuta, diez meses después de cerrada la frontera ocupó el puesto 15 de nivel de pobreza, entre 23 capitales del país, y una inflación del 4. 66 por ciento.
Esto, a juicio de los líderes gremiales y políticos de la región, produjo un gran impacto en sectores como el comercio, con la disminución del 33 por ciento de las ventas, el carbonero, que tuvo que prescindir de 22 mil 500 empleos por la imposibilidad de sacar el producto a los mercados internacionales por Venezuela, así como una disminución de las exportaciones del orden del 80 por ciento, según el diagnóstico contratado por el Concejo.
Otro sector impactado fue el de las casas de cambio al producirse el cierre de unas 300 casas de cambio de divisas.
Las agencias de aduana, con el 97 por ciento, y las agencias de viaje con el 70 por ciento de disminución de su producción fueron de los sectores más afectados. En total los representantes de unas 120 agencias de turismo debieron despedir unos 700 trabajadores.
Y ni hablar del impacto producido a los sectores hotelero y el de restaurantes, en los cuales según voceros de Cotelco y de la administración municipal, sufrió un bajón en sus ingresos del 30 por ciento.
En un estudio sobre el impacto que generó el cierre de la frontera, el Observatorio Económico de la Cámara de Comercio de Cúcuta, revela que debido a este proceso, el 48,5 por ciento de las empresas cree que su operación se ha mantenido de la misma manera, mientras que el 23,4 por ciento asegura que ha mejorado y el 28 por ciento que ha disminuido.
Cambio de mentalidad
Los empresarios cucuteños tienen claro que si algo aprendieron del cierre de la frontera fue a ser más recursivos y emprendedores, en otras palabras, más exploradores de nuevos mercados.
Uno de los reflejos más claros de cambio llega desde las agencias de viaje, tal vez uno de los renglones de la economía más golpeados. Estela Murillo, empresaria del gremio y miembro de Anato, aseveró que antes del cierre ellos se dedicaban a vender planes a Venezuela, especialmente a Isla Margarita, “pero ahora le aprendimos a dar importancia a los destinos nacionales, a los que antes no le dedicábamos tiempo porque nos acostumbramos a Venezuela”.
En el sector de las manufacturas, históricamente dependientes del mercado venezolano, los empresarios de la industria de calzado, el cuero y la marroquinería denunciaron una reducción del 10 por ciento en producción y ventas. La cifra, aunque negativa, evidencia también que los productores de calzado ya no tienen el 100 por ciento de sus clientes en Venezuela.
Venta de combustible
Los grandes ganadores tras el cierre de la frontera fueron los empresarios de las estaciones de servicio de combustibles, cuyas ventas se triplicaron. Un reflejo de esto es que el cupo de gasolina y acpm asignado por el Gobierno Nacional al departamento pasó de 3,6 millones mensuales de galones a 12 millones de galones mensuales.
Tres versiones del cierre
Ganó la formalidad
Jairo Pulecio, presidente de Acopi Norte de Santander
Es un hecho que el cierre de la frontera dio paso a la legalidad en Cúcuta. Ganaron también el espíritu emprendedor y la oportunidad que tuvieron los cucuteños de pensarse en algo más allá de Venezuela.
Nos ayudó a entender que no solo Venezuela era el único socio comercial que teníamos.
No obstante, perdieron sectores económicos que dependían del comercio binacional. El sector de cambistas, los empresarios que tenían relaciones directas con Venezuela.
Perdieron los que de una u otra forma derivaban su trabajo informal del comercio no legal de mercancías con el vecino país.
En últimas, el principal perdedor fue Venezuela misma, porque al cerrar la frontera lo que hizo fue agravar el desabastecimiento.
Todos perdimos
Carlos Luna, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Cúcuta
A mi juicio, nadie ganó, todos perdimos.
Tener la frontera en las condiciones en que la tuvimos en el último año, y aún en estos momentos en que se abrió el paso peatonal, no permite decir que ganaron Venezuela ni Colombia, ni los del Táchira ni los de Norte de Santander.
Lo fundamental aquí es reactivar la frontera, tener una nueva, una nueva apertura con posibilidades económicas y laborales para la gente.
Yo creo que claramente hay, según los estudios que hicimos y las encuestas de percepción, muchos sectores afectados, el de transporte, el de servicios, la hotelería, los carboneros, porque no tuvieron abierta la frontera para llegar con el producto hasta el lago de Maracaibo para llevarlo a los mercados internacionales.
¡Fue una ignominia!
Gladys Navarro, directora ejecutiva de Fenalco Norte de Santander
Es un hecho que el cierre de la frontera lo que produjo fue la pérdida de la integración, de la dignidad de los pueblos y el respeto a las personas.
Los problemas que originaron el cierre venían de tiempo atrás y debieron tratarse mucho antes por las autoridades venezolanas.
Hay que decir que la decisión unilateral que llevó a cerrar la frontera fue una ignominia.
No obstante, ganó el empresariado legalmente constituido, porque no sintió la presión del contrabando. Ganaron los establecimientos de comercio, porque pudieron recuperar el mercado original. No hay que olvidar que muchos cucuteños mercaban en Venezuela.
Perdieron muchos sectores empresariales, perdió la ciudad, porque perdimos el vínculo comercial con Arauca, éramos la despensa de ese departamento y un año después será muy difícil volver a recuperarlo.
También perdieron sectores importantes como los exportadores, los carboneros.
Hubo ganadores, pero principalmente fueron más los perdedores.
Una gran lección que dejó a los empresarios fue la de desprenderse de la independencia que se tenía con Venezuela. Encontró más oportunidades con otros aliados comerciales y ello también produjo el que el Gobierno Nacional se preocupara más por la región.