En Estados Unidos el 41% de la población reconoce que Facebook es su principal fuente de información en lugar de los medios tradicionales. Ni la televisión en sus mejores momentos ha tenido la potencia, la capacidad de aglutinar audiencias de Facebook, cuenta con más de 1.600 millones de usuarios activos en el mundo.
En España, ya sumamos unos 21 millones.Tanto es así que la sorprendente victoria de Donald Trump ha puesto en entredicho su propio fundamento: "Construir un mundo más abierto y más conectado", como dice su fundador, Mark Zuckerberg.
Porque en Estados Unidos se ha culpado a Facebook -y a otras redes sociales- de haber servido de canal de distribución de noticias falsas durante la campaña electoral -como que los Clinton eran pederastas o que el Papa pedía votar por Trump- que se convirtieron en virales y, según muchos, influyeron de forma decisiva en los resultados.
Las críticas han sido tantas y tan numerosas que han obligado al propio Zuckerberg a reaccionar. Ha anunciado una serie de medidas para luchar contra las "noticias falsas" -fake news-, aunque él prefiere hablar de misinformation -"desinformación"-.
En resumen, las propuestas del fundador de Facebook pasan por intentar atajar los errores que circulan por la red controlando de una u otra forma su difusión.
Habla de mejorar los famosos algoritmos para que identifiquen mejor la información errónea; de verificarla a través de terceros, o de trabajar conjuntamente con periodistas y editores para conocer mejor sus sistemas de filtrado de las noticias para asegurar su veracidad.
Zuckerberg reconoce que los problemas que se abren son complejos "técnica y filosóficamente", porque afectan a la razón de ser de Facebook. De ofrecer la herramienta para "compartir todo con todos" a tener que dirigir y controlar ese tremendo flujo de comunicaciones: "No queremos ser árbitros de la verdad ni desalentar el intercambio de opiniones", añade el fundador de Facebook.
Es el gran debate que ha generado el inesperado triunfo de Trump en relación con la comunicación: si las redes sociales son tan peligrosas que pueden hasta llevar a la presidencia de Estados Unidos a un outsider de la política, ¿pueden continuar funcionando por libre, como esa conversación mundial que nadie controla? ¿Hace falta alguien -editores- o algo -algoritmos- que se encarguen de ordenar, verificar y categorizar lo que se comenta? ¿Hay que convertir a Facebook y al resto de las redes -los buscadores creo que son distintos- en un "intermediario de la información" y que deje de ser una "plataforma de servicios interactivos"?
De ser así, Facebook sería considerado como un medio de comunicación más, como un periódico o una cadena de televisión, al que se le podrían exigir responsabilidades administrativas y penales por sus contenidos, ya fueran noticias engañosas o libelos.
En Estados Unidos ya se discute sobre este tema.En realidad, Facebook no es una conversación totalmente libre porque los famosos algoritmos van adecuando los contenidos a las preferencias del usuario. Y también porque prohibe la publicación de imágenes de violencia o de desnudos.
Pero sería un tremendo error y un paso atrás en la libertad de expresión tratar de aherrojar a Facebook con la excusa de evitar la desinformación. Para ello haría falta un peligrosísimo Gran Hermano -interno o externo- que vigilara para asegurar que por la red sólo circula la verdad -"¿Qué es la verdad?"-. Y es para analizar que este debate sobre el control de las redes se haya planteado con Trump, cuando por primera vez ha perdido el establishment.
Con información de El Mundo