Cuando Vladímir Putin dio la orden de invadir su vecina Ucrania, no se imaginó el costo que tendría que pagar por la acción.
Mario A. Beroes Ríos/El Político
Mucho menos pensó que lo que aseguraban sus generales y almirantes, sería una "invasión rápida y certera", se le convirtiese en una guerra que ya está por superar los tres meses, con una cantidad de civiles fallecidos que supera los 3.000.
El Gobierno de Volodímir Zelenski asegura que 1.300 de sus soldados han muerto en los combates y cifra en 23.000 el de los militares rusos, mientras las autoridades de Moscú señalan que han muerto 1.351 de sus efectivos y 14.000 militares ucranianos.
Según ACNUDH, entre el 24 de febrero y la medianoche del 27 de abril han muerto 970 hombres, 646 mujeres, 64 niñas y 76 niños, así como 70 niños y 1.073 adultos cuyo sexo no ha podido ser identificado.
La oficina de derechos humanos asegura que las cifras reales podrían ser considerablemente más altas y señala que todavía queda por comprobar información de algunas zonas en las que se han producido fuertes enfrentamientos.
¿Y si la guerra se prolonga?
El temor en Washington y en las capitales europeas es que el conflicto podría escalar pronto a una guerra más extensa, es decir rebasar las fronteras de los Estados vecinos, al ciberespacio y causar que los países de la OTAN enfrenten de manera repentina un corte al suministro de gas ruso.
A largo plazo, una expansión de ese tipo podría evolucionar en un conflicto más directo entre Washington y Moscú similar al de la Guerra Fría, ya que cada uno busca debilitar el poder del otro.
En los últimos tres días, el secretario de Defensa de Estados Unidos ha exhortado a un esfuerzo en aras de degradar la capacidad del ejército ruso para que no pueda invadir otro país en los próximos años.
Los rusos han cortado los envíos de gas a Polonia y Bulgaria, que se unieron a la OTAN tras el colapso de la Unión Soviética; Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, denunció de inmediato la decisión como un “instrumento de extorsión”.
Las explosiones han sacudido un área en disputa en Moldavia, un objetivo próximo obvio para los rusos, y depósitos de gas e incluso una fábrica de misiles en Rusia han sufrido misteriosamente incendios o han estado bajo ataque directo de las fuerzas ucranianas.
Arsenal nuclear ruso
“Nadie quiere que esta guerra escale más de lo que ya lo ha hecho”, dijo John Kirby, el portavoz del Pentágono, el miércoles cuando se le preguntó sobre las amenazas nucleares de Rusia.
“Con certeza, nadie quiere ver o nadie debería querer ver que escale a nivel nuclear”.
Funcionarios estadounidenses y europeos indican que, en parte, sus temores se basan en la convicción creciente de que el conflicto podría “continuar durante algún tiempo”, como lo mencionó hace poco el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.
Las conversaciones sobre una solución diplomática o incluso un cese al fuego, (lo que se ha intentado en diversos momentos por líderes de Francia, Israel y Turquía, entre otros), no han resultado.
Las fuerzas ucranianas y rusas se preparan para un conflicto largo, al enfocarse en lo que esperan será una guerra de artillería en el sur y este del país, donde Rusia ha concentrado sus fuerzas después de una retirada humillante de Kiev, la capital ucraniana, y otras ciudades clave.
Riesgo que el conflicto se extienda
Las bajas rusas siguen acumulándose y Estados Unidos está comprometido a enviar armas más poderosas que están causando esas bajas, y tarde o temprano el servicio de inteligencia militar rusa podría comenzar a fijar como objetivos esos envíos de armas dentro de las fronteras de la OTAN.
No todas las líneas de comunicación entre Washington y Moscú se han interrumpido. Estados Unidos y Rusia anunciaron un intercambio de prisioneros el miércoles por la mañana.
La operación se llevó a cabo en secreto en Turquía, donde Trevor Reed, un infante retirado de la Marina, fue intercambiado por un piloto ruso a quien durante mucho tiempo el Departamento de Justicia había calificado como “un narcotraficante internacional experimentado”.
Pero incluso eso tenía un aire a la Guerra Fría, destacando cuánto del conflicto actual también es una lucha de poder entre Washington y Moscú.
Para Stephen Kotkin, profesor de la Universidad de Princeton y miembro sénior de la Institución Hoover en Stanford, en una entrevista en el New York Times, afirmó que “el final de la Guerra Fría original fue un espejismo”, así como el esfuerzo por integrar a Rusia en Occidente colapsó lentamente.
Putin: ¿Y después de Ucrania?
Por su parte, el presidente Joe Biden ha respaldado la teoría de que Putin tiene planes que van más allá de Ucrania.
El 24 de febrero, día en que comenzó la invasión, declaró que “siempre se trató de pura agresión, del deseo de Putin de un imperio por cualquier medio necesario”.
No obstante, hasta el momento, la guerra ha permanecido en gran parte dentro de los límites geográficos de Ucrania.
Estados Unidos y sus aliados afirman que su meta era hacer que Rusia retirara sus fuerzas de manera “irreversible”, como Blinken lo expresó, y respetar las fronteras de Ucrania como existían antes de la invasión.
Biden se rehusó a imponer una zona de exclusión aérea que enfrentaría a pilotos estadounidenses y rusos. Putin denunció el ingreso de armas occidentales para ayudar al ejército ucraniano, pero nunca ha atacado esas líneas de suministro dentro de territorio de la OTAN. Esa moderación se está fracturando.
Petroleo y gas como chantaje
Cuando Gazprom, el gigante energético de Rusia, cortó el suministro a Polonia y Bulgaria, sin duda una advertencia de que Alemania (que depende enormemente del gas ruso) podría ser el siguiente país en sufrir lo mismo.
Rusia estaba usando su arma económica más potente al enviar un mensaje de que era capaz de generar dolor y, en el próximo invierno, un frío considerable a Europa del Este y occidental sin lanzar un disparo.
Funcionarios estadounidenses manifestaron que era un esfuerzo claro para fragmentar a los aliados de la OTAN, que hasta el momento han permanecido unidos.
Por coincidencia o no, Putin tomó la decisión justo después de que el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, fue más allá de la declaración con frecuencia repetida del gobierno y mencionó que deseaba asegurarse de que Rusia concluyera su experiencia en Ucrania estratégicamente debilitada.
No es sorprendente que ambas partes estén jugando con el temor de que la guerra se pueda extender, en campañas de propaganda que son paralelas a la guerra sobre el terreno.
Con frecuencia, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, plantea esa posibilidad en sus discursos radiales vespertinos.
Hace dos semanas, imploró más armas a los aliados de la OTAN, y argumentó que “podemos detener a Rusia o perder toda Europa del Este”.
Rusia tiene su propia visión, y suele argumentar que sus objetivos van más allá de la “desnazificación” de Ucrania y la eliminación de las fuerzas y las armas de la OTAN de los países aliados que no albergaban ninguna de esas instalaciones antes de 1997.
Las frecuentes referencias de Moscú al riesgo creciente de una guerra nuclear parecen tener la intención de recordar que Occidente no debe presionar demasiado.