No se sabe si por convicción, u obligado por la enorme crisis económica y social en la que ha sumergido el país, Nicolás Maduro parece que está dispuesto a ceder o aceptar una apertura democrática.
Mario Augusto Beroes Ríos/El Político
Algunos gestos así parecen indicarlo. En las últimas semanas, el dictador venezolano ha recibido agrupaciones de sindicalistas y empresarios, muchos de líea moderada, quienes han solicitado la recomposición institucional del país.
Los reclamos sobre los múltiples trastornos de los mecanismos republicanos de la nación han sido "discutidos" en El Palacio de Miraflores, donde se han efectuado dichas reuniones, inclusive Maduro, una vez más ha vuelto "a reactivar el diálogo nacional con todos los sectores políticos, culturales, sociales".
21 de abril
Para el 21 de abril el Gobierno se dispone a instalar el Foro de Diálogo Social, con presencia de miembros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), así como también miembros del principal gremio empresarial, Fedecámaras, tradicional enemigo del régimen.
Las relaciones con Fedecámaras parecieran haberse distendido un poco.
El empresariado ha aprovechado la zanja para hacerle ver a los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, dos de los dirigentes chavistas que comandan esta estrategia, sobre la inconveniencia en los constantes cambios de tono de Maduro con los capitales y las potenciales dificultades para aumentar la inversión privada en el país sin seguridad jurídica.
La decisión sobre la devolución de activos expropiados al sector privado tiende a enseriarse.
En el chavismo están a favor de la medida, a pesar de algunas resistencias. El peso económico no lo soporta el régimen.
¿Se le cree a la dictadura?
Asediado desde todos los frentes hace unos tres años, desconocido por parte importante de la sociedad venezolana durante muchos meses, sancionado internacionalmente, Maduro inicia una ofensiva para adelantar una apertura política y económica, que podría permitir recuperar autoridad ante sus adversarios y conjurar definitivamente los intentos por sacarlo del poder.
Mientras lo hace, Maduro tiene frente a sí a un frente político opositor disperso y debilitado, con diferencias casi irreconciliables entre sus facciones y lastimada su autoridad frente a su militancia.
Negociaciones en México: Punto muerto
El madurismo ha ejecutado un ajuste económico sanguinario.
Además, las expectativas de cambio que promovía Juan Guaidó han sido frustradas y las cosas cambiaron. Esa es la realidad.
Falta saber cuánta seguridad hay de que se efectúe la consulta electoral en 2024.
Mejorar la economía
Los estudios de opinión recogen que la población parece centrada en mejorar su vida económica cotidiana como una prioridad y se desinteresa de la política.
Los empresarios agroindustriales más enemistados con el gobierno han atendido el llamado para la devolución de propiedades.
La apertura política es para el régimen de Maduro una necesidad.
El régimen busca consolidar las divisiones en el frente opositor. Algunos opositores han sido comprados con la corrupción; la mayoría ha sido ferozmente reprimida e inhabilitada políticamente, y con otros busca tratar de entenderte ofreciendo opciones.