Cuando Dayana Suárez escapó de la misión médica en el estado Lara, en Venezuela, ya no existía el Cuban Medical Professional Parole (CMPP), creado en el 2006 para dar refugio a los profesionales de la salud que huían de las misiones encomendadas por La Habana.
Suárez es odontóloga. Llegó a Colombia hace justo un año con la esperanza de reconstruir su vida en ese país, pero la imposibilidad de legalizar su estatus migratorio la empujó a la selva para alcanzar la frontera sur de Estados Unidos y pedir asilo político. Esta misma decisión la han compartido muchos de los médicos cubanos que quedaron varados en Bogotá tras la repentina decisión del ex presidente Barack Obama de eliminar el CMPP en enero del 2017.
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“Sabía que no existía ya el Parole, pero en el infierno de Venezuela no me podía quedar y a Cuba tampoco quería regresar porque temía por mi futuro”, dice esta doctora vía telefónica desde México a el Nuevo Herald.
La joven, de 27 años, relata que hizo parte de su camino a través de la selvas panameñas acompañada por un grupo de cubanos que la abandonó tras un ataque de asma. Durante 17 días tuvo que enfrentarse sola a caminos impracticables y a los peligros de la selva tropical.
“Tengo los pies destrozados por las caminatas. Cuando salí de la selva ni siquiera podía abrir la boca porque del miedo la apreté tanto que la mandíbula se me quedó cerrada”, relata.
Dayana recibió ayuda de las autoridades y de las comunidades indígenas panameñas. Tras recuperarse parcialmente continuó su travesía y ahora espera en México un salvoconducto que le permita llegar a la frontera sur de Estados Unidos para pedir asilo político. No tiene seguridad de que se lo otorguen, pero no le queda “más remedio” que intentarlo, según ella.
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“Terminé con un herpes de grado tres, pero volvería a hacer esta travesía porque quiero alcanzar la libertad”, dice la odontóloga.
La presencia de médicos y profesionales de la Isla que escapan de Venezuela es eclipsada por el aumento de venezolanos que emigran de su país y han provocado una verdadera crisis humanitaria en Colombia. Según datos de Migración Colombia, más de 550,000 venezolanos permanecen en el territorio del país vecino, muchos de ellos, de forma indocumentada.
Para Misael Hernández, un médico de 27 años natural de Guantánamo, la selva no es el camino a seguir. Hernández está indocumentado en Colombia desde el pasado mes de junio, después de escapar del estado Sucre el año pasado en compañía de su esposa de nacionalidad venezolana.
“Hemos crecido dentro de Cuba con un sistema educativo que te enseña a servir al Estado. Cuando uno sale de misión cree que está ayudando a un país hermano y que será bien recibido allí, pero apenas pisas suelo extranjero te das cuenta de que todo es una farsa, pura demagogia”, dice Hernández.
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La realidad, en cambio, lo golpeó desde el primer momento. Apenas habían pasado 15 días de su graduación como médico cuando le informaron que requerían su servicio en Venezuela. Tras una semana en el aeropuerto de Maiquetía, en Caracas, esperando por su ubicación, lo destinaron a Sucre, un estado en el oriente del país asolado por el crimen y la delincuencia organizada.
“Me pusieron de jefe en un Centro de Diagnóstico Integral (CDI). Allí tuve que enfrentarme a la falta de medicamentos y equipos”, explica.
Hernández denuncia que las autoridades de la misión médica cubana en Venezuela falseaban las estadísticas de ingresos y los gastos médicos. “Teníamos que tener un por ciento de llenado en las salas y utilizar medicamentos más caros para tratar infecciones y otras enfermedades comunes. Era la manera en que el gobierno cubano presentaba más gastos a Venezuela para obtener más beneficios”, explica.
Cuba tiene profesionales de la salud desplegados en 62 países y son su principal fuente de divisas. Según cifras oficiales, la Isla obtiene más de $11,500 millones cada año por el trabajo de sus profesionales en el extranjero, pero los salarios de estos raramente exceden los $60.
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El médico recuerda que en más de una ocasión los “malandros” (delincuentes) le pusieron una pistola en la cabeza y le exigieron que reanimara los cuerpos sin vida de otros malandros heridos de bala: “Un día trajeron a uno con las tripas afuera. Tuve que llamar a una ambulancia y gritar que estaba vivo, aunque no era cierto, para salvar mi vida”.
Otra noche fue víctima junto a una enfermera venezolana de un robo en el CDI. “Nos quedamos en silencio mientras robaban para que no nos mataran. Fue aterrador”, relata con la voz quebrada.
Hernández decidió huir a Colombia junto a su esposa. Para salir del país tuvo que utilizar las trochas, porque los guardias fronterizos venezolanos no permiten a los profesionales de la Isla que usan pasaporte oficial (rojo) salir del país por vía terrestre. Desde entonces trabaja clandestinamente y está en Colombia sin documentos. “Es duro. Es difícil, pero siempre será mejor que estar en Venezuela”, dice.
Muchos médicos y profesionales cubanos viven en áreas populares del distrito Kennedy, en Bogotá, la capital colombiana. Han perdido la esperanza de que Estados Unidos retome el programa que les permitía ser acogidos como refugiados.
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“A muchos de los médicos que estamos en Colombia no nos ha quedado más remedio que acoplarnos e intentar trabajar aquí en estas condiciones”, dice Hernández, quien calcula que al menos 1,000 profesionales cubanos permanecen en este país.
El doctor Julio César Alfonso, presidente de la asociación Solidaridad Sin Fronteras, una ONG con sede en Miami que se dedica a auxiliar a los profesionales cubanos que escapan a terceros países, dice que continúan trabajando de la mano de los congresistas de Florida para restaurar el programa derogado por Obama.
“Si no es el Cuban Medical Professional Parole será otro programa parecido que permita a los profesionales cubanos escapar de esa forma de esclavitud”, dijo a el Nuevo Herald, aunque se negó a ofrecer mayores detalles. Alfonso dice que mantiene comunicación con decenas de médicos en terceros países que continúan huyendo a pesar del fin del programa norteamericano.
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El principal obstáculo a la creación de un programa similar al Parole es, según Alfonso, “la agenda del actual presidente Donald Trump”, que busca regular el flujo migratorio a Estados Unidos.
“Los médicos cubanos siguen huyendo a pesar de que ya no existe el programa Parole. El gobierno cubano siempre dijo que los médicos se iban porque eran tentados por Estados Unidos. Ya no hay tentación y siguen yéndose. El problema entonces lo tienen en casa”, explica.
Vía: El Nuevo Herald