Pasan los meses en el segundo año de Joe Biden como Presidente de Estados Unidos sin que uno de los principales problemas de ese país sea abatido: la inflación. El aumento de precios, atípicamente alto para EE.UU., mantiene a las masas preocupadas y nubla el panorama de una recuperación posterior a la pandemia de covid-19.
Alejandro Armas/El Político
Los pronósticos de que la cosa duraría poco, hechos por asesores financieros de la Casa Blanca y por economistas afines al gobierno, han sido errados. Al ejecutivo se le agotan el tiempo y las excusas al respecto. Se acercan unas elecciones al Congreso que pudieran definir el resto de la presidencia de Biden.
Mal recuerdo
En marzo, la inflación interanual en Estados Unidos fue de 9,8%, la más alta desde 1981. Apartando incluso la gran extensión de este período de tiempo, la fecha es importante. En la década de los 70, la economía norteamericana experimentó estanflación (inflación elevada más estancamiento del producto interno bruto).
Para salir de semejante embrollo, la Reserva Federal (el banco central de EE.UU.), bajo la dirección del economista Paul Volcker, tuvo que aplicar medidas drásticas. El costo de acabar con la inflación alta fue una breve pero fuerte recesión y un aumento sustancial del desempleo.
El gobierno de Biden y la Reserva Federal, hoy bajo la conducción de Jerome Powell (designado por Donald Trump) han tratado de evitar reeditar aquellos pesares a toda costa. El precio de mantener la economía a flote durante la pandemia de covid-19 ha sido la oleada inflacionaria actual, alentada entre otras cosas por el gasto público. Las autoridades en Washington pensaron que podrían mantenerla a raya sin tener que repetir las soluciones de principios de los 80.
Ahora, hasta la Reserva Federal duda sobre la ruta escogida. Se prepara para una posible subida de las tasas de interés que desacelere tanto la inflación como el crecimiento. ¿Es muy tarde para evitar otra recesión? ¿O el temor es infundado y el remedio de ralentizar el desarrollo terminará siendo peor que la enfermedad? Ese es el dilema para el gobierno y el ente emisor.
Pretextos agotados
Aunque el gasto público es un factor clave detrás de la inflación, no todas las causas son responsabilidad del gobierno de Biden. Una de estas es la crisis global en la cadena de suministros por la pandemia de covid-19. Otra es la invasión rusa de Ucrania. Esto ha permitido al entorno presidencial desestimar algunas críticas al respecto.
Los defensores de la estrategia económica de la Casa Blanca arguyen que, al comparar con otros países desarrollados, el plan queda reivindicado. Sostienen que la recuperación en Estados Unidos ha sido más rápida que en Europa, pese al costo de la inflación.
Pero esta comparación, como técnica para justificar el desempeño del ejecutivo, tiene sus debilidades. Un análisis comparativo de The New York Times halló que la Eurozona, Canadá y Japón han recuperado empleos perdidos por la pandemia a un paso más rápido que EE.UU. Sin tener una inflación tan alta.
De todas formas, los votantes promedios rara vez prestan mucha atención a los detalles macroeconómicos. Mientras sus finanzas personales sufran, estarán descontentos. Eso le complica las cosas a Biden y da a sus oponentes republicanos una buena oportunidad para obtener mayorías en el Congreso en las elecciones de este año.