¿Puede una máquina discernir entre el bien y el mal? ¿Puede un software determinar qué es correcto y qué es inadecuado?
El Político
Ambas preguntas, frecuentes en campos como la robótica, la computación y la programación, pueden tener como respuesta un “sí” condicionado.
Desde que empezaron a desarrollarse y hasta este punto de la historia, los computadores y sus programas informáticos están en la capacidad de hacer múltiples tareas.
Esas actividades son posibles gracias a un “imput”. Se trata de un compendio de datos que, luego de ser suministrado, limita y determina la funcionalidad de los ordenadores y sus programas.
Tal realidad, sin embargo, podría cambiar radicalmente. La inteligencia artificial (IA) que hoy conocemos trabaja, en gran medida, con la información que le es proporcionada por el usuario.
Pese a todo, el vertiginoso desarrollo de la herramienta apunta a un futuro no muy lejano, en el que la IA estará dotada de absoluta autonomía.
Con tal posibilidad a la vuelta de la esquina, los líderes del mundo empiezan a tomar sus previsiones.
Esta misma semana, el Ejecutivo que encabeza el presidente Joe Biden emitió una orden ejecutiva que establece normas para la inteligencia artificial.
Se trata de una acción inédita que convierte a Estados Unidos en el primer país de la Tierra que trabaja para regular la IA.
Con su ritmo particular, la Unión Europea (UE) también avanza en ese sentido. El bloque podría estar presentando su propio marco legal hacia finales de este año.
En medio de tales esfuerzos, cabe preguntarse: ¿por qué se le teme a la inteligencia artificial?
Ladrón de empleos
La IA que existe hoy en día es empleada en maquinaria automatizada para realizar trabajos en fábricas, almacenes y también en el campo.
La rápida expansión de la herramienta sugiere, sin embargo, que muy pronto irá más allá de la producción agraria o la manufactura.
Se estima que la IA generativa puede apuntarle a trabajos administrativos, por lo que es posible que los profesores, abogados o periodistas sean reemplazados por la inteligencia artificial.
Si ello ocurre, ¿qué sucederá con esos profesionales? El dilema ha generado un debate de conclusiones poco claras.
Algunos apuntan a un consenso que permita compartir la riqueza generada por las máquinas con los trabajadores que han sido liberados de ciertas cargas laborales.
Otros, por su parte, creen que las empresas terminarán optando por los mayores beneficios de una inteligencia artificial que puede ser altamente eficiente, sin cobrar, agotarse o exigir vacaciones.
Fábrica de información falsa
La existencia de noticias falsas no es una realidad de nuevo cuño. La IA, sin embargo, ha permitido llevarlas hasta otro nivel.
A través de la IA es posible robar y suplantar la identidad de cualquier persona.
Lo anterior es factible gracias a la realización de reproducciones falsas, en las que se simula la voz o imagen de un determinado individuo.
Con ello, la inteligencia artificial hace posible reconstruir la imagen de cualquier ser humano para poner en sus labios palabras que, en realidad, nunca dijo.
Con esa capacidad como telón de fondo, la inteligencia artificial se convierte, entonces, en una herramienta que podría ser usada para difundir información errónea, difamar o, incluso, cometer fraude.