Las encuestas no están acompañando al Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su campaña de reelección.
El Político
El último sondeo, realizado por The Washington Post y la cadena de televisión ABC – que se basó en las respuestas de votantes registrados en todo el país- le dio una sólida ventaja de 15 puntos a su contendiente, el candidato demócrata Joe Biden.
En concreto, 55 por ciento de los consultados aseguraron inclinarse hacia el candidato de la oposición, mientras que un 40 por ciento indicó que optará por un segundo mandato del actual Presidente.
Desde mediados de junio a la fecha se han realizado nueve grandes encuestas nacionales. En siete de ellas Biden obtuvo una ventaja de más de diez puntos. Cuando se consideran todos los sondeos realizados en las últimas semanas, incluyendo algunos más pequeños, el promedio de encuestas realizado por Real Clear Politics también le da al demócrata una ventaja significativa: 8,6 puntos a favor, una cifra muy por encima del margen de error, que suele rondar el 3 por ciento.
Si bien es cierto que en el pasado las encuestas se han equivocado enormemente –siendo el caso más reciente la contienda entre Hillary Clinton y Donald Trump donde los números favorecían a la ex Secretaria de Estado-, a poco más de tres meses para la elección el único precedente con semejante diferencia en intención de voto es el caso de Bill Clinton, en su primera elección frente a George Bush padre. Clinton se impuso en esos comicios.
Según los analistas, la balanza se inclina ahora a favor de Biden, y tiene como uno de sus factores principales el enojo de parte la población respecto de la manera en que la Casa Blanca está manejando la crisis del coronavirus.
Biden, por su parte, ha limitado sus apariciones públicas. Casi sin eventos públicos y mínimos contactos con la prensa, el demócrata es un candidato casi mudo. No obstante, esa estrategia -que busca dejar el reflector sobre el accionar de la Casa Blanca, con la intención de que continúen con un accionar que generó la condena de parte del electorado- pareciera estar funcionándole.
De todos modos, más allá de lo que indiquen las encuestas a nivel nacional, debido a que las elecciones en Estados Unidos se basan en el sistema del Colegio Electoral -donde no prevalece el voto popular, sino que cada estado realiza su elección y allí el ganador se lleva una cantidad de votos proporcional a su población- las batallas se pelean en menos de 10 de los 50 estados.
Este sistema implica que un candidato puede ganar el voto popular, pero si no obtiene los suficientes votos electorales -270, en concreto- no logrará la presidencia. Eso es precisamente lo que le ocurrió a Hillary Clinton en 2016.
Cuando se analizan las encuestas en los “estados pendulares” -conocidos como swing states en inglés, en referencia al hecho que tienen mayores posibilidades de variar en su elección y suelen ser claves a la hora de definir la elección- la situación tampoco es prometedora para Trump.
A excepción de Iowa, donde la intención de voto según las encuestas favorece al republicano, en los otros cinco estados pendulares las encuestas ponen a Biden como vencedor. Entre estos estados el más importante es Florida: el estado sureño aporta 29 votos electorales, siendo de esta manera el tercero en importancia para el colegio electoral junto con Nueva York. Según el promedio de Real Clear Politics, Biden tiene una ventaja de 6,4 por ciento en Florida, que en las últimas semanas se ha convertido en el nuevo epicentro de la pandemia en el país.
Pero más allá de la gran sorpresa que siempre son los estados pendulares, hoy en la política estadounidense el estado que tiene a todos desconcertados es Texas. El gigante del sur aporta 38 votos electorales, siendo así el segundo estado que más votos genera detrás de California.
Desde 1976, Texas siempre ha votado a favor de los candidatos republicanos. Se lo considera una de las regiones más sólidamente rojas -por el color del partido, en contraste con el azul demócrata- del país. Pero según varias encuestas realizadas allí, este inusual 2020 también podría llegar a cambiar eso.
Desde comienzos de junio, ocho encuestas han dado un empate virtual (con una leve ventaja a Biden) en ese estado. Perder Texas significaría no tener posibilidad de ganar la elección general para el Presidente Trump. Se sabe que California, como siempre lo ha hecho a excepción de la elección de Ronald Reagan, votará a favor del candidato demócrata, aportando 55 votos electorales, casi un 20 por ciento del caudal necesario para la presidencia.
Si a eso se le suman los 29 votos que aporta Nueva York (donde la elección parece estar claramente inclinada a favor de Biden), Texas se convierte en un territorio vital para el Presidente Trump. De no obtenerlo en las elecciones, debería sumar casi todo el resto del país para contrarrestar la suma de Biden.
El caso de Texas está también directamente ligado al coronavirus. El estado es uno de los más afectados en el país, y hasta el gobernador republicano Greg Abbot ha desafiado públicamente al presidente en temas como el uso de las mascarillas o el cierre de la economía.
Además hay otros dos factores en juego: la enorme población latina, mayormente mexicana, de Texas -que a diferencia de muchos cubano-americanos y venezolanos en el sur de la Florida suele tener grandes diferencias con el Presidente- y los republicanos más tradicionales que no siempre se alinean detrás de Trump. Texas es tierra de los Bush, quienes públicamente se han distanciado del presidente.
En política, tres meses pueden cambiarlo todo. Pero los números de las encuestas están inquietando a la campaña del Presidente Trump, algo que se vio ilustrado en el reemplazo de su jefe de campaña, Brad Parscale.
Fuente: Infobae