El opositor cubano José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), fue secuestrado sin garantías legales en octubre de 2019 durante un operativo policial. Desde entonces, Ferrer permanece incomunicado sin que se conozcan los verdaderos motivos de su detención.
Juan Carlos Sánchez/ El Político
Desde hacía tiempo, el régimen castrista venía utilizando todo tipo de artimañas para fabricarle un delito común y estigmatizarlo. Pero las burdas mentiras con las que esta vez intentó montar su aparatoso arresto se han derrumbado rápidamente.
Según Granma, instrumento de propaganda política del gobierno, la detención de Ferrer, a quien tilda de “contrarrevolucionario” y “agente asalariado al servicio de Estados Unidos” se produjo “en respuesta a la denuncia presentada por un ciudadano cubano, quien acusa a Ferrer y a otros tres individuos de haberlo secuestrado durante toda una noche y propinado una severa golpiza que lo dejó en condiciones de ingreso hospitalario”.
Tras publicarse la nota oficial de Granma, Carlos Amel Oliva, portavoz de la organización disidente, denunció que se trataba de una “una farsa judicial” montada por la policía política con agentes que estaban infiltrados en las propias filas de Unpacu.
El último episodio de esta patraña, al estilo de los procesos ficticios que organizaba el poder estalinista para frenar el liderazgo de los disidentes, ha sido el anuncio de la Fiscalía cubana, en una caricatura de juicio, que pide para Ferrer nueve años de prisión por los cargos de “lesiones y privación ilegítima de la libertad”.
José Daniel Ferrer, que cumplirá este mes de febrero cuatro meses en una celda de castigo en la que, según su esposa, le niegan el acceso a sus medicamentos, es un opositor muy conocido y respetado en Cuba e internacionalmente por formar parte del "Grupo de los 75″ disidentes condenados a duras y largas penas durante la ola represiva en marzo de 2003, pero sobre todo por ser uno de los promotores del Proyecto Varela, liderado por el fallecido disidente Oswaldo Payá.
Además de su caso, el régimen castrista acumula un largo catálogo de prisioneros políticos, que son puestos en libertad únicamente para morir tras privarles de los medicamentos y los tratamientos adecuados, con graves secuelas físicas producto de torturas y malos tratos.
Los familiares de José Daniel Ferrer han demandado repetidamente al gobernante cubano Miguel Díaz-Canel la liberación del activista, sin recibir respuesta. Pero se sabe que detrás está la mano siniestra de Raúl Castro y sus testaferros que buscan la asfixia de los principales focos de pensamiento independiente en Cuba.
Por mucho que se empeñe la propaganda oficial cubana, en verdad el régimen castrista está preocupado por su fracaso y por el creciente malestar en la Isla. La economía no marcha bien, la información no puede ser controlada gracias a internet y la base comunista de su liderazgo no puede mantener indefinidamente a una élite represiva que está tomando medidas para aterrorizar a la oposición y limitar su capacidad de organización.
El blanco de la nueva oleada represiva son los periodistas y los más destacados líderes disidentes. Y en el marco de esta escalada, las autoridades han vuelto a embestir contra Ferrer, un blanco recurrente en todos sus operativos.
Decía Platón que “la peor forma de injusticia es la justicia simulada.” El caso de José, sometido a un inhumano encarcelamiento en la prisión de Aguadores, en Santiago de Cuba, transgrediendo las convenciones internacionales sobre derechos humanos, le han convertido en un símbolo de los abusos e injusticias que cometen las dictaduras contra quienes intentan plantarles cara.
Esta resistencia heroica frente un régimen despiadado y totalitario tiene algo de advertencia. La de los quijotes de la democracia que de la noche a la mañana pasan de presidiarios a ser líderes de un pueblo. Es la condena que acosa a su carcelero.
Pero su secuestro no puede limitarse a causar una sucesión de lamentos y denuncias bienintencionadas. La libertad inmediata de José Daniel Ferrer, y de todos aquellos que alzan su voz contra la tiranía cubana, merecen algo más que la indiferencia de las instituciones y de los líderes internacionales -EE. UU. el primero- que no deberían mirar hacia otro lado.
Los responsables del secuestro de José Daniel Ferrer y de todos los opositores que como él sufren en las cárceles cubanas, no deberían sentirse seguros en ningún lugar del mundo. Sus torturas y crímenes son contra la humanidad y, por lo tanto, todos los países democráticos son responsables de llevarlos, tarde o temprano, ante un tribunal para que paguen por sus fechorías.
Analista y consultor