El máximo representante de los judíos ultraortodoxos en el gobierno israelí, el ministro de Salud Yaakov Litzman, no pone excusas al estilo de vida tradicional que postula, a pesar de que irrita a las corrientes mayoritarias de Israel y pone en peligro sus perspectivas económicas.
Insiste en que eludir el servicio militar, rechazar la educación secular y criar grandes familias con subsidios del gobierno son todas cosas que sirven el más noble de los propósitos: una vida dedicada al estudio de las escrituras que preservan las centenarias tradiciones judías y que a la larga van a producir el retorno del Mesías.
"Sentarse a estudiar es mitzvah", un mandato divino, declaró a la Associated Press. "Lo más importante".
Pero la visión provinciana que personifica está siendo cuestionada por una nueva generación de judíos jaredíes, o ultraortodoxos, que exigen acceso a títulos académicos, profesiones satisfactorias, un mayor papel para las mujeres y una inmersión más profunda en la sociedad israelí.
"Nos enfocamos en el futuro, en lo que será de la próxima generación", expresó Avigayil Karlinsky, activista social de 28 años. "Soy parte de la Israel más grande y quiero que mi voz sea escuchada".
La mujer dijo que la aversión que siente el liderazgo de los ultraortodoxos al progreso y la integración obedece a su deseo de conservar poder político y no al de servir a su comunidad. Hasta hace poco, ese tipo de críticas abiertas eran impensables, pero están ganando terreno a medida que gente como Karlinsky trata de cambiar ese mundo desde adentro.
Expertos vienen advirtiendo desde hace tiempo que las altas tasas de nacimientos combinados con altos niveles de pobreza, desempleo y escasa educación de los jaredíes podrían afectar fuertemente las perspectivas económicas de Israel.
Esto es algo que admiten los propios jaredíes, pero rechazan la injerencia de otros sectores e insisten en que cualquier cambio tiene que venir de adentro y seguir un curso natural.
Sectores de adentro y de afuera de la comunidad afirman que hace falta una reforma integral, con mayor énfasis en la enseñanza de matemáticas, inglés y computación. También abundan las exhortaciones a que se integren a la mayoría secular de Israel.
Los jaredíes ("temerosos de Dios" en hebreo) son el sector de crecimiento más rápido en Israel.
Actualmente constituyen el 11% de los 8,5 millones de israelíes y la mayoría viven por debajo del nivel de pobreza, según un reciente estudio del Instituto por la Democracia de Israel, un grupo de estudios independiente. Sus tasas de crecimiento son cuatro veces la de la población judía en general en Israel y se espera que para el 2024 representen el 14% de la población, para el 2039 el 19% y para el 2059 el 27%, de acuerdo con el instituto.
Gilad Malach, investigador especializado en esta comunidad, dijo que ya se han puesto en marcha algunas reformas. Indicó que la mayoría de los jaredíes trabajan, comparado con solo un tercio en el 2003. Las mujeres siguen siendo la mayor fuente de sustento y sus tasas de empleo del 75% son comparables a las de la población en general, de acuerdo con Malach.
La cantidad de jaredíes que se enrolan en las fuerzas armadas o que buscan títulos universitarios también aumentó, pero ultraortodoxos modernos como Karlinsky representan apenas el 10% de esa comunidad, según la activista. Y los líderes de esa comunidad esperan que todo siga así.
"Su actitud es que ‘nada ha cambiado"‘, dijo Malach. "Pero la gente es más sofisticada. Todo jaredí sabe que hay que hacer ajustes".
El estado ofrece programas de capacitación becas y otros incentivos a los jaredíes.
Malach, no obstante, sostiene que "no hay una visión para ellos. (Los jaredíes) No tienen planes, sería mejor si la iniciativa la tomasen ellos".
Litzman, quien es bastante popular entre el público en general por sus campañas contra la comida chatarra y a favor del uso de la marihuana con fines médicos, resiste los llamados a que su comunidad cambie.
Dice que las bajas tasas de delincuencia reflejan sus valores superiores y afirma que la insistencia en estudios intensivos de la fe judía desde temprana edad inculcan aptitudes que les permitirán a los jaredíes estudiar otras profesiones más adelante.
"Siempre hay cosas nuevas a las que tenemos que habituarnos y ver si nos resultan aceptables, pero la halajá (ley judía) no cambia", afirmó. "Hasta que llegue el Mesías, seguiremos así".
Karlinsky asegura que ella también se guía por sus principios religiosos, pero cuestiona lo que considera actitudes hipócritas de los líderes de la comunidad, que se aferran a las tradiciones para mantener su control y reforzar una victimización falsa.
Su esposo era un brillante seminarista en Jerusalén hasta que decidió que eso no era para él. Decidió estudiar computación y ahora trabaja con colegas seculares en las oficinas de Google en Tel Aviv.
Ella creó un grupo de apoyo en Facebook para gente que piensa como ella y otro para víctimas de abusos sexuales en la comunidad jaredí, algo que hasta ahora era tabú. Planea enviar a sus dos hijos pequeños a escuelas jaredíes, pero asegurarse también de que aprenden inglés para que tengan más opciones en la vida.
"No me asustan los cambios", expresó, rechazando la noción de que un mayor contacto con el resto de la población judía generará una asimilación. "Quienes temen sentirse tentados por el secularismo tal vez no tengan convicciones tan firmes", sostuvo.
En Elad, ciudad de 50.000 residentes, la mayoría de ellos jaredíes, en el centro del país, los ultraortodoxos procuran encontrar un equilibrio entre los dos extremos. Tiene las tasas de empleo, los salarios y la matriculación en escuelas secundarias más altas de todas las comunidades jaredíes de Israel. Cuenta asimismo con calles limpias, vínculos estrechos con localidades vecinas seculares y árabes, y abundantes servicios públicos, incluidas bibliotecas, teatros y centros comunitarios.
El alcalde Yisrael Porush, de 35 años, padre de seis hijos y miembro de una prominente familia jaredí, dijo que su principal objetivo es desarrollar la ciudad y generar oportunidades para sus residentes.
"Les abro la puerta y no tiene que ser acosta de los estudios", manifestó. "El mundo avanza y todos se quieren sentir iguales".
Prefirió no responder preguntas sobre el apego de la sociedad jaredí a los dictámenes de los grandes rabinos, pero estaba claro que disfrutaba la llegada de empresas y universidades que tienen sucursales aquí que acomodan las necesidades de los jaredíes, con espacios separados para que trabajen las mujeres y horas flexibles para las madres que trabajan.
"Todos entienden que debes mantener tu familia", expresó. "Pero si vienes con un arma, con un látigo o con amenazas, entonces si va a haber problemas".
Con información de EFE