Predecir, adivinar el futuro, o pronosticarlo puede ser fácil para algunos, empero efectuarlo utilizando datos creíbles, es mucho más complejo, por estar éstos sometidos, cuando menos, a comprobación de su certitud: yacen acumulados en laboratorios y en las mentes de científicos, lo cual dificulta su adquisición. De acuerdo a las leyes de la física no es posible.
Sin embargo, la utilización mundial de la energía es tan crítica, que se hace imperativo tratar de colocarse en ese futuro desconocido, lleno de interrogantes, pronosticarlo para evaluar su papel aproximado,. Así, surge la obligación de investigar sus fuentes, sus usos y, en fin todas sus relaciones, para poder programar con exactitud el manejo de la energía en el futuro, en sus formas más convenientes y en cada sector. Solo es válido efectuar una extrapolación.
Gonzalo J. Morales, académico
La disponibilidad permanente de energía se ha convertido en tema de importancia primordial, política, geopolítica y estratégica mundial. Quienes la disponen la convierten en factor ventajoso como arma de guerra, quienes la carecen realizan todo tipo de negociación para tenerla.
Desde fines de 2019 la humanidad resiste impactos destructivos. Lo que vemos es más que la progresión de otro ciclo económico. La turbadora combinación de una pandemia global agravada por la escasez de energía, la rápida inflación y las tensiones geopolíticas que se desbordan por una guerra indeseada e injustificada hace que la gente cuestione qué certezas quedan. Tales eventos podrían incluso sentirse como “un grupo de terremotos” que está remodelando nuestro mundo.
Esto es repetitivo. "Terremotos" similares han golpeado el pasado: inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, durante el período alrededor de la crisis del petróleo (1971-73) y en la desintegración de la Unión Soviética (1989-92). Como un terremoto real, cada uno de ellos cambió el panorama global con la liberación repentina de poderosas fuerzas subyacentes que se habían estado acumulando alrededor de una línea de falla a lo largo del tiempo, pero en estos casos, se desarrollaron durante pocos años en lugar de en un big bang.
Cada uno marcó el comienzo de una nueva era: el auge de la posguerra (1944-71), la era de la contención (1971-89) y la era de los mercados (1989-2019). ¿Estamos ahora en la cúspide de una nueva era presagiada por los terremotos de hoy? Preparémonos.
¿Qué hacen los países al respecto?
Desde hace décadas los países se concientizaron sobre la necesidad de disponer de acceso permanente a fuentes de energía en cantidad y calidad suficientes. Esa seguridad se consolidó, especíalmente en años recientes, con la escasez generada por el acceso de China al mercado mundial de energía, así como también por los países africanos y asiáticos: se convirtió en insumo mundial de primera urgencia, al igual que los alimentos. Las secuelas de la invasión rusa a Ucrania lo han agravado y convertido en crisis mundial, no solo en disponibilidad, también por su aumento de precios. Así, se percibe la tensión acumulada en Europa por la disminución manipulada en Rusia para suministrar gas, en vísperas de invierno y su amenaza a la industria, alemana en especial.
La energía es vida, símbolo de actividad, es trabajo. La energía lo es todo en la naturaleza: mueve al hombre y a los demás seres vivos, los mantiene activos durante toda su vida. La energía está en todas partes: las páginas del libro se nutren de la energía cerebral, las leyes que componen la legislación salen de computadoras y operamos máquinas que requieren energía.
Por tal motivo, estamos obligados a conocer, profundamente, su esencia, sus transformaciones, estudiarla, analizarla, comprenderla, lo que pueda afectarla, y hacernos partícipe de todas sus manifestaciones.
El caso Venezuela
En Venezuela esto es más imperativo, ya que un alto porcentaje de la vida venezolana se ha movido a través de la producción de energía, la petrolera.
Vivimos e intercambiamos en un mundo bajo transformación constante, ahora de manera acelerada, ningún país escapa a sus efectos, los cuales se pueden apreciar en todos los campos, en cada uno de sus sectores: no solo en el económico, está también en el social, el político, el educativo. Venezuela está muy inmersa en ese cambio, e inmensamente afectada, ya que gravitamos en el campo occidental, el más influyente. Es de esperar que el futuro nos obligue a cambiar más aún, lo cual ocurrirá en el campo económico y, por supuesto en el de nuestra producción, en las exportaciones. Entre éstas, nuestra oferta energética.
El crecimiento demográfico venezolano, con expectativa de alcanzar más de cuarenta millones de habitantes entre los años 2040-50 hace más imperativo el tratar de avistar el futuro, dilucidar de cuales rubros dependeremos los venezolanos para sobrevivir y si los bienes que explotamos actualmente serán suficientes para cubrir las necesidades, o tendremos que depender de otros más noveles, ahora desconocidos. Serán miles los puestos de trabajo necesarios de crear. Son muchas las interrogantes.
Para poder hacerle frente a todos sus compromisos financieros, incluida su urgente recuperación y mantener su crecimiento, Venezuela requiere aumentar su producción general, especialmente la industrial, incrementando el PIB, para superar ampliamente los escasos millones de dólares que ha estado generando anualmente, de los cuales un alto porcentaje se requiere para proporcionar el ingreso de divisas que cubra el presupuesto anual y fortalezca la producción.
Es imprescindible diseñar una política de creación de empleos, que exige su incremento cada año, dependiente del PIB y éste, de los ingresos de divisas. Lo anterior induce que, además de lograr aumentos en monedas extranjeras por las actividades petroleras, obligue también a invertir en el crecimiento diversificado de otras actividades económicas: agricultura, manufactura, minería, para disminuir obligatorias importaciones y generar las divisas requeridas.
A diario pueden encontrarse en múltiples publicaciones mundiales la angustia y avidez que todos los países muestran por disponer de fuentes confiables de energía para garantizar sus requerimientos diarios. Ejemplos notables los ofrecen los Estados Unidos, la Unión Europea y China.
Es común encontrar en las publicaciones la expresión “crisis energética”, o sea el temor de que los recursos conocidos se agoten y surja una gran crisis por falta o escasez de combustibles. El consumo mundial energético aumenta sin cesar, impulsado tanto por el crecimiento socioeconómico de las naciones como por el demográfico, que se estima superará los 9.000 millones de personas para el año 2050.
La situación internacional creada en febrero de este año, incrementa esa llamada “crisis energética”, sin visos de solución, unida a la necesidad de tener importantes reservas internacionales de combustibles fósiles y a lo requerido por el equipamiento industrial mundial, permiten visualizar que este recurso se utilizará durante muchos años en el futuro previsible.
No obstante, se ha generado un límite que impone la protección y cuidado del ambiente ante la amenaza del calentamiento global, causado por las emisiones producidas por algunas de las energías tradicionales, relacionadas con las fuentes de energía actualmente utilizadas; por tal motivo, se buscan afanosamente fuentes alternas igualmente efectivas. Ya hemos visto que en los Estados Unidos, reiteradamente, el Presidente convoca sus científicos a proporcionar soluciones convenientes para independizarse de las importaciones de energía.
Parte de este esfuerzo resultó en proyectar su conversión en potencia petrolera para el año 2017 y alcanzar la posición de primera potencia mundial petrolera para el 2020. Brasil, importador notable del petróleo que consumia hasta el año 2000, tiende ahora a transformarse en productor importante. Ecuador, Colombia y ahora se agrega Guyana, se están convirtiendo en productores y exportadores destacados.
De las informaciones captadas puede observarse que todos los países necesitan y buscan crecimiento, con el implícito concepto de maximizar y obtener internamente el desarrollo y control de sus propios recursos, especialmente energético, cualesquiera sean estos, lo cual ha dado origen a la investigación de otras formas de energía, entre las cuales a las tradicionales, no-renovables, se agregan las de los renovables, esto requiere invertir considerables capitales que permitan ese reemplazo y encontrar otras fuentes de energía, en especial esas alternas, tales como la solar o la eólica, siendo muy valederas algunas de éstas opciones, una vez se haya demostrado que pueden competir en precio y efectividad.
Por lógica, cada barril equivalente producido así en esas regiones constituye una competencia desfavorable para lo que exporta Venezuela. Es decir, tendríamos más dificultad para obtener las divisas que necesitamos. También, se debe agregar el esfuerzo considerable llevado a cabo para consolidar el aporte que el hidrógeno puede suministrar, sobre todo en los vehículos: las pruebas efectuadas hasta el momento por la empresa Siemens en Alemania, son prometedoras.
Por supuesto, tal operación no podrá efectuarse a corto plazo, tiene que haber un período transitorio, de preparación, adaptación, a nuevas realidades. Por ejemplo, será difícil efectuar un reemplazo total en las centrales mayores, donde solo podrán convertirse en renovables luego de mucha evaluación y profundos cambios, al igual que en los vehículos personales. Tal transición no será fácil ni rápida. La UE fijó una meta para los motores de combustión interna en vehículos, para el año 2035.
Para este momento, con la tecnología nuclear probada en las grandes centrales quedan algunas interrogantes hasta alcanzar una operación segura, por lo cual es necesario esperar para obtener confirmación. Los accidentes ocurridos en las centrales nucleares de Chernobil y Fukushima lanzan todavía nubes espesas de incertidumbre sobre el futuro de la energía nuclear, empero, tanto Alemania como Japón que la habían disminuido, la están recuperando. Continúa Francia como país que mantiene un crecimiento notable. En China y Rusia se mantiene inalterada. En Brasil, México y Argentina la producción por energía nuclear se ha mantenido estable y solo provee un porcentaje pequeño del consumo. En cuanto a la bioenergía, hasta ahora recibe un crecimiento muy limitado, pero se espera que también aumente.