Cuando una mañana de diciembre Eva Garrett apenas podía mantenerse en pie, supo que no tenía un simple y recurrente dolor de cabeza, canceló su viaje de regreso desde Canadá a EEUU y fue al hospital: le encontraron dos tumores cerebrales, glioblastomas, el mismo tipo que aqueja a John McCain.
Garrett, de 34 años, relata a Efe su experiencia, su pelea contra un cáncer que ni siquiera es común en mujeres jóvenes como ella, sabiéndose afortunada por poder tener un buen empleo que le permite acceder a un buen seguro médico y pagar las facturas de su tratamiento.
Sabe que si los dolores no le hubieran hecho cancelar su regreso a Boston desde Calgary (Alberta), el coste de su diagnosis, las dos cirugías a las que fue sometida en ambos lados del cráneo y la semana que estuvo ingresada para su recuperación podrían haberle costado miles de dólares en su propio país.
"Mis doctores me dijeron que, sin seguro médico, mi tratamiento podría haberme costado medio millón de dólares -asegura-. En Canadá apenas tuve que pagar los taxis con los que iba al hospital para mis citas médicas".
"Uno de mis oncólogos en Canadá me preguntó si era rica en términos económicos cuando mi visa de trabajo estaba a punto de expirar. Cuando le respondí que no, fue muy insistente en que hiciera lo que fuera para extenderla (y continuar mi tratamiento allí)", agrega.
Garrett, profesora de antropología en la Universidad de Boston, no duda en tumbar de inmediato algunos de los mitos que corren en Estados Unidos sobre el sistema de sanidad universal canadiense, como las largas filas de espera y la lentitud en la atención.
"Mi tratamiento en Canadá fue genial. (…) Recibí visitas psiquiátricas gratuitas. Había programas de ejercicio físico que podría haber tomado a bajo costo si me hubiera quedado más tiempo. El sistema de salud de Estados Unidos, sin embargo, ha sido más difícil", asegura.
Tras decidir regresar a su país, obtuvo uno de los mejores seguros médicos del mercado a través de su empleador, por lo que le pillaron por sorpresa todas las trabas que encontró por el camino para obtener sus medicamentos de quimioterapia; más de un mes de demora para lograr hacerse con ellos, "bastante después de lo recomendado para comenzar esa fase del tratamiento".
"No sabía cuántos obstáculos tendría que saltar para recibir tratamiento aquí. Nadie me preparó para lo que tendría que afrontar, que era algo que daba por sentado en Canadá", insiste.
Apenas hace tres meses que visitó a su oncóloga en Estados Unidos por primera vez, sabe que gracias al tratamiento que está recibiendo tendrá "más tiempo" que esos 12 a 16 meses de vida de media que les garantizan a los pacientes que sufren glioblastoma, aunque con certeza no sabe cuánto le queda.
En un momento en que el Congreso y el Gobierno de su país, de la mano de los republicanos y Donald Trump, tratan de acabar con los pocos avances que se han hecho en los últimos años para garantizar el acceso a la salud, Eva sintió una profunda "decepción" cuando vio que el senador McCain, sufriendo su misma enfermedad, apoyaba esta semana abrir el debate legislativo al respecto.
Sin embargo, su voto final en contra de la derogación de Obamacare, la reforma de salud de Barack Obama, le dio un soplo de optimismo y agradecimiento.
"Estoy agradecida de que McCain pusiera antes los intereses del país que los de su partido. Esperemos que haya más transparencia en cómo nuestros legisladores están haciendo cambios en la atención de la salud. ¡Seré cautelosamente optimista!", apunta.
"Soy afortunada porque tengo un buen trabajo, y un seguro pagado por mi empleador. También tengo suerte de tener un trabajo en un estado (Massachusetts) que no es abiertamente hostil a la Ley de Cuidado de Salud Asequible", manifiesta en referencia a la reforma sanitaria del expresidente Obama y que los republicanos quieren tumbar a toda costa.
Se trata de la primera gran batalla que está librando Trump junto al Legislativo: derogar un sistema sanitario que, lejos de ser perfecto y sin parecerse a la sanidad universal común en Europa o Canadá, al menos le permitió a más de 20 millones de estadounidenses tener una póliza sanitaria que antes no tenían, librando a millones de la bancarrota.
Garrett lamenta ver a muchos de sus amigos "luchando para llegar a fin de mes cuando ellos o sus familiares se enferman" y relata con pena cómo un compañero de sus años de escuela "murió de cáncer hace unos meses, y su familia tuvo que vender raciones de pollo para recaudar dinero por sus costos de atención médica".
"En un país tan rico como Estados Unidos -se pregunta-, ¿por qué las familias tienen que hacerse cargo de recaudar dinero cuándo nuestro sistema tributario podría financiar una buena atención de salud para todos?"