Perú atraviesa una nueva crisis política… Otra vez. Luego de una entrevista considerada desastrosa para el presidente Pedro Castillo, un conjunto de ministros de su gabinete renunció en fugaz cadena.
Alejandro Armas / El Político
El mandatario nombró otro consejo y a otro primer ministro. Pero el Congreso le negó a este último el voto de confianza. Tuvo que poner su cargo a la orden en solo cuatro días. El mandatario no ha cumplido ni un año en el poder y ya ha pasado por varios trances así, lo que impide tener un poder ejecutivo estable.
Pudiera decirse que la suerte de Castillo es la más reciente manifestación de disfunciones en el esquema constitucional peruano, que también perjudicaron a sus predecesores. A veces, al punto del fin anticipado de mandato. ¿A Castillo le pasará igual?
Una admisión contraproducente
Hace dos semanas, Castillo concedió una entrevista a CNN en Español, su primera a un medio internacional como jefe de Estado. Además de desestimar escándalos de supuesta corrupción en su entorno, Castillo admitió que “no se formó para ser Presidente”. También afirmó durante el diálogo que su mandato es “un proceso de aprendizaje”.
“Yo no me fui al exterior. Yo no fui a los Estados Unidos porque no me presté a eso. Yo estoy acá por el país, por el pueblo. Y estoy acá para dar la cara por el país. Y no le voy a robar un centavo al país”, agregó.
Sus declaraciones fueron un evidente intento de mantener su imagen de hombre común. Alguien que no ha gozado de los privilegios de las elites socioeconómicas. Aunque es una táctica común de políticos para crear identificación con las masas, a veces sale mal. En efecto, a Castillo le llovieron críticas de políticos y periodistas por su reconocimiento de falta de preparación para un oficio que tanto afecta la vida de millones de personas.
Estos cuestionamientos pudieran no ser representativos de la opinión pública en general. Pero ocurren en un contexto de pérdida de apoyo para el Presidente entre las masas. Sus colaboradores acaso se percataron de ello, y por eso abandonaron la nave.
Dimisiones y caos
Cuatro días después de la entrevista, el ministro del Interior renunció. El 1 de febrero lo hizo la presidente del Consejo de Ministros, Mirtha Vázquez, alegando "problemas estructurales de corrupción" en el Estado. Le siguieron el secretario general de la Presidencia y el ministro de Economía y Finanzas.
Castillo de inmediato nombró a un nuevo Consejo de Ministros, con Héctor Valer en la jefatura del gabinete. La designación fue muy criticada debido a señalamientos de violencia doméstica contra Valer. Este pidió al Congreso un voto de confianza… Y se lo negaron, así que puso su cargo a la orden. La Constitución establece que si un jefe de gabinete renuncia, todo el Consejo de Ministros debe hacer otro tanto.
Por lo tanto, Castillo otra vez tiene que formar un gabinete. Este sería el cuarto de su gobierno, que ni siquiera ha cumplido una año.
Problemas de diseño
Como casi todas las repúblicas hispanoamericanas, Perú tiene un régimen presidencial. Pero la Constitución da al Congreso unicameral un poder sobre el Ejecutivo atípicamente alto para este tipo de sistema. Cuando el Presidente nombra a un jefe de gabinete, el Congreso tiene la potestad de aceptarlo o rechazarlo mediante un voto de confianza. Como se dijo antes, si lo rechaza, todo el Consejo de Ministros debe renunciar.
El Congreso puede además destituir al mismísimo Presidente bajo el vago criterio de "incapacidad moral". Para ello solo es necesario el voto de dos terceras partes de la legislatura.
En teoría, estos mecanismos sirven para evitar el exceso de poder presidencial que históricamente se ha achacado a los mandatarios latinoamericanos. Pero se ha traducido en la inestabilidad endémica de repúblicas parlamentarias, como Italia, sobre todo en años recientes. En un país con partidos políticos débiles, como Perú, las curules frecuentemente quedan repartidas entre montones de ellos. Así que es difícil para el partido de gobierno contar con apoyo mayoritario. Y si a partidos de distinta índole los une su rechazo al gobierno, es relativamente fácil destituir al Presidente.
No conforme con esto, la Constitución no deja al mandatario completamente inerme. Si el Congreso rechaza dos consejos de ministros en un mismo período presidencial, el jefe de Estado puede disolver el Legislativo. El resultado, en tiempos de polarización, es un marco legal propicio para el choque de poderes. Fue lo que ocurrió durante la crisis constitucional de 2019 entre el Congreso y el entonces presidente Martín Vizcarra.
Más allá del texto
La presión sobre Pedro Castillo va en aumento. El diario El Comercio, uno de los más antiguos e influyentes del Perú, acaba de instarlo a renunciar en un editorial. Otro tanto han hecho dirigentes de oposición y hasta su propio ex secretario de Despacho Presidencial.
Pero Castillo no parece interesado en esa ruta. ¿Pudiera el Congreso destituirlo? La oposición tiene actualmente 86 escaños. Si quisiera remover a Castillo, necesitaría convencer a tan solo un diputado oficialista. Y como vimos, ya varios aliados del Presidente le han dado la espalda.
Pero por lo expuesto anteriormente, en caso de choques entre Ejecutivo y Legislativo, en los cuales ambos pueden interpretar las leyes a su favor, la cuestión puede decidirse por factores de facto. Cuando Vizcarra alegó que el Congreso rechazó por segunda vez su gabinete y procedió a disolver la cámara, esta a su vez trató de destituir al Presidente. Al final, la alta impopularidad del Congreso (hubo protestas masivas contra su proceder) y el apoyo explícito de las Fuerzas Armadas resolvieron el impasse a favor de Vizcarra. Pero el jefe de Estado no tuvo tanta suerte al año siguiente, cuando el Congreso volvió a intentar destituirlo y ningún factor de poder intervino a su favor.
¿Cómo se encuentra Castillo en este sentido? Cuesta prever el comportamiento de los militares en un escenario así, pues lo más probable es que solo se pronuncien si la crisis llegara un punto tan fuerte como la de hace tres años. En cuanto a la opinión pública, el Presidente no es precisamente popular. Un sondeo del Instituto de Estudios Peruanos halló que 62% de los ciudadanos desaprueba su gestión. Pero al mismo tiempo, 77% desaprueba al Congreso.
La tensión sube, pero el desenlace de esta crisis se mantiene incierto.