El 35% de la superficie de los continentes puede considerarse como áreas desérticas, y dentro de estos territorios sobreviven millones de personas en condiciones de persistente sequía y escasez de alimentos. Entre muchos otros factores, se considera que la expansión de estos desiertos se debe a acciones humanas.
El Político
Este problema, junto con la sequía, son de los principales retos medioambientales de nuestro tiempo y para combatirlos se requiere una firme participación y cooperación de los gobiernos y de la comunidad internacional
Con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos, cada 17 de junio se celebra el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, creado por la ONU en el año 1994. Quizá no sea tan sonado como otros días, pero es igual de importante.
Esta fecha brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
Un problema que se puede superar con voluntad
Sin embargo, hay naciones que han dado grandes ejemplos, coo la isla de Cabo Verde, ahora famosa por tener detenido a un comerciante aliado de iIcolás Maduro, esta isla superó la amenaza perenne de las arenas del SAhara mediante un audaz plan de arborización que abrcó mas de la mitad de su territorio.
Para tener éxito, las tareas de recuperación y rehabilitación de las zonas secas desertificadas requieren una combinación de políticas y tecnologías y la colaboración estrecha de las comunidades locales.
Ejemplos de medidas de restauración y recuperación de los ecosistemas:
- Crear bancos de semillas
- Reintroducir determinadas especies
- Contener la erosión a través del abancalamiento y otros medios
- Aportar nutrientes al suelo
- Plantar árboles
Las medidas que incentivan la recuperación son, entre otras, el desarrollo de capacidades, las inversiones de capital y las instituciones de apoyo.
El éxito de las medidas de recuperación depende de la disponibilidad de recursos humanos, medios económicos e infraestructuras, así como de las percepciones culturales y del grado de dependencia respecto a las tecnologías externas. Un acceso adecuado a estos recursos puede llevar a la recuperación efectiva de algunos servicios de los ecosistemas y también reducir la pobreza. Cuando no se reúnen dichas condiciones, los esfuerzos de recuperación resultan en vano. Por lo tanto, restaurar los servicios degradados en las tierras secas podría resultar complicado aunque se cuente con intervenciones políticas y tecnológicas de primer orden.
Este es un dato aportado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); y según las cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy en día más de 2.000 millones de hectáreas de tierras anteriormente productivas se encuentran degradadas.
Para el año 2030, la producción de alimentos requerirá otros 300 millones de hectáreas de tierra; mientras que se ha transformado el uso de más del 70% de los ecosistemas naturales. En el año 2050, la cifra podría alcanzar el 90%.
Se prevé que en el año 2030, la industria de la moda utilizará un 35% más de terreno, más de 115 millones de hectáreas, el equivalente a la superficie de Colombia.
Con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos, cada 17 de junio se celebra el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía, creado por la ONU en el año 1994. Quizá no sea tan sonado como otros días, pero es igual de importante.
Esta fecha brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.
La materia requiere una importante atención aún más especial en estos tiempos de Covid-19 y acciones basadas en la comprensión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la Tierra.
Al mismo tiempo, fortalecer la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios e hídricos puede ayudar a reducir los efectos de la pandemia en la pobreza mundial y la inseguridad alimentaria. Hoy, el lema “Suelo sano = gente sana", promovido por la Convención para Combatir la Desertificación, es más cierto que nunca.
"Alimentos. Forrajes. Fibras" es el tema de este año que enlaza nuestro consumo con la salud del suelo. También se centra en cambiar las actitudes públicas hacia la principal causa de la desertificación y la degradación de las tierras: la producción y el consumo incesantes de la humanidad.
Los alimentos, los forrajes y las fibras deben competir con la expansión de las ciudades y la industria de los combustibles. El resultado final es que la Tierra se está transformando y degradando a un ritmo insostenible, lo que daña la producción, los ecosistemas y la biodiversidad.
¿Qué es la desertificación y la sequía?
La desertificación es el resultado de una permanente degradación de los suelos, que van perdiendo de forma progresiva todo su potencial de producción.
Esto es el resultado de una constante desforestación de los bosques, la salinización, la falta de agua y una sobreexplotación de los acuíferos, que, por lo general, es producida por las distintas actividades económicas que lleva a cabo el hombre en distintas partes del mundo.
La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes.
Se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra.
La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.
Por otro lado, la sequía representa un cambio o anomalía del clima, que por lo general ocurre de forma pasajera y donde los niveles del agua están muy por debajo de lo que corresponde en una determinada área geográfica, lo cual trae serios problemas para todas las especies que crecen y se desarrollan en estos lugares. La principal causa es la ausencia de precipitaciones.
Un problema de dimensión mundial
La desertificación y la sequía son problemas de dimensión mundial, dado que afectan a todas las regiones del mundo. Es preciso que la comunidad internacional tome medidas concertadas para luchar contra ambos fenómenos y traiga al frente los problemas que causa la degradación de la tierra, promoviendo la aplicación de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación.
El problema de la desertificación es uno de los principales retos medioambientales de nuestro tiempo. Si bien, es un fenómeno cuya dimensión es poco conocida y no ha trascendido lo suficiente a la opinión pública para actuar en consecuencia.
Además, se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas, como la sobreexplotación de la tierra, que provoca la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo; la minería descontrolada; el sobrepastoreo, que impide la regeneración de las plantas por el consumo de los animales y provoca la destrucción de la capa superior del suelo; y la tala indiscriminada; además de los cambios climáticos.
Como consecuencia a nivel global, provoca graves impactos para la biodiversidad, la ecoseguridad, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Durante la próxima década, 50 millones de personas podrían ser desplazadas por la desertificación debido al cambio climático y al agotamiento de los recursos naturales. De hecho, un 66% de la población mundial vive en zonas con escasez de agua durante al menos un mes al año, y ya son muchos los países que se ven afectados gravemente por la falta de agua, de lluvias y por la degradación del suelo.
En 2015, Etiopía sufrió una de sus peores sequías meteorológicas tras dos años de lluvias escasas en un país donde el 80% de la producción agrícola y el 85% de empleo dependen de las precipitaciones. Según la OIM, este fenómeno contribuyó al desplazamiento interno de más de 280.000 personas entre agosto de 2015 y febrero de 2016.
En la actualidad, la degradación de los suelos representa un grave problema para la economía y el desarrollo de los pueblos, sobre todo, en los países donde la siembra y la producción agrícola representan unas de las principales fuentes de ingresos que permiten que las personas de bajos recursos puedan llevar el sustento a sus hogares.
Por esta razón, hoy más que nunca se necesita que se adopten políticas de Estado que ayuden neutralizar la degradación de los suelos y donde todos los organismos involucrados asuman el compromiso para el logro de este objetivo, que a la larga, es la única garantía para poder disfrutar de todos los recursos que la madre naturaleza nos brinda.
Principales zonas con desertificación
Madagascar: es el país más erosionado del mundo. El 93% del bosque tropical y el 66 % de su selva lluviosa han sido talados.
África: en países muy poblados y con pocos recursos, como los de la franja subsahariana, se observa un incremento de las zonas desérticas. Naciones que durante siglos habían sostenido sociedades prósperas, se encuentran ahora en el límite de la subsistencia.
España: es el país de la Unión Europea con un máximo índice de desertificación. Italia: la quinta parte de la superficie del país está en riesgo de desertificación.
Argentina: la Patagonia argentina, región sur de su vasto territorio, se halla muy afectada por este fenómeno en su parte central y en menor medida en su parte costera, debido al sobrepastoreo, el aprovechamiento incorrecto de los recursos hídricos y lacustres, y del espacio empleado para la agricultura, así como también influye la explotación petrolera.
Túnez: más de la mitad del país está cubierto por tierras desérticas, con el Sáhara al sur, que avanzan hacia el norte.
Atenuación de este proceso
A lo largo de los años se han estudiado diversos métodos para recuperar terrenos desertizados, muchas veces con éxito. Un método que ha tenido mucha aceptación es la reforestación progresiva de las zonas afectadas.
Realizando un estudio dentro de cada caso, se van introduciendo especies de plantas que soporten los niveles de sequía en la zona, aumentando los niveles de humedad y progresivamente introduciendo nuevas especies ganando terreno sobre las zonas afectadas.
Existe un caso práctico que se ha llevado a cabo en la década de 1930, con éxito en Villa Gesell, una pequeña ciudad del litoral de Argentina.
En Israel, el científico León Brenig presentó el proyecto Geshem (lluvia en hebreo), con el que pretende crear lluvia artificial. La lluvia artificial se basa en la denominada isla de calor, definida como región de una determinada superficie con una temperatura significativamente superior a la de sus alrededores, aproximadamente unos 6°C por encima de esta, en la cual se atrapa el vapor de agua contenido en la atmósfera hasta una altura superior a un kilómetro, donde empieza a condensarse para, a continuación, provocar precipitaciones.
No permitamos que el planeta Tierra, con su exuberante vegetación de selvas, junglas y bosques acabe convirtiéndose en una extensa duna global.
(Con información de Organización de las Naciones Unidas)