La Unión Europea pacta un fondo de recuperación económica. Se espera el dinero a partir del 1 de junio. Si se mide en los parámetros de la calle, de los millones de personas afectadas, la reacción parece insultantemente lenta y escasa.
El Político
Si se compara con las crisis anteriores, en las que decisiones de este calado costaron hasta cuatro años, es un éxito histórico en velocidad, cuantía y estructura.
Aunque no definen el tamaño ni su financiación, "Tiene que ser lo suficientemente grande para afrontar esta crisis y estar centrado en los sectores y las partes geográficas de Europa más afectadas", dice Charles Michel, presidente del ConsejoEuropeo.
Los jefes de Estado y de gobierno de los 27 países de la Unión Europea (UE) han respaldado formalmente este jueves la creación de un fondo de recuperación económica que estará ligado al Marco Financiero Plurianual, el Presupuesto de la UE.
Como casi todo lo que ocurre en la Unión Europea, y sobre todo al máximo nivel, el sabor es agridulce. Era un paso necesario, imprescindible, pero no suficiente, porque los detalles del mismo están completamente por definir.
Las advertencias de Lagarde
La presión hoy es muy fuerte. La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, después de pedir una y otra vez una acción fiscal a la altura de las circunstancias, recogiendo el testigo de lo que Mario Draghi (expresidente del BCE) reclamó también hasta la saciedad, ha querido dejarlo claro de nuevo este jueves con una sacudida: sus previsiones hablan de una contracción de un 5% en el escenario más benigno, de un 9% en uno intermedio y de hasta el 15% en el más grave.
Datos mucho más duros que los del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea e incluso los del Banco de España. Y sobre ese escenario los máximos dirigentes han tenido que navegar.
Lo que han hecho o lo dejado de hacer
Para calibrar bien hay que distinguir dos categorías: lo que han hecho los líderes y lo que no. Para empezar, han aprobado la triple red de seguridad de más de medio billón de euros acordada por el Eurogrupo hace unos días. Con líneas de liquidez para Estados, empresas y empleos. Y algo importante: han puesto fecha clara para cuándo tiene que estar disponible el dinero para todos aquellos que quieran recurrir a préstamos en condiciones favorables: el 1 de junio.
Además, han consensuado la creación de este Fondo de recuperación, de reconstrucción, de solidaridad, como prefieran llamarlo. Algo que hoy parece evidente pero que hace unas semanas sonaba extrañísimo en ciertas latitudes, donde no aceptan ni siquiera la posibilidad de líneas de crédito sin condicionalidad macroeconómica ni para gastos médicos.
"Hemos acordado trabajar en un fondo específico de recuperación dedicado a la crisis del coronavirus. Es necesario y urgente, y tiene que ser lo suficientemente grande para afrontar esta crisis. Debe estar centrado en los sectores y las partes geográficas de Europa más afectadas", ha señalado Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, al terminar la reunión.
Además, todos han estado más o menos de acuerdo en que el Marco Financiero Plurianual de la UE para el periodo 2021-2027 debe ser el paraguas que lo cobije o lo nutra de recursos.
"Sólo hay un instrumento que pueda tener ese tamaño. Todos se fían de él, todos lo conocemos, está diseñado para la inversión, la cohesión y la convergencia", ha defendido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, muy satisfecha de que el control principal caiga en sus dominios.
La alemana ha asegurado que aprovechará esa unidad de pensamiento "para explorar instrumentos financieros innovadores", una expresión que sirve para contentar a todos sin mojarse y sin rozar siquiera de lejos tabúes como mutualización o eurobonos.
Sin cifras del Fondo
No hay una cifra formal para el tamaño del Fondo, pero la Comisión ha hecho circular varios documentos estos días con una cantidad de referencia: al menos un billón y medio de euros, lo que los analistas consideran que podría suponer el descalabro tras semanas de confinamiento.
"El Presupuesto para los próximos siete años debe adaptarse a las nuevas circunstancias. Hay que aumentar la potencia de fuego y para ello propondremos aumentar el margen fiscal, el espacio entre el techo de gasto actual y el de los recursos propios", ha insistido Ursula von der Leyen.
Su idea es subir ese techo de gastos propios desde el 1,2% fijado en la actualidad hasta el entorno del 2% en los próximos años, lo que permitiría que la Comisión buscara dinero en los mercados con emisiones de hasta 320.000 millones de euros, lo que a su vez movilizarían casi cinco veces esa cantidad.
Lo que es materia de debate es si la distribución del dinero, si se hace por los criterios habituales de PIB y población o por el impacto de la crisis y el paro; si se centran en inversión o en otras cosas; si hay una partida específica industrial, si se pondera lo ecológico o lo digital, o se abren nuevas vías.
Préstamos o transferencias
¿En cuál formato? La lógica está clara: una "mezcla de préstamos y transferencias", pero no la fórmula. "Hay variedad de opinión, es cuestión de negociar entre los países. Hay pros y contras para todas las posibilidades, todos conocemos los argumentos", ha expresado la presidenta de la Comisión Europea.
Los países del Norte quieren que sea la mayor parte en préstamos que haya que devolver, aunque deban ser a muy largo plazo como concesión. Los países del Sur y Francia reclaman que sean transferencias, cuantas más mejor, para paliar lo que inevitablemente va a ser un impacto y una recuperación asimétrica.
"Sabemos que el Producto Interno Bruto (PIB) caerá en todas partes, pero más en algunos lugares que en otros y habrá más daño en el turismo que en otros sectores. Igualmente, el impacto fiscal será diferente pues algunos estados pueden proporcionar más apoyo presupuestario directo que otros. Hasta la fecha 1,8 billones de euros en ayudas de Estados, pero hay muchas desigualdades", ha recordado Von der Leyen.
Circulan estos días por Bruselas, ciudad belga sede de la UE, diversos estudios recientes de economistas de primer nivel que destacan cómo ante grandes shocks las economías muy endeudadas tienen a reaccionar con menor potencia que las menos apalancadas. Y aunque la lógica que subyace se entiende, las consecuencias acaban siendo peores.
Por eso el mensaje de Lagarde hoy ha sido que no se puede volver a actuar tarde ni con demasiada cautela, como en 2008 o 2010. Que mejor pedir perdón por excederse que permiso para romper convenciones, pero expresado de una manera mucho más profesional.
Opinión de Merkel
Para no perderse hace falta que la brújula apunte a Berlín. "No estamos de acuerdo en todos los puntos, pero estamos de acuerdo en trabajar juntos". La canciller alemana, Angela Merkel, nunca se adorna en sus declaraciones. No pone drama, no pone literatura. Los suyos son titulares poco llamativos sobre los Consejos Europeos, pero las síntesis acostumbran a ser certeras.
No se moja en cuál debe ser el paquete exacto, pero sí en lo que no están dispuestos a aceptar. Y rara vez hay disonancia con el resultado final. Merkel ha dicho que no a los eurobonos, pero ha abierto la puerta a algunas emisiones con instrumentos europeos. Apoya la solidaridad y ha dicho que su país está listo para aumentar sensiblemente sus aportaciones al presupuesto de la UE para 2021-2027, algo a lo que se negó rotundamente en enero y febrero.
Por ahí va la llamada “zona de aterrizaje”. La Comisión y el Eurogrupo trabajarán las próximas semanas para materializar propuestas evitando vetos y circunvalando líneas rojas. El 6 de mayo, los líderes se volverán a ver las caras. Es probable que el esfuerzo técnico requiera mucho más margen, pero al menos la línea parece bastante definida.
Foto de Portada: Cristina Lagarde, Presidenta del Banco Europeo. Angela Merkel, mandataria alemana. Ursula Von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea
(Con información del diario El Mundo)