El Político.- Los comerciantes antes de cerrar prefieren reinventar su negocio y así sobrevivir a la crisis. Algunos han optado por surtir sus anaqueles de alimentos o combinar rubros. Saben que el venezolano ha mermado su compra de ropa y zapatos, electrodomésticos, línea blanca y otros artículos que no son de literalmente de primerísima necesidad. Comida y medicinas. Una sociedad reducida a lo más básico y prioritario.
En una mini tienda en Guatire hay varias prendas de ropa en exhibición: blusas, pantalones, chemise; incluso hay bisutería. Pero también hay rubros alimenticios. Mientras Haydé está atenta a los posibles compradores, Luis está distribuyendo los huevos en los cartones. Él reconoce que eso es lo que más se vende. Lo que era una tienda de vestuario para damas mutó en una bodega que vende también café, azúcar, maíz pilado y arroz.
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Los encargados del negocio familiar, que llevan más de veinte años en la faena, saben que actualmente las guatireñas no son las mismas consumidoras de antes y que comprar vestimenta en estos tiempos “es un lujo”, por eso decidieron reinventarse en el local y vender de “todo un poquito”. Cada artículo de alimento se vende más rápido que las prendas. Luis lo admite de inmediato: “Le saco más provecho a la comida que a la ropa”.
Ya en 2016, el director de la firma Econométrica, Henkel García, declaró que el venezolano destinaba entre 50% y 60% su sueldo a la compra de alimentos, mientras que una familia con menos recursos disponía casi por completo, o íntegramente, el salario que percibían en la adquisición de alimentos que les permitiesen “subsistir”.
Todo como consecuencia del proceso inflacionario que galopa cada día. Un año más tarde, la situación no ha sino empeorado.
“La idea es mantenerse porque llevamos mucho años trabajando y no podemos cerrar”, remata Luis. Cada semana los productos aumenten de precios. La segunda de septiembre ellos venden el kilo de azúcar en 12 mil bolívares; el medio cartón de huevos en 14.500; el kilo de maíz pilado en 6.500 y el kilo de arroz en 12.500. Dicen que el mercado manda. “Si nos quedábamos solo con la venta de ropa no hubiésemos podido seguir y ahí sí cerrábamos”, admite Luis con resignación. No hay blusa que pague gastos de alquiler, electricidad y punto de venta.
El economista Jaime Quijada recuerda que la caída de los precios del barril de petróleo afectaron las importaciones, generando escasez y aumento de precios en los pocos bienes disponibles. Pero no es la única causa. “El Estado no ha sido muy acertado en cuanto a sus políticas monetarias ya que la liquidez ha aumentado 500% en lo que va de año. Ante estos precios tan altos, afecta el patrón de consumo que tenía el venezolano porque antes destinaba un porcentaje de sus salarios para alimentación y productos de higiene, ahora debe destinar a los consumos más básicos: alimentación, higiene y medicinas, dejando a un lado la satisfacción de estima, moda, vestimenta, zapatos y tecnología”.
Y estirar el sueldo es cosa de magia. La remuneración “integral” mínima -salario más bono de alimentación- fijada por el gobierno alcanza los 325.544 bolívares en septiembre, muy reducida frente al enorme costo de la Canasta Alimentaria que en agosto alcanzó 1.329.203,20 bolívares, de acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FMV).
La vía más factible
La crisis económica, la caída de la demanda y una inflación de tres dígitos y que ronda 800%, según cálculos del presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León, en los centros comerciales se impone el ingenio y la transformación para poder mantener abiertos los locales.
“Por la falta de un buen gobierno”, así lo resume Gladys, quien tiene dos semanas vendiendo alimentos en un negocio que está ubicado en el Centro Comercial Castillejo, en Guatire. El lugar que ahora funciona como bodegón y que tiene solo “diez por ciento de operatividad” en esa área lleva años vendiendo línea blanca y marrón, pero sin divisas, sin importación suficiente y sin clientela con bolsillos los suficientemente gordos para pagar, los dueños buscaron una opción más viable. La comisionada asegura que se vieron obligados a invertir en un nuevo mercado. “Tuvimos que hacer esto porque debemos pagar alquiler y servicios, además llevamos muchos años con esto y tenemos empleados que no queremos despedir porque son de confianza y también necesitan el sustento para sus familias, así que nos estamos reajustando para poder pagar la nómina”, justifica.
El lugar es espacioso. Está divido en dos áreas: en el lado derecho están unos muebles y una lavadora que esperan por algún comprador. En el izquierdo, hay pasta, arroz, aceite, café, azúcar, pasta dental, cereal, harina de maíz, granos; también hay galletas. “Todos a precios que marque el mercado”, indica Gladys. El socialismo del siglo XXI y el capitalismo comparten piso, frente a frente.
Incluso las cadenas grandes han optado por vender “lo que tiene más salida”. La cadena Traki diversificó su oferta con productos importados. Pero también Ferretotal, específicamente en el centro comercial Sambil de Caracas. El subgerente del recinto, Rafael Ruiz, señala que la estrategia de vender productos comestibles y bebidas comenzó hace unas semanas. “Esto inició hace poco. Lo hicimos para atraer clientes porque para nadie es un secreto que la situación está difícil. Las personas sí vienen a buscar artículos de la ferretería pero son muy puntuales. ¿Ahorita quién puede comprar un taladro?”, se pregunta. Y con razón.
En la tienda primero se divisa la comida antes que los clavos y esmeriles. Hay neveras llenas de helados y bebidas, anaqueles con pan de sándwich, tortillas, galletas y golosinas. En las cajas aprovechan de exhibir golosinas. Ruiz argumenta que cualquier persona puede acudir al local para comprar algún snack o llevarse alguna merienda para los más pequeños de la casa.
“La innovación para la sobrevivencia ha estado expuesta en el sector comercial como nunca antes”, así lo explicó el director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Caracas, Víctor Maldonado para el diario El Universal. “Algunos optan por buscar proveedores más baratos, reducir al mínimo los empleados, sustituir unos productos por otros o cambiar de rubro, todo para no engrosar la estadística de los 10 mil establecimientos comerciales que cerraron sus puertas en Caracas en 2016”.
Buscando la ganancia
En la capital, también se evidencia estas adecuaciones, incluso en el comercio informal. Enrique tiene un puesto en la avenida Sucre de Catia donde hay maniquíes exhibiendo ropa íntima y medias. Pero también oferta artículos de limpieza para el hogar: detergente en polvo, cloro, desinfectante, jabón en barra y en pasta. El hombre de 67 años de edad comenzó vendiendo en la calle lencería dada la necesidad de no encontrar más trabajo. Estaba haciendo de todo un poco, como albañil, electricista, jardinero y demás, pero las contrataciones se fueron a un lado y decidió tomar la calle con un mantel hasta que encontró alquilar un pequeño local.
Reunió el dinero, completó con la liquidación que obtuvo en uno de sus trabajos previos, y pudo invertir en el recinto y hacerse de mercancía. Un esfuerzo titánico para quien tenía muy poco en sus propios bolsillos. Uno que, además, se quedó corto. Desde hace dos años dividió el local -por el que paga 9 mil bolívares de alquiler- para vender otro tipo de artículos. Su oferta incluye pantaletas en 6.000 bolívares, sostenes en 23.000, medias en 3.000, cloro en 1.850, jabón en polvo en 7.000. Aunque confiesa que los productos de limpieza son el sustento para él y su familia, “yo tengo precios solidarios y por eso la gente me busca. No te creas, las medias se venden bastante rápido”, remata.
Como Enrique hay otros mercaderes que están incursionando con las ventas de alimentos y productos de aseo personal. Al local Mundo Hércules, en el bulevar de Catia, llegó una madre con una niña. La pequeña tomó asiento y se probó un modelo de sandalias que oferta el negocio. En la misma estantería, sin suelas, productos comestibles. Para este negocio el calzado ya no es prioridad. Por cada cliente que busca “nuevos pisos” entran varios buscando bocado. Por eso en el lugar hay cholas, sandalias y zapatillas, pero también granos, avena, bebidas en polvo y en botellas, salsas, especias, sopas de sobre, enlatados, cubitos, pañales, jabón de baño, chucherías, tintes para el cabello y hasta carbón: con tantos problemas en el suministro de gas, no es descabellado. Los números mejoraron. Se vende más rápido una barra de chocolate en 2.600 bolívares que un par de zapatillas en 14.900.
El síndrome Farmatodo
En Parque Carabobo está Finikia, un comercio que vende ropa pero también perfumería. Pero ya sus empleados abren espacio para la nueva mercancía: comida. “De grano en grano la gallina llena el buche”, lanza una trabajadora entre risas, sin decir su nombre.
La ex presidenta de Consecomercio Cipriana Ramos expone que aunque los negocios combinen sus productos para las ventas o modifiquen sus actividades, los dueños deberían notificar a las autoridades municipales el cambio o el agregado de algún ramo en su licencia comercial o industrial, y esperar la aprobación según ordenanzas. Pero pocos hacen el trámite. Lo importante es resolver.
Ramos recuerda que las mutaciones comenzaron “hace mucho tiempo”, siendo las farmacias las pioneras. Entonces, comenzaron a vender desde chucherías hasta paraguas, pasando por artículos de oficina. Unas quincallas a falta de remedios, por la deficiencia en proveeduría que comenzó hace al menos un lustro. Ya en marzo 2013 los cálculos de la Federación Farmacéutica daban que la ausencia de medicamentos rondaba el 35%. Y el dato lo que hizo fue crecer: 50% en mayo de 2014; 70% en junio de 2015; 80% en abril de 2016; 85% en enero de 2017.
“El ciudadano acude al lugar donde le venden de todo un poquito. A los comerciantes les está pasando como a Farmatodo porque deben cubrir un mínimo mensual que es lo que se denomina como el punto de equilibrio. Esto es el monto que va destinado a saldar los gastos tributarios, el alquiler, servicios públicos, nómina y puntos fiscales que se asumen en esta actividad. Para buscar este monto de equilibrio tengo dos opciones: cierro o trato de combinar actividades. Difícilmente una tienda de electrodomésticos vaya a vender dos o tres artículos diarios dado los precios”, explica Ramos. Según Quijada, se trata de un mecanismo de defensa, “una forma de sobrevivir y mantener los gastos”. Indica que si la situación se agudiza los cambios de rubros o la combinación de varios se hará más notorio y será la medida común en el sector comercio.
Vía ElEstímulo