Desde que Walt Disney lanzó al mundo su espectacular primer parque de atracciones, Disney World, el público lo adoptó como “el lugar más feliz de la tierra”, un espacio que a priori no tendría nada que ver con la energía nuclear. Ironías de la vida, en 1967 el estado de Florida aprobó una ley que permitía a Disney construir una planta de energía nuclear. Esa ley aún se mantiene.
El Político
Dicho de otra forma, en algún momento del futuro, y si Disney quisiera, podría construir su propia planta de energía nuclear. Y aunque la historia pueda sonar alarmante, en realidad es un reflejo del poder político que tuvo y tiene la corporación y su entonces visionario fundador.
Al parecer, Disney quería protección de la regulación gubernamental, y además poseía una influencia política inusual, principalmente porque la comunidad estatal y local querían a toda costa el parque.
Bajo las siglas de EPCOT se esconde el Prototipo de Comunidad Experimental del Mañana (Experimental Prototype Community of Tomorrow), el sueño de Walt Disney en la ápoca de los 60. Una utopía de ciudad con trazos orwellianos que estuvo muy cerca de convertirse en realidad.
Obviamente no llegó a culminarse y finalmente EPCOT acabó siendo tan sólo una parte del parque temático de Disney World en Florida. Pero su historia y lo que se pretendía dan contexto a la ley que sigue vigente.
Disney quería convertir una ciudad real en un modelo de futuro a perpetuidad. Esta es precisamente la premisa en la que se fundamentaba el proyecto inicial: construir una ciudad diseñada para estimular a las empresas estadounidenses a conseguir nuevos hitos para la vida urbana, siendo la innovación tecnológica una de las claves para ello.
En esencia, Walt Disney consiguió tener plenos poderes, algo así como un gobierno autónomo dentro de otro (Florida). De esta forma, el ángulo nuclear debía ser clave para el plan futurista de Epcot: Disney quería que la ciudad fuera autosuficiente, y la energía nuclear pensaba que era la mejor manera de hacerlo (en un contexto de la historia donde la energía nuclear tenía otra reputación).
Fuente: Clarín