En Pyongyang, un grupo de turistas occidentales espera la señal de su guía oficial para inclinarse respetuosamente frente a las estatuas gigantes de los líderes Kim Il-Sung y Kim Jong-Il, un ritual al que los estadounidenses tendrán que renunciar tras el veto impuesto esta semana por la administración Trump.
Redacción AFP
El gobierno estadounidense prohibirá esta semana a sus ciudadanos viajar a la República Popular y Democrática de Corea (RPDC), como se denomina Corea del Norte.
La decisión se produjo después de que Pyongyang disparara un misil intercontinental y de la muerte de Otto Warmbier, un estudiante estadounidense que había estado detenido durante más de un año en Corea del Norte y que falleció el pasado junio en Estados Unidos a los pocos días de haber sido repatriado, en estado de coma.
La mayoría de los turistas que viajan a Corea del Norte lo hacen por curiosidad, con la idea de vivir una experiencia distinta.
Las estatuas de bronce de 20 metros de alto de la colina Mansu dominan el centro de Pyongyang, un lugar que suelen visitar los norcoreanos para rendir homenaje a los dos primeros dirigentes del régimen.
"Echamos de menos a nuestro general", se oye por los altavoces, en alusión a Kim Jong-Il, padre del actual dirigente, Kim Jong-Un.
"El presidente Kim Il-Sung liberó a nuestro país e hizo de esta tierra el paraíso del pueblo", se escucha.
– ‘Las fuerzas del mal’ –
Los estadounidenses representan el 20% de los entre 4.000 y 5.000 turistas occidentales que visitan cada año Corea del Norte, según Simon Cockerell, de Koryo Tours, la agencia encargada del grupo de turistas entrevistado.
El deceso de Otto Warmbier ya había provocado que las reservas cayeran un 50%.
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Cockerell opina que la prohibición de Estados Unidos es contraproducente pues, en última instancia, elimina "las relaciones que podía haber entre los turistas estadounidenses y los norcoreanos", que contribuyen a desmentir "la idea de que los extranjeros pertenecen todos a las mismas fuerzas del mal".
Además, según el responsable turístico, los beneficios del turismo son tan bajos que la idea de que este pueda "contribuir a apoyar el gobierno es absurda".
En el grupo entrevistado el domingo, se encontraba el escritor de Los Ángeles Evan Symon, que podría ser uno de los últimos turistas estadounidenses en visitar Corea del Norte en mucho tiempo.
"Por un lado, es bastante ‘cool'", dice sonriendo.