Falta solo un mes para las elecciones presidenciales de Brasil, cuya primera ronda está pautada para el 2 de octubre. El resultado que hasta hace no mucho lucía como un fait accompli a última hora se volvió menos seguro.
Alejandro Armas/El Político
Desde el año pasado, con pocas excepciones, las encuestas de intención de voto proyectaban un triunfo aplastante del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Su principal contrincante y actual mandatario, Jair Bolsonaro, estaba muy atrás.
Pero ahora la brecha entre ambos se acortó considerablemente. ¿Qué está pasando? Veamos.
Apelaciones de última hora
La tendencia de acortamiento se ha venido dando al menos desde mediados de agosto. Entonces, un sondeo de la firma Poder Data mostró que, de haber una segunda vuelta electoral (si ningún candidato obtiene más de la mitad de los votos en la primera), Lula la ganaría con 58% del sufragio. Esto obviando a los votantes por definirse.
Una semana más tarde, otra encuesta, de Paraná Pesquisas, proyectó igualmente la victoria del exmandatario izquierdista, pero con 54,2% del sufragio, de nuevo obviando a indecisos. Un resultado relativamente estrecho, con menor reparto del voto a aquel con el que Bolsonaro conquistó la presidencia en 2018 (57,8%).
De manera que Lula sigue siendo el claro favorito, pero atrás quedaron los augurios de un triunfo por paliza, con diferencia de 20 puntos porcentuales, o más. El probable balotaje sería el 30 de octubre. Si juega bien sus cartas, ya no es descabellado descartar que Bolsonaro revierta la intención de voto y termine siendo reelecto.
El reciente cambio a su favor pudiera deberse a un rebote económico, luego de las consecuencias de la pandemia de covid-19, cuyo manejo por Bolsonaro ha sido señalado por expertos como uno de los peores del mundo. En julio, el Ministerio de Economía aumentó la expectativa de crecimiento del producto interno bruto para 2022, de 1,5% a 2%.
Pero además, como reporta The Economist, el gobierno de Bolsonaro aumentó subsidios al combustible y transferencias de dinero a los más pobres. También ha hecho apelaciones al conservadurismo religioso de muchos brasileños, aumentando considerablemente su ventaja entre los millones de votantes evangélicos.
¿Peligro o alivio?
Nada de lo anterior se puede abstraer del peculiar contexto político brasileño actual, el más peligroso para su democracia desde los años 60. Cabe recordar en tal sentido que Bolsonaro reiteradamente ha denunciado, sin evidencia, un sistema electoral amañado en su contra. The New York Times reseña que estos señalamientos han tenido resonancia en círculos militares.
Como se explicó previamente en este espacio, la posibilidad de que Bolsonaro denuncie un fraude y logre persuadir en esa dirección a los factores de poder aumenta si pierde por un margen estrecho. Por ese lado, las nuevas encuestas serían motivo para mayor tensión.
Pero por otro lado, como sostiene la nota de The New York Times, recientemente Bolsonaro tuvo gestos de conciliación con las autoridades electorales brasileñas. En su entorno hay una facción que advierte que las denuncias de fraude son impopulares entre votantes sin militancia ideológica fuerte, cuyo apoyo es necesario para derrotar a Lula. Prefieren que Bolsonaro enfoque su mensaje en la recuperación económica.
La campaña propiamente dicha empezó hace unas semanas, y tanto Lula como Bolsonaro están llenando todos los medios posibles de mensajes. El manejo de las comunicaciones será crucial en los próximos dos meses.