"Estancamiento" es la palabra que mejor describía la invasión rusa de Ucrania, hasta hace apenas unos días. Por meses, ninguno de los bandos tuvo algún avance significativo. Luego de dominar toda la provincia de Luhansk, las fuerzas rusas se concentraron en hacer lo mismo con la vecina Donetsk, sin igual éxito.
Alejandro Armas/El Político
Pero desde la semana pasada, Ucrania lanzó una contraofensiva que liberó cientos de kilómetros cuadrados de control ruso. En el sur pero, sobre todo, en el noreste del país. Si bien analistas militares advierten que estas victorias no son seguras en el largo plazo, representan la mayor derrota rusa desde el fracaso en la captura de Kiev, la capital.
¿Cómo afectan estos hechos el contexto generalizado de la guerra? Veamos.
Reacción contundente
Kharkiv es la segunda mayor ciudad ucraniana, y la más importante en el noreste del país. Si bien Rusia no pudo apoderarse de ella al inicio de la invasión, sí se hizo con una parte sustancial de la provincia de la cual Kharkiv es capital. Esas tierras conquistadas se volvieron un importante centro de operaciones para las fuerzas ocupantes.
No obstante, en unos pocos días, el Ejército ucraniano retomó el territorio. Especialmente significativa fue la liberación de Izium, una localidad a 120 km al sureste de Kharkiv. Izium es un punto importante de convergencia ferroviaria y había sido de gran utilidad en las líneas de aprovisionamiento de las tropas invasoras.
Más al sur, las fuerzas ucranianas también han avanzado, pero en menor medida, en la provincia de Kherson. Si lograran retomar la ciudad homónima, sería una victoria de un simbolismo inmenso, pues se trata de la primera gran urbe ucraniana que cayó en manos rusas desde febrero.
La concentración rusa en consolidar su dominio sobre el Donbas, región integrada por Donetsk y Luhansk, pudo haber debilitado su presencia en otras áreas, como las provincias de Kharkiv y Kherson. Inversamente, si las fuerzas ucranianas siguen avanzando (en público, el liderazgo político del país insiste en que recuperará todo el territorio), pudiera quedarse sin elementos para defender lo que ya ha retomado. Kiev tendrá que tomar más decisiones difíciles.
Una humillación para Moscú
Desde luego, el progreso ucraniano es una excelente noticia para el gobierno de Volodimir Zelensky y sus aliados internacionales. Para el Presidente ucraniano representa un punto a favor de su campaña de resistencia, al mostrar al público de su país que el sacrificio vale la pena.
Asimismo, las democracias que respaldan a Ucrania, empezando por EE.UU. y varias naciones europeas, pueden apreciar que sus ayudas económicas y militares a Kiev dan fruto. Eso puede alentar el envío de más ayudas, que a su vez permita a los ucranianos recuperar aun más territorio.
En cambio, para el presidente ruso Vladimir Putin y su alto mando militar, las nuevas derrotas son una humillación. El Kremlin ya logró acallar casi totalmente los pronunciamientos contra la guerra por el público ruso. Pero hay sectores ultranacionalistas que sí apoyan la invasión y consideran que Putin no ha ido tan lejos como es necesario. Los hechos de los últimas días les brindan argumentos. Hasta Ramzan Kadirov, el temible gobernante de Chechenia (una región autónoma dentro de Rusia) y uno de los mayores aliados de Putin, cuestionó en público las pérdidas recientes en la guerra.
Más que sus detractores liberales y opuestos a la invasión, son estos grupos radicales los que pudieran quitarle el sueño a Putin. Porque a diferencia de la oposición, sí tienen vínculos con la coalición gobernante. Putin tendría que aplacarlos de alguna forma. En Occidente existe el temor de que, con tal de aséstate un golpe duro a los ucranianos, Putin opte por usar armas nucleares de alcance limitado. También pudiera recurrir a una leva, medida que ha evitado hasta ahora porque iría en contra de su narrativa de "operación puntual" en Ucrania.
Como vemos, al igual que el país que agredió, el Kremlin tiene sus propios dilemas. Pero en toda guerra ocurre.