Los sábados suelen ser días poco noticiosos en Venezuela en lo que a política se refiere. Sin embargo, el de la semana pasada agitó profundamente al país en ese aspecto. Un verdadero “bombazo”.
Alejandro Armas/El Político
El régimen de Nicolás Maduro y el gobierno de Estados Unidos realizaron un intercambio de prisioneros que representa el mayor gesto bilateral entre ambos en años. Siete ciudadanos estadounidenses detenidos en Venezuela por razones ampliamente consideradas políticas quedaron en libertad. Asimismo, mediante un indulto del presidente Joe Biden, dos sobrinos de la pareja presidencial venezolana, que en 2017 recibieron sentencia de 18 años de cárcel por acusaciones de narcotráfico, salieron de la cárcel.
¿Qué implican estos hechos? ¿Significan una reaproximación entre Washington y Caracas? Veamos.
Solo es personal
La noticia sobre la excarcelación de Efraín Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, ambos sobrinos de la primera dama venezolana Cilia Flores, no cayó bien entre muchos de sus conciudadanos. Muchos expresaron un profundo descontento en redes sociales y emitieron críticas duras a la decisión del gobierno de Biden.
Sin embargo, cabe recordar que uno de los aspectos clave de la política exterior norteamericana es velar por la seguridad de sus ciudadanos en el extranjero. Además, Washington tiene un largo historial de negociaciones con regímenes autoritarios para la liberación de ciudadanos de EE.UU. Las implicaciones morales y hasta estratégicas de tales prácticas son discutibles. Pero de que se ha hecho antes, se ha hecho.
Por otro lado, más allá de los vínculos personales con Cilia Flores y Nicolás Maduro, los venezolanos liberados no son personas de gran importancia política para el régimen. Desde su detención en 2015, el gobierno de Maduro evita hablar del caso en público. Todo lo contrario al empresario colombiano Alex Saab (“diplomático venezolano”, según el chavismo), por el cual se hizo una campaña inmensa exigiendo su liberación
De hecho, según la agencia AP, originalmente el régimen venezolano ofreció a Washington liberar a los norteamericanos a cambio de que EE.UU. haga otro tanto con Saab. Ese planteamiento fue rechazado. En caso contrario, Maduro se habría adjudicado una victoria de primer orden, considerando el papel de la red de negocios de Saab para que su régimen mueva fondos a lo largo del mundo.
Statu quo inmutable
Precisamente porque los Flores tienen poca relevancia para el establishment chavista, es poco probable que este intercambio de prisioneros represente un giro importante en las relaciones entre ambos gobiernos. Cabe esperar más bien que el largo impasse prosiga, a menos que otro acontecimiento cambie las cosas. Un impasse caracterizado por la presión de Washington para que el chavismo negocie con sus adversarios, y la resistencia del chavismo a hacer tal cosa.
Más bien las autoridades norteamericanas han subido el tono en las últimas semanas. Sus voceros advirtieron que “se les agota la paciencia” y que, de no concretarse la reanudación del diálogo con la oposición, pudiera ampliar las sanciones. La semana pasada trascendió que, por ejemplo, EE.UU. intervino para que el gobierno colombiano no autorizara vuelos de la aerolínea estatal venezolana Conviasa, blanco de sanciones.
La última ronda de conversaciones fue interrumpida en octubre del año pasado, cuando el chavismo se retiró de la mesa de diálogo en protesta por la extradición de Alex Saab desde Cabo Verde a EE.UU. Desde entonces ha habido intentos de reiniciarlas, pero no han prosperado.
Puede que la razón sea que el chavismo espere más concesiones de EE.UU. antes de volver a la mesa. Verbigracia, el alivio de sanciones a la industria petrolera venezolana o la liberación de Saab. De momento, Washington se rehúsa a hacer tal cosa.