Incluso para los adictos a la actualidad política mundial, Japón rara vez es altamente noticioso. Ello se debe a su democracia estable, su clase política moderada y su capacidad militar estrictamente defensiva. Este último punto reduce considerablemente la capacidad del archipiélago asiático para influir en la gran geopolítica, pese a ser una potencia económica.
Alejandro Armas/El Político
Por eso cuando el ex primer ministro japonés Shinzo Abe fue asesinado la semana pasada en plena calle, el suceso conmocionó a la opinión pública mundial. Sin duda lo más impactante a nivel de masas fue el contraste entre la tragedia y el hecho de que Japón es una de las naciones más pacíficas del orbe. Pero para quienes suelen indagar un poco más, su deceso recordó además un legado que marcó una transformación sin precedentes en el papel del país como “potencia pasiva”.
Además, estos cambios reflejaron un nuevo foco de la geopolítica mundial en Asia Oriental y el Pacífico. Veamos.
Contener a China
Las inquietudes en materia de seguridad en este lado del planeta comenzaron en la década antepasada. China, integrada a los mercados globalizados, mantenía una crecimiento económico espectacular. Pero su liberalización económica no fue acompañada por un proceso de democratización. De manera que se estaba convirtiendo en una potencia autoritaria, cada vez más decidida a ser la nación dominante en el Pacífico, lo que ponía en riesgo a las democracias oceánicas.
Sin embargo, Estados Unidos, hoy el principal país preocupado por la cuestión, fue algo lento en notarlo. No fue sino hasta el gobierno de Donald Trump que Washington empezó a desafiar inequívocamente los designios de Pekín. En cambio, acaso por razones de proximidad y, ergo, urgencia, en Tokio sonaron las alarmas al menos tan temprano como en 2007.
En aquel año, el entonces primer ministro Shinzo Abe emprendió una serie de conversaciones defensivas con los gobiernos de la India, Australia y Estados Unidos. Dichos encuentros devinieron en el Diálogo Cuadrilátero de Seguridad (mejor conocido por su apócope inglés “Quad”), que se mantiene hasta el Sol de hoy.
Aunque no es un pacto formal como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Quad sí es una aproximación hacia una alianza defensiva. ¿Para defenderse de quién? No es ningún secreto que el riesgo tácito es el creciente poderío chino. Tan es así que China en reiteradas veces lo ha denunciado y hasta catalogado como una “OTAN asiática”.
Pifias nacionalistas
Pero el éxito de Abe en devolverle a Japón capacidad de ofensiva militar fue solo parcial. En 2016, el Parlamento dominado por su partido aprobó legislación que autoriza la participación de las fuerzas defensivas japonesas en conflictos en el extranjero, de la mano de aliados. Algo así no ocurría desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Las leyes fueron aprobadas pese a la oposición de una parte de la opinión pública, expresada en protestas.
Otros proyectos fueron menos afortunados. Abe planteó en 2017 un referéndum popular sobre la posibilidad de reformar el Artículo 9 de la Constitución nipona. El mismo prohíbe al Estado declarar la guerra. La consulta debía realizarse a más tardar en 2020, pero ese año Abe renunció por motivos de salud, y no hubo ningún referéndum.
Abe además acompañó su clamor de mayor potencial agresivo con un nacionalismo atípicamente alto para un gobernante japonés. Eso lo llevó a un discurso contraproducente para sus objetivos de una alianza defensiva contra China. Parte de ese discurso ha sido poner en duda los crímenes de guerra cometidos por las Fuerzas Armadas japonesas en países que ocuparon durante la primera mitad del siglo XX.
Naturalmente, eso generó reacciones adversas en aquellos países. Y no solamente China. También Corea del Sur (toda Corea fue parte del Imperio Japonés de 1910 a 1945). Las relaciones entre Seúl y Tokio fueron bastante frías durante el gobierno de Abe. Ello a pesar de que Corea del Sur es un país militarmente muy activo y preparado, por tener durante décadas a su enemigo existencial, Corea del Norte, justo al lado. En cualquier alianza defensiva asiática, Corea del Sur sería una añadidura de valor. Pero ella no es parte del Quad, y el deterioro de sus relaciones con Japón puede ser una razón.