Tal como habían adelantado ambas partes, tan pronto como Gustavo Petro asumió la presidencia de Colombia, fueron reanudadas las relaciones diplomáticas con Venezuela. La nueva normalización culminó con el intercambio de embajadores, esta semana.
Alejandro Armas/El Político
Armando Benedetti, nuevo representante de Bogotá en Caracas, no ha perdido oportunidad para mostrar el giro de 180 grados que dio la política colombiana hacia Venezuela. De ello dan fe sus encuentros con varios cabecillas notables del chavismo, así como sus declaraciones a medios de comunicación.
¿Qué podemos concluir a partir de todo esto? Veamos.
"Aquí no pasa nada"
En una de sus primeras declaraciones en Caracas, Benedetti aseguró que “en el tema político interno nunca se va a meter”. En otras circunstancias, ese compromiso en un diplomático ni habría que expresarlo. Pero en un país como Venezuela, cuyo gobierno desmanteló sus instituciones democráticas y es señalado por diversas prácticas autoritarias, más bien estamos ante una ruptura. Porque las democracias occidentales asumieron un tono crítico hacia el chavismo y han presionado por la restauración de la democracia.
Benedetti deja claro que Petro no comparte ese interés. El embajador insiste en que se enfocará en asuntos como el intercambio comercial, ignorando por completo la situación extraordinaria de Venezuela.
De ahí que se haya reunido, y mostrado feliz de hacerlo, no solo con Nicolás Maduro para la presentación de credenciales (una típica formalidad). También con el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, y con Diosdado Cabello, diputado a la Asamblea Nacional afín a Maduro y primer vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela.
Sorpresa sorprendente
Las imágenes causaron consternación entre algunos venezolanos en redes sociales, quienes señalaron que estos funcionarios representan los aspectos más autoritarios del chavismo. Sin embargo, siempre cupo esperar que la elite gobernante venezolana exigiría, a cambio de una relación cordial con el Estado que controla, un total desconocimiento de su naturaleza antidemocrática. Lo que sorprende entonces es la sorpresa de algunos por las fotos de Benedetti.
Hasta ahora, el diplomático está cumpliendo el papel a cabalidad. Al punto de que dijo que su gobierno pudiera retirar el pedido de solicitud de investigación de Venezuela en la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad. Introducido por el anterior gobierno de Iván Duque, Benedetti lo tildó de “error”. El retiro sería solo simbólico, pues la investigación ya está en marcha. Pero es un simbolismo elocuente sobre la indisposición de Bogotá a tomar medidas que molesten al chavismo.
Esperanza vana
A medida que la estrategia de “máxima presión internacional” sobre el chavismo no cumplía su objetivo de precipitar un cambio político, perdió respaldo en la opinión pública venezolana. Surgieron nuevamente voces clamando por una aproximación más conciliadora. En tal sentido, algunos esperaron que el reemplazo de Iván Duque, uno de lo mayores defensores de la “máxima presión”, por Petro sería de ayuda.
Pero con semejante entrada a Venezuela de Benedetti, a duras penas cabe esperar que el gobierno de Petro contribuya con la resolución de la crisis política venezolana. Su tono amistoso no parece tener como propósito, siquiera parcial, alentar al chavismo para que negocie con sus adversarios.
Petro siempre ha insistido en que se inclina por el diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela. Pero criticó cualquier presión externa para que el chavismo acepte negociar. Con Benedetti en Caracas, confirma su postura, que pudiera resumirse en “Que los venezolanos resuelvan solos”.