Perú, por enésima vez en un buen tiempo, huele a inestabilidad política. Las calles de Lima y otras localidades del país estallaron en protestas contra el gobierno de Pedro Castillo. Ha habido vandalismo, saqueos, muertos y heridos.
Alejandro Armas/El Político
Estos incidentes, de por sí graves, ocurren en un contexto en el que las bases del Ejecutivo ya eran bastante endebles. Sin un año como mandatario, Castillo ha pasado por varias crisis ministeriales y dos intentos de destitución por el Congreso.
¿Qué está pasando? ¿Cuánto peligro corre el gobierno?
Estallido por gasolina
El detonante de las manifestaciones gira en torno, precisamente, de un material inflamable: gasolina. Un aumento en el precio del combustible. Que haya ocurrido bajo un gobierno de izquierda populista, la cual suele cuestionar tales incrementos con un discurso incendiario, pudo haber generado molestia adicional.
Pero para que un carburante arda, tiene que haber otros elementos. La situación de la gasolina se da en un contexto económico duro. "El índice de precios del consumidor creció un 1,48% en marzo y se convirtió así en la variación mensual más alta en 26 años, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística e Informática. Entre las causas, el encarecimiento de alimentos, la educación y el transporte", según reseña la BBC.
Ahora, muchos manifestantes pasaron a exigir la renuncia del Presidente. Justo al norte de Perú, en Ecuador, protestas como las que hoy sacuden a Castillo han marcado el fin de gobiernos. Les pasó a presidentes como Jalil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Por poco le ocurre a Lenín Moreno. Sin embargo, Perú ha demostrado ser más estable que su vecino, al menos en el manejo de manifestaciones. Su turbulencia política se expresa de otra forma, como veremos a continuación.
De todas formas, las protestas han puesto a amplios sectores de la sociedad civil, desde asociaciones patronales hasta sindicatos, muy en contra del gobierno. En general, la opinión pública le es muy desfavorable. Tal vez por eso, Castillo y su entorno han tratado de adoptar un tono conciliador. El mandatario retiró un toque de queda decretado sobre Lima, como respuesta a un paro de transportistas contra el aumento en el combustible. El torque de queda terminó generando más protestas.
¿Ahora sí?
Con el referido clima de opinión pública, la mesa pudiera estar servida para que el verdadero azote de gobiernos peruanos actúe: el Congreso. Es este el que ha llevado a cabo una larga sucesión, no siempre exitosa, de intentos de destituir a los últimos presidentes.
Pedro Castillo no ha sido la excepción. Hubo una primera vez, a finales del año pasado, que no pasó de los pasos preliminares. La segunda, hace apenas semana y media, llegó a su etapa final, pero no recabó suficientes apoyos.
Ocurrió sin embargo en un ambiente de profundo descontento latente. Ahora es manifiesto, lo cual pudiera cambiar las cosas. No de puede descartar que los adversarios del Presidente en la legislatura vuelvan a intentarlo y tengan éxito. Sobre todo si las protestas empeoran.
Pero hasta eso pudiera ser una jugada arriesgada. Después de todo, todas las facciones que integran el Congreso tienen niveles de aprobación tan abismales como los de Castillo, o peores. No queda claro entonces qué clase de gobierno de sucesión aceptaría la población, con una clase política enteramente desprestigiada.