Normalmente, el sábado es el día menos noticioso en la política venezolana. Ajeno a los quehaceres del Estado de lunes a viernes, y a los ocasionales anuncios dominicales que hace Nicolás Maduro. Pero el sábado de la semana pasada sorprendió.
Alejandro Armas/El Político
Fue ese día cuando, con la detención del encargado gubernamental para asuntos de criptomonedas, comenzó lo que al poco tiempo fue reconocido como auténtica purga en las filas del chavismo. Arrestos, allanamientos y, para el lunes, la renuncia del poderoso ministro de Petróleo, Tareck El Aissami.
¿La razón? Denuncias de un desfalco inmenso a la petrolera estatal Pdvsa. Miles de millones de dólares birlados. ¿Significa eso que en uno de los Estados más corruptos del planeta, el gobierno decidió finalmente asearse? ¿Se debilita el chavismo por una guerra intestina? Veamos.
Un disco rayado
En realidad, cada cierto tiempo el chavismo lleva a cabo una operación de esta índole. Ocurre cuando las demás facciones gubernamentales consideran que una de ellas se lucró del erario público en exceso. Cumple además una función propagandística: dar a entender que, contra toda información periodística disponible, en Venezuela se castiga severamente la corrupción, aunque venga de los más poderosos.
Para muestra, en 2017 ocurrió otra purga por la cual cayó en desgracia el otrora omnipotente ministro de Petróleo y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez. Este tuvo la suerte de no estar en Venezuela en ese momento. Pero allegados suyos que lo sucedieron al frente de la industria nacional de hidrocarburos fueron apresados. Ramírez vive desde entonces en el exilio.
A lo largo del mandato de Maduro, el chavismo ha emprendido distintas acciones para “combatir la corrupción”. Esa fue precisamente la excusa del mandatario para solicitar en 2013 una Ley Habilitante para gobernar por decreto en distintas áreas, la cual le fue concedida.
En 2017 el chavismo creó una “Asamblea Nacional Constituyente” que no redactó ninguna Constitución y que más bien le sirvió para legislar por fuera de la Asamblea Nacional legítima controlada por la oposición. No otro que Tareck El Aissami señaló, entre los argumentos para justificar esto, que serviría para acabar con la corrupción.
Venezuela tenía un puntaje de 20 sobre 100 en el Índice de Percepción de Corrupción de la ONG Transparencia Internacional en 2013, cuando Maduro llegó al poder. Ya eso era abismalmente bajo. El año pasado, fue de 15.
Todos contra una
Algunos observadores de la política venezolana indicaron que la purga es señal de un conflicto feroz en el seno de la elite chavista. Por lo tanto, ven en ello una oportunidad para que la oposición se reactive y busque aumentar la presión sobre un régimen vulnerable.
Si bien nunca es mal momento para que los adversarios del chavismo procedan de esta forma, a duras penas la presente circunstancia facilita las cosas. Más que una guerra entre facciones, son todas contra una. Eso es lo único que mantiene la cohesión que, en su ausencia, sí representaría un peligro para la estabilidad de la coalición gobernante.
Volviendo al ejemplo de Ramírez, en su momento todos los demás bloques dentro del chavismo lo repudiaron al unísono.
Todo indica que esta vez es igual. Se ha visto a los demás elementos del chavismo expresarse con retórica hostil al grupo que encabezó El Aissami. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional afín a Maduro. Diosdado Cabello, vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela. Etcétera.
De manera que es poco probable que haya más fracturas en la elite gobernante. Esta seguirá ejerciendo su hegemonía y manteniendo muy alto el costo de hacer oposición.