El pasado sábado en Venezuela trascendió la discreta excarcelación de Miguel Rodríguez Torres, otrora un poderoso cabecilla del régimen chavista, que luego le dio la espalda. Estaba preso desde 2018, acusado por autoridades alineadas con el chavismo de actividades conspirativas.
Alejandro Armas/El Político
Pero, como ocurrió en liberaciones de presos políticos previas, no hubo fotos del beneficiario de la medida reuniéndose con sus familiares a las afueras de la cárcel. A Rodríguez Torres lo sacaron de su celda para llevarlo de inmediato a un avión, rumbo al exilio en España.
¿Por qué tanta premura en deshacerse, por otros medios, de alguien con quien compartieron la cúpula del poder? ¿Qué más nos dice este suceso sobre el estatus de la política venezolana? Veamos.
De perseguidor a perseguido
Hace 10 años, pocos hubieran sospechado que Miguel Rodríguez Torres iba a pasar por el mismo trance que connotados activistas opositores. La actividad política de este oficial militar retirado se remonta al origen mismo del chavismo. Participó en el intento fracasado de golpe que encabezó Hugo Chávez en 1992.
El propio Chávez en 2009 lo nombró jefe de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip). Un año después, bajo su liderazgo, este organismo se transformó en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), la temida policía política del chavismo, ampliamente denunciada de torturar a sus captivos.
Ahí estuvo hasta 2013, cuando Nicolás Maduro, tras suceder a Chávez, lo hizo su ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz. Como tal, estuvo encargado de reprimir con puño de hierro las protestas antigubernamentales del año siguiente, con saldo de decenas de muertos.
Luego fue destituido, no volvió a ocupar cargos públicos y, en medio del recrudecimiento de la crisis política y socioeconómica, se volvió un crítico de la elite chavista de la que fue parte. Fundó su propia organización política, el llamado “Movimiento por la Democracia”. Es en ese contexto en el que se le pone bajo arresto.
Ansiedad por un verde suelto
Desterrar a presos políticos no es ninguna novedad en la Venezuela gobernada por el chavismo. Ocurrió en 2018 con los activistas Villca Fernández y Lorent Saleh, enviados a Perú y España, respectivamente, luego de sus estadías tras las rejas.
Pero en el caso de Rodríguez Torres, hay razones para sospechar que su ostracismo está motivado por inquietudes de mayor peso que en casos anteriores. Considerando que la estabilidad del gobierno chavista depende inmensamente del respaldo militar, la idea de que alguien con posible influencia en el seno de las Fuerzas Armadas esté alzando la voz en su contra puede preocuparle.
Ese es un papel que Rodríguez Torres pudiera potencialmente cumplir, dada su carrera castrense. Pero al confinarlo al extranjero, la probabilidad de que lo haga disminuye considerablemente.
Algo parecido ocurrió con Raúl Isaías Baduel, oficial militar muy cercano a Chávez (durante su gobierno fue comandante general del Ejército y ministro de Defensa) devenido en su detractor. A partir de entonces, estuvo intermitentemente preso por más de una década. Murió en cautiverio, en 2021.
Mala señal sobre el diálogo
Por azares de la política venezolana, Rodríguez Torres compartirá su país de exilio, España, con connotados dirigentes opositores. La lista incluye a Leopoldo López y Antonio Ledezma, dos de los líderes de las protestas de 2014 que el mismo Rodríguez Torres suprimió.
Cada vez que un miembro de la elite chavista sale de la misma por cualquier razón, surge una discusión amarga dentro de la oposición. ¿Se le debe abrazar, considerando su hipotética capacidad para atraer a otros fuera de la elite, precipitando así un quiebre de la misma y una transición política? ¿O se le debe repudiar irrevocablemente, por haber colaborado con el desmontaje de la democracia venezolana?
En términos prácticos, esas consideraciones deberían estar guiadas por el poder que el individuo en cuestión pueda brindarle a la oposición. En el caso de Rodríguez Torres, no ha de ser mucho, por las razones expuestas en la sección anterior de este artículo.
Por otra parte, no se puede omitir que esta liberación se produce en el contexto del diálogo reanudado entre el chavismo y la oposición. La excarcelación de presos políticos ha sido un rasgo típico en conversaciones pasadas. Son “gestos de buena voluntad” que el chavismo hace, sin alterar la estructura de poder que domina. Hasta ahora, Rodríguez Torres es el único liberado desde que reinició el diálogo.
El hecho de que se trate de una figura que en todo caso genera un rechazo inmenso en la base opositora da cuenta de cuán débil se encuentra la dirigencia disidente. Ni en cuanto a excarcelaciones, que son concesiones puramente simbólicas para la oposición, logra algo que represente un gran alivio para su base. Y eso habiendo cientos de presos políticos con los que dicha base sí siente genuina simpatía.