Como el político más izquierdista que jamás haya llegado al Palacio de Nariño, Gustavo Petro ascendió de la mano de promesas de varias rupturas con el pasado. Eso incluye la corrupción, un problema generalizado en Colombia, al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos.
Alejandro Armas/El Político
En el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, Colombia se ha mantenido estable, pero en una posición nada halagüeña: tiene un puntaje de 39 sobre 100. El último informe de la ONG corresponde al año 2022, durante el cual Petro solo gobernó en menos de la mitad del año. Así que sería injusto reprocharle la falta de una mejora tan rápido.
Pero ahora al mandatario le han estallado dos escándalos en su entorno familiar más íntimo. Si no los maneja con cuidado, pudieran restarle apoyo en un contexto en el que su luna de miel con los votantes al parecer ya había terminado.
Por partida doble
Por un lado, el hermano del Presidente, Juan Fernando Petro, fue señalado de protagonizar una red de compra de beneficios procesales para personas encarceladas. Esto como parte del programa de “paz total” del gobierno, que apunta a desmovilizar tanto a guerrillas como a bandas de hampa común.
Más grave es el caso de Nicolás Petro, hijo de Gustavo. Day Vásquez, su ex esposa, lo acusó de haber recibido dinero, para su peculio privado, que debió ir a la campaña presidencial de su padre. Para colmo, entre las fuentes del dinero estarían personas vinculadas con el narcotráfico.
En una entrevista con la revista Semana, Day mostró como evidencia imágenes de sus conversaciones telefónicas con Nicolás Petro. Con la riqueza malhabida que se le atribuye, habría comprado un lujoso apartamento en la ciudad caribeña de Barranquilla. También trascendió que el vástago del Presidente lleva una vida de lujos, con gastos en ropa de alta costura, joyería, restaurantes y hoteles 5 estrellas. Muy a pesar de que, al igual que su padre, se identifica como humilde y de izquierda.
Tanto Juan Fernando como Nicolás Petro niegan las acusaciones en su contra. Pero mientras que el hijo optó por la discreción, el hermano emitió un comunicado en el se queja porque el jefe de Estado dé crédito a la denuncia en su contra, como veremos a continuación.
¿Daño ya hecho?
En ambos casos, Petro se distanció de su parentela. Pidió a la Fiscalía que investigue tanto a su hermano como a su hijo, cosa que efectivamente este organismo se abocó a hacer. En teoría, que el escándalo le haga mayor daño a la imagen del Presidente depende de lo que hallen las pesquisas.
Se lee “mayor daño” porque casi seguramente ya hubo alguno. Tanto Juan Fernando como Nicolás Petro califican como “personas expuestas políticamente” (PEP). La expectativa general entre el público suele ser que los mandatarios tomen precauciones para evitar que sus allegados se aprovechen del poder a su favor. Incluso si el mandatario en cuestión no se involucra en fechorías.
Además, en momentos de dificultades económicas, los escándalos de corrupción suelen causar mayores molestias que en épocas de vacas gordas. En agosto del año pasado, cuando Petro asumió la presidencia, la inflación anualizada en Colombia estaba en 10,8%. En febrero pasado fue de 13,3%.
Por último, cabe señalar que el dúo de escándalos coincide con un momento en el que el apoyo sólido a Petro por el público pudiera estarse revirtiendo. A principios de marzo, una encuesta de la firma Invamer estimó que 51% de los colombianos desaprueba su gestión, frente al 40% que sí la respalda. Es normal que los mandatarios recién electos gocen en los primeros meses de gobierno de alta popularidad y que luego la misma sea socavada. Pero en ese contexto, está de más decir que al Presidente no le conviene que su entorno tenga conductas venales.