Al más reciente intento de negociación entre el chavismo y la oposición venezolana, a cuatro meses de su comienzo, no le está yendo mejor que a sus predecesores. Está como un barco a la deriva, sin señal alguna de que vaya a atracar en puerto pronto.
Alejandro Armas/El Político
Apenas ha habido un encuentro formal, en noviembre, entre las dos partes, en México, el país que se ofreció como sede del diálogo. Además, esta reunión fue solo para la firma oficial de un acuerdo para el uso de recursos del Estado en el extranjero para ayuda social. Desde entonces, no hay avance en ese particular públicamente conocido, ni acuerdo alguno en otras áreas.
Ahora, además, desde el lado oficialista se advierte que no habrá más acuerdos hasta que la oposición prescinda de aquello que justamente pudiera servirle para velar por el cumplimiento. Veamos.
El todo a cambio de nada
El anuncio lo hizo el presidente de la Asamblea Nacional alineada con el gobierno de Nicolás Maduro y jefe de la delegación chavista en el diálogo, Jorge Rodríguez. La semana pasada, expresó que no firmarán ningún acuerdo con la oposición hasta que sean eliminadas todas las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen chavista y sus cabecillas.
Rodríguez fue bastante preciso. Exigió el fin de "756 medidas coercitivas unilaterales firmadas por [los expresidentes estadounidenses] Donald Trump y Barack Obama. Se entiende entonces que no solo hace referencia a las sanciones contra la industria petrolera venezolana, sino también a las medidas punitivas individuales sobre personeros del gobierno chavista.
Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos ha mantenido una política de remoción gradual de sanciones. Condiciona el fin de las mismas a la realización de elecciones presidenciales limpias y justas. Washington evalúa el diálogo y, sobre la base de avances en tal sentido, plantea quitar las sanciones poco a poco.
Con la población desmovilizada, la oposición no tiene instrumentos de presión interna para garantizar el cumplimiento acuerdos políticos en el gobierno. Solo cuenta con la presión externa. Es decir, las sanciones. Si se les pone fin antes de que se suscriba un acuerdo político, el gobierno tendrá menos incentivos para cumplirlo que los que tiene ahora.
Sin disposición al cambio
Mientras tanto, tampoco ha habido progreso en lo único que se ha suscrito hasta ahora: el pacto de ayuda social. Su objeto consiste en activos de la República en el exterior, varios de los cuales fueron congelados por los gobiernos en cuya jurisdicción se encuentran como forma de presionar al chavismo en una dirección democrática. En principio, la idea es usarlos para obtener fondos con los que levantar la infraestructura sanitaria, eléctrica, etc. del país, arruinada por años de manejo incompetente y opaco.
Cuatro meses después, nada de eso se ha materializado. Existen complicaciones en el establecimiento de mecanismos para la administración de los recursos, que correspondería a la Organización de Naciones Unidas. A principios de febrero, Jorge Rodríguez sostuvo que había avances en la creación del fondo, pero no dio detalles.
Sin embargo, en paralelo el gobierno insiste en castigar a dirigentes opositores vinculados con el control de activos de la República en el extranjero congelados. Es el caso de la presidente de la Asamblea Nacional electa en 2015, Dinorah Figuera. Cabe recordar que dicho parlamento asumió el control de los referidos activos luego de que eliminara el llamado "gobierno interino" encabezado por el diputado Juan Guaidó. Figuera se encuentra exiliada en España, país al que el gobierno venezolano le solicita su extradición.
Esto indica que la disposición del chavismo a permitir que otros administren recursos públicos sigue siendo poca o nula, lo cual va contra la idea misma de acción conjunta por el bien del país que se supondría está detrás del diálogo. Entre eso y la expectativa del gobierno de un levantamiento de todas las sanciones antes de un cambio significativo en el orden político, todo indica que, una vez más, no hay voluntad en el oficialismo a emprender cambios que comprometan su hegemonía.