Nicolás Maduro no perdió tiempo en felicitar a Gabriel Boric por su victoria en las elecciones presidenciales de Chile, el pasado diciembre. Desde el sur, no le correspondieron el gesto a Miraflores. Boric ha mantenido su tono crítico al chavismo, cuestionando la eliminación de la democracia en Venezuela.
Alejandro Armas / El Político
No es el único dirigente izquierdista latinoamericano en la palestra actual que ha tomado distancia. En Perú, Pedro Castillo aseveró recientemente que "no quisiera que Perú fuera como Cuba o Venezuela". Y Gustavo Petro, favorito en las encuestas para los comicios presidenciales colombianos, aseveró que "Maduro pertenece a las políticas de la muerte". El propio mandatario venezolano respondió a este conjunto de desplantes denunciando a una "izquierda cobarde".
Históricamente, la izquierda latinoamericana, sobre todo en su variante populista, ha sido amiga del chavismo. ¿Por qué sus nuevos referentes ahora le dan la espalda? Veamos.
Cuestión de imagen
Líderes de izquierda en Latinoamérica que llegaron al poder en la primera década del siglo XX fácilmente tendieron puentes con el chavismo. El carismático fundador del movimiento venezolano estaba al frente y los precios altos del petróleo le permitieron crear una imagen ilusoria de prosperidad. Una imagen que se veía bien desde fuera de Venezuela.
Es por eso que dichos dirigentes, como Lula da Silva en Brasil o Cristina Kirchner en Argentina, hoy evitan hablar de sus amigos venezolanos. O tratan de desvincularlos de la situación venezolana actual.
Maduro no tuvo la misma suerte que Hugo Chávez. Fue durante su gobierno que el espejismo de riqueza fue desplazado por una calamidad socioeconómica. La imagen política del chavismo sufrió un golpe duro por el desconocimiento de facto de la Asamblea Nacional tan pronto cayó en manos de la oposición. Y millones de venezolanos huyeron de la pobreza. Hoy están dispersos por América del Sur. Al notarlos, la población de los países receptores puede intuir que algo catastrófico ocurrió en Venezuela.
Por eso, para Petro, Castillo y Boric la asociación con el chavismo es plomo al ala. Le rehúyen, pese a las afinidades ideológicas. Cada uno tiene retos importantes, para los cuales necesitan apoyo masivo, así que no pueden darse el lujo de que los vinculen con una especie de coco político.
¿Teatro o sinceridad?
Como ocurre con prácticamente todas las declaraciones de políticos, el observador independiente ha de preguntarse, ¿es honesto el distanciamiento entre la nueva izquierda y el chavismo? Lamentablemente no hay forma de saber con plena seguridad.
No sería la primera vez que un político trata de alejarse de un ente considerado impopular, para luego abrazarlo cuando ya tiene suficiente poder como para correr el riesgo. Para muestra el propio chavismo. Chávez en su primera candidatura presidencial fingió no tener afinidades hacia Cuba, llamando al régimen castrista "dictadura".
Aunque no hay garantías de que el rechazo al chavismo se mantenga, sí se puede revisar declaraciones pasadas en la materia, de los políticos en cuestión para detectar patrones. Boric simpatizó públicamente con el chavismo al menos hasta 2013. Sin embargo, su actitud crítica antecede a su candidatura presidencial, y al menos a partir de 2018 era bastante expresa.
Ese mismo año, Petro admitió la naturaleza autoritaria del gobierno venezolano. Pero, a diferencia de Boric, estaba entonces en campaña presidencial, como ahora. Antes de eso, en 2016, Petro trató de negar la crisis económica venezolana mostrando imágenes de un supermercado en Caracas. En conclusión, es muy temprano para saber si de verdad cambió de parecer sobre Venezuela, pero el escepticismo es razonable.