Como si la invasión rusa de Ucrania no fuera suficiente, la tensión entre Estados Unidos y China por el estatus de Taiwán sigue aumentando. Y ahora, Serbia y Kosovo están al borde de una conflagración armada por… ¿Documentos de identidad y matrículas vehiculares?
Alejandro Armas/El Político
Este fin de semana, la situación se volvió tan grave que el gobierno kosovar postergó posteriormente la medida que encendió el polvorín. Pero el hecho de que una cuestión aparentemente burocrática y trivial pudiera generar semejante pandemónium ilustra cómo los Balcanes sigue siendo un área conflictiva. Más aun en esta era de renovada agresividad geopolítica.
¿Qué sucede en esa zona del sudeste de Europa? ¿Qué pudiera pasar? Veamos.
Siglos de reclamos
Pudiera decirse que el trasfondo de los hechos actuales se remonta a la Baja Edad Media. En 1389, los ejércitos del Imperio Otomano, decidido a conquistar los Balcanes, se enfrentaron a los del Principado de Serbia en una zona llamada Campo de Kosovo. La batalla no fue decisiva y eventualmente Serbia fue absorbida por los otomanos, pero desde entonces, Kosovo se ha vuelto una zona mítica para el nacionalismo serbio. Ello a pesar de que la mayoría de sus habitantes no es serbia, sino albanesa.
Durante casi todo el siglo XX, Kosovo fue parte de Yugoslavia. Cuando esta se disolvió, Kosovo quedó integrado a Serbia. Pero, como ocurrió con croatas y bosnios, el nacionalismo kosovar no tardó en estallar, con un movimiento separatista que se enfrentó al gobierno serbio de Slobodan Milošević. En la sangrienta Guerra de Kosovo (1998-1999), ambas partes fueron acusadas de cometer graves crímenes bélicos. El conflicto acabó con acuerdos mediados por la Organización de Naciones Unidas, sin que Serbia retomara el control de Kosovo.
En 2008, Kosovo declaró unilateralmente su independencia. Desde entonces, ha sido un Estado con reconocimiento parcial limitado, incluyendo el de Estados Unidos y buena parte de Europa. En cambio, Rusia y China no lo reconocen. Serbia, hasta el Sol de hoy, insiste en que Kosovo es parte de su territorio.
El incidente
En medio de todo este contexto, la tensión política y étnica entre Serbia y Kosovo nunca desapareció. Sobre todo debido a la presencia de una minoría serbia en Kosovo (alrededor de 4% de la población). Hay una disputa sobre la pertenencia del territorio y la identidad de quiénes lo habitan.
Es por eso que un requisito de papeles, precisamente de identidad, hizo que un cúmulo de animosidades estallara. Las autoridades kosovares empezaron a exigir que en su territorio sean usados documentos de identidad y placas de vehículos emitidas por el Estado kosovar. A eso se opone tajantemente la minoría serbia en Kosovo, que reaccionó con protestas y barricadas.
La policía kosovar ha tratado de controlar la situación, pero ha habido reportes de disparos en la zona fronteriza. El gobierno serbio y el kosovar intercambiaron acusaciones de agresión contra el bando contrario y tomado medidas de preparación para un posible conflicto.
Correr la arruga
La exigencia de identificaciones kosovares debió entrar en vigencia este lunes, 1 de agosto. Pero el gobierno del primer ministro Albin Kurti la pospuso por un mes. Sin duda, es un reconocimiento de cuán grave es la situación.
Pero el descontento de la minoría serbia no desaparecerá en 30 días, debido a que, más allá del requisito específico de papeles, persisten los reclamos por el derecho sobre el territorio.
Al suspender temporalmente la medida, el gobierno kosovar gana tiempo para pensar en una solución que no aumente la tensión aún más. Habrá que ver si podrá hacerlo.
¿Hay un "mini Putin" serbio?
Por supuesto, prevenir una guerra también dependerá de la actitud de Belgrado, la capital serbia. Allí, el gobierno del presidente Aleksandar Vučić ha generado consternación entre las democracias del mundo por sus actitudes cada vez más autoritarias. También por su cercanía a su par ruso, Vladimir Putin. Rusia desde un principio ha sido de los mayores detractores de la independencia kosovar.
A Vučić se le acusa de amordazar la prensa crítica en su país y de emular la "democracia iliberal" del primer ministro húngaro, Viktor Orbán. En el presente contexto, esos no son indicios tranquilizadores cuando se tiene en cuenta que las autocracias son menos cautelosas que las democracias a la hora de decidir si emprenden acciones armadas contra otros Estados.
Además, la identidad de Vučić ha de traer a los kosovares recuerdos de los años de guerra en la década de los 90. El actual Presidente serbio fue ministro de Información en aquel entonces, justo cuando la propaganda oficialista del país se enfocó en justificar la supresión del separatismo kosovar. Además, hasta 2008 Vučić militó en un partido ultranacionalista y defensor de la idea de que Serbia retomara territorios que alguna vez gobernó.
Por todo esto, a Vučić se le ha comparado con Putin en su esfuerzo por dominar Ucrania. Pero varios detalles no calzan en el símil. Para empezar, Vučić ha tratado de regularizar las relaciones con Kosovo y afirmado que "se debe reconocer que Serbia perdió aquel territorio". Y si bien su partido profesa un populismo conservador, también aspira al ingreso de Serbia a la Unión Europea y se abstiene del nacionalismo radical.
Las posturas del gobierno de Vučić ante la invasión rusa de Ucrania han sido mixtas. Si bien rechazó la agresión del Kremlin, se ha negado a imponer sanciones a Rusia. De todas formas, el balance de estas características no muestra a un gobierno inequívocamente listo para romper con Occidente y alinearse férreamente con Putin con tal de recuperar un territorio. El futuro es harto incierto, para bien o para mal.