Diciembre comenzó en Estados Unidos con la llegada de la variante "ómicron" del coronavirus. El primer día del mes fue detectado un caso, en California. En unas dos semanas, pasó a constituir 3% de los nuevos casos reportados en el país.
Alejandro Armas / El Político
Todavía es poco lo que se sabe sobre la nueva mutación en términos de gravedad y transmisibilidad. Algunos estudios preliminares apuntan a que es menos letal que otras variantes, pero más transmisible que la "delta". Nuevamente hay preocupación entre autoridades de salud pública por una posible oleada de contagios.
Sin embargo, desde Washington el gobierno de Joe Biden ha asumido una postura cautelosa en materia de reacción a la variante ómicron. Sí, desde un principio fue restringida la conexión aérea con países del sur de África donde emergió el nuevo flagelo. Pero en general no han regresado medidas drásticas. como los cierres de negocios. Y si bien varias de estas medidas dependen de los gobernadores de los estados, Biden no las ha alentado.
Consideraciones estrictamente sanitarias aparte, era de esperarse que la Casa Blanca procediera de esta manera. A Biden le conviene que en efecto la variante ómicron sea más inofensiva que sus hermanas. Porque un regreso a los encierros forzosos, o un aumento severo en la tasa de mortalidad por el virus, serían terribles para su gobierno.
En EE.UU., como en el resto del mundo, hay una fatiga generalizada hacia las medidas para mitigar el covid-19. Dondequiera que se reintroducen las medidas que restringen libertades individuales, hay protestas. Algunas incluso degeneran en disturbios violentos, como ha ocurrido en los Países Bajos. Los estadounidenses también ansían un regreso a la normalidad.
A eso se debe agregar la carga psicológica que supone estar en un contexto de alta fatalidad por una pandemia que está cumpliendo dos años. En el caso norteamericano, para colmo, es la nación con más muertos por covid-19. Casi 800 mil, al momento de redactar este artículo.
El coronavirus no surgió por algo relacionado con el gobierno de Biden. Ni estaba él al frente cuando golpeó como en ningún otro país. Pero como el Presidente actual, es sobre él que pesa la ansiedad de los ciudadanos en cuanto a la mitigación efectiva del flagelo.
Biden ya se encuentra en una situación sumamente incómoda. Su base de apoyo a mermado bastante desde mediados de este año. Una de las causas es la prolongación de la pandemia. Gracias a la vacunación de millones de estadounidenses, se pensaba que para aquel entonces la vida cotidiana habría vuelto casi completamente a la normalidad. Sin peligro para las masas. Pero entonces, apareció la variante delta y aguó la fiesta.
Además del perjuicio a la salud pública, está también la economía. Para amortiguar los efectos del cierre forzoso de negocios, Washington ha gastado miles de millones de dólares en ayudas a personas que se quedaron sin trabajo. A nivel mundial, el coronavirus desató un embotellamiento severo en las cadenas de suministro. Es decir, en Estados Unidos hay mucha liquidez monetaria y pocos bienes. El resultado ha sido una inflación muy elevada que ha causado gran preocupación entre los consumidores. Eso también ha pesado en la popularidad de Biden.
No necesariamente el mayor porcentaje de personas vacunadas esta vez contendrá la posible oleada. Estados Unidos sigue teniendo una tasa de vacunación relativamente baja para un país desarrollado. De acuerdo con cifras de Our World in Data, un poco más de 60% de la población está completamente inmunizada. En julio, cuando la variante delta llegó a Estados Unidos e hizo estragos, esa cifra era de alrededor de 50%. El progreso no ha sido mucho. Hay vacunas disponibles para todo el mundo. Pero también mucho rechazo por parte de individuos a vacunarse.
Biden no puede darse el lujo de seguir perdiendo apoyos. En menos de un año habrá elecciones parlamentarias y ya la oposición republicana está en buena posición para retomar ambas cámaras del Congreso. Una nueva crisis de covid-19 pudiera sellar tal pronóstico.