Se le atribuye infamemente a José Tadeo Monagas la frase “La Constitución sirve para todo”. Un gesto de la noción arbitraria del poder en el Presidente cuyas hordas de seguidores asaltaron el Congreso venezolano en 1848 para silenciar a sus detractores. Pues bien, el chavismo pudiera decir lo mismo del diálogo. Le sirve para todo, o al menos eso pretende.
Alejandro Armas/ El Político
Este martes, Jorge Rodríguez, jefe de la delegación chavista en las negociaciones con la oposición, anunció que decidieron “incorporar” a la misma a Alex Saab, el empresario colombiano detrás de una gigantesca red de negocios con el gobierno chavista.
El detalle, para quienes no lo sepan, es que Alex Saab está detenido en la nación africana de Cabo Verde, a la espera de ser extraditado a Estados Unidos. Desde su arresto el año pasado, Miraflores ha denunciado la situación, alegando que Saab es un “diplomático venezolano”, y presionado a las autoridades caboverdianas para que lo liberen.
Los esfuerzos del chavismo han sido en vano. La semana pasada, el Tribunal Constitucional de Cabo Verde rechazó un último recurso de los abogados de Saab. Dicho recurso sostenía que el proceso en contra de su cliente era ilegítimo. De acuerdo con la prensa local, la decisión de la corte terminaría de allanar el camino a la extradición.
Pero ahora, al otro lado del Atlántico, el chavismo saca bajo su manga el peculiar as de la añadidura de Saab a su equipo de diálogo. Y aunque el sujeto de marras sigue preso literalmente a un océano de distancia de Caracas, Jorge Rodríguez anunció la medida dándola por hecha. Como si Saab estuviera a su lado justo en ese momento.
Incluso adelantó que notificarán oficialmente al gobierno noruego, que media en el diálogo, así como a sus interlocutores de oposición. ¿Qué hay detrás de esta jugada a primera vista descabellada? Dos posibles explicaciones: un intento genuinamente desesperado por frenar la extradición o un mero pretexto para dinamitar el diálogo.
Un caso grave de proyección
Alex Saab sabe cosas. Muchas cosas que pudieran incomodar al régimen si trascendieran. Las investigaciones del portal periodístico Armando Info desde hace años han revelado que varias empresas fantasmagóricas controladas por él y dispersas desde Hong Kong hasta Turquía manejaron miles de millones de dólares para importar a Venezuela comida con que proveer a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). El sistema del gobierno chavista para distribuir alimentos subsidiados entre las crecientes masas de venezolanos empobrecidos.
Aparte de que los CLAP son ampliamente considerados un instrumento de control social, estos alimentos a menudo resultaron ser de baja calidad y comprados con sobreprecio. El chavismo ha recurrido a otros esquemas empresariales relacionados en menor o mayor medida con Saab para evadir las sanciones de Washington que pesan sobre él.
Hablando de EE.UU., en la medida en que se fue conociendo la trama de negocios de Saab, las autoridades norteamericanas empezaron a ponerle el ojo. Saab y varias de sus empresas no solamente están sancionados por el Departamento del Tesoro. Él también es requerido por una corte de Miami a raíz de un caso de supuesto lavado de dinero. Ese es el motivo de la solicitud de extradición.
Agotados los recursos judiciales en Cabo Verde, el chavismo se estaría quitando los guantes y entrando a un terreno que le es más familiar: el de la libertad de los individuos no como una garantía del Estado de Derecho, sino como el producto de negociaciones políticas. Ese ha sido su modus operandi por años.
Es la misma mentalidad que aplica a los presos políticos, excarcelados por docenas durante intentos de diálogo anteriores, muy a pesar de que el régimen los describiera al apresarlos como “terroristas” que solo merecen el más draconiano de los castigos.
Ahora bien, para que Saab aborde un avión de Cabo Verde a Venezuela o México, Estados Unidos tendría que retirar su pedido de extradición. Al final, el mensaje de Jorge Rodríguez es para EE.UU. Si se afincan en él, pudieran condicionar la continuación del diálogo a la liberación de Saab.
El problema es que, a diferencia de Venezuela, en Estados Unidos la separación de poderes es real. Incluso si la Casa Blanca o el Departamento de Estado quisieran acceder a la exigencia chavista, no pueden ordenarle a los fiscales de aquella corte en Miami que se olviden del acusado.
Puede ser que en Caracas no se hayan dado por enterados de este pequeño detalle. Eso sería un caso muy severo de lo que Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, llamó “proyección”. La tendencia de algunas personas a suponer que sus malos hábitos son los de todo el mundo.
Si es así, y si al chavismo le interesa mantener el diálogo, en los próximos días lo veríamos olvidarse de que Alex Saab es “parte” de la mesa de negociación. O insistiendo en su liberación como ruido simbólico, sin ninguna implicación en las conversaciones.
La patada a la mesa, otra vez
Pero por supuesto existe también la posibilidad de que el régimen sepa que su petición tiene poca o nula probabilidad de éxito. En ese caso, la exigencia sería solo la excusa para, como se dice coloquialmente en Venezuela, patear la mesa. Es decir, retirarse del diálogo.
Esto no representaría ninguna novedad. En el largo historial de intentos de negociación en Venezuela, el chavismo ha tenido la costumbre de abortar el proceso cuando siente que ya cumplió sus objetivos o sencillamente dejó de servirle.
Algo propio de quien nunca estuvo interesado en un diálogo franco en el que ambas partes hacen concesiones
Para dar la patada, en el pasado el régimen ha formulado exigencias a la oposición evidentemente inaceptables. Demandas que equivalen a una claudicación total. O ha creado una atmósfera en la que las negociaciones se vuelven inviables, como un aumento de la represión y la persecución.
No hay mucho más que decir sobre esta hipótesis. Más temprano que tarde se sabrá cuál es la acertada.