Hace dos semanas, la revista The Economist presentó su Índice de Democracia anual, para 2022. Se trata de uno de los recursos más utilizados para determinar cuán democrático o autoritario es un Estado. Cada país obtiene un puntaje entre 0 y 10. A mayor puntaje, más democracia. Dependiendo de la cifra, se le asigna una de cuatro categorías.
Latinoamérica arroja un conjunto de resultados mixtos, con naciones que mejoraron su desempeño y otras que empeoraron. Lo cierto es que en todo el planeta la democracia enfrenta los que tal vez sean sus mayores desafíos desde la Segunda Guerra Mundial. América Latina no es la excepción, pero al menos no presenta un retroceso generalizado.
Veamos a continuación los resultados en detalles y lo que exponen.
Los que pasan la prueba
Una vez más, solo tres Estados alcanzaron la categoría más alta, que es la de "democracia plena": Uruguay, Costa Rica y Chile. Sin embargo, en su evaluación de 2021, este último experimentó un leve retroceso que lo degradó a "democracia con fallas", la siguiente categoría más baja. Esto probablemente tuvo que ver con las protestas, a veces violentas, que hubo a partir de 2019 y la represión de las mismas. Pero luego hubo una transición ordenada entre el gobierno conservador de Sebastián Piñera y el izquierdista de Gabriel Boric. Gracias a eso, el país austral recuperó su clasificación como democracia plena.
Las democracias con fallas en el índice actual son Panamá, República Dominicana, Colombia, Brasil y Argentina. Las dos primeras no experimentaron cambios notables en su política durante el año pasado. Colombia y Brasil, en cambio, tuvieron elecciones presidenciales muy polarizadas, por las que un gobierno de derecha fue reemplazado con uno de izquierda. El caso colombiano es muy parecido al chileno, pues el país en 2020 tuvo un descenso notable en su puntaje por razones de disturbios políticos y represión. Con los últimos comicios, se recuperó algo.
Brasil, por su parte, vio su puntaje mermar en 2021, acaso por el ambiente tenso de sus últimos comicios presidenciales. Durante toda la campaña no hubo certeza de que el entonces presidente Jair Bolsonaro aceptaría una derrota. Al final lo hizo, pero no sin que miles de sus seguidores cantaran fraude y trataran de impedir por la fuerza el cambio de gobierno. El que una parte sustancial de la población no vea al nuevo ejecutivo como legítimo puede llevar a más deterioro del clima democrático en el gigante sudamericano.
En cuanto a Argentina, se mantuvo estable con respecto a su desempeño en el listado anterior. Ello a pesar de que 2022 fue un año de protestas fuertes contra el impopular gobierno de Alberto Fernández y un atentado contra la vida de su poderosa vicepresidente, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Sin embargo, una muestra de separación de poderes, esencial para la democracia, se vio cuando un tribunal emitió condena contra CFK por denuncias de corrupción.
Los reprobados
Pasemos a la categoría de los "regímenes híbridos", que para politólogos están en una zona gris entre la democracia y el autoritarismo. En esta categoría aparecen varios Estados que ya tienen larga trayectoria en ella, como México, Guatemala y Bolivia. Los tres han sufrido declives sutiles pero graves en su institucionalidad democrática bajo sus respectivos gobiernos actuales (aunque en 2022 Guatemala mejoró un poco su puntaje).
El Salvador, por su parte, sufrió una fuerte caída por la creciente concentración de poder en manos del presidente Nayib Bukele. Mientras, Honduras tuvo un ligero repunte, seguramente vinculado con la transición pacífica de Juan Orlando Hernández a Xiomara Castro, ganadora de las elecciones del año pasado. Cabe recordar que en 2017 Hernández fue reelecto en medio de denuncias de fraude y represión de protestas.
Ecuador, que descendió bastante por las protestas de 2019, ha mejorado un poco durante el gobierno de Guillermo Lasso, pero sigue sin llegar a democracia con fallas. En cambio, Perú, que había pertenecido a esta categoría por más de diez años, por primera vez fue catalogado como régimen híbrido. Ello se debe al clima de ingobernabilidad en el país andino y al intento del entonces presidente Pedro Castillo de disolver el Congreso. En Paraguay ocurrió algo parecido, pero no por falta de gobernabilidad sino, quizá, por la prolongación de la hegemonía del Partido Colorado.
Por último, repiten como regímenes autoritarios Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití. Este último en realidad tiene las características de un Estado fallido, con escaso control gubernamental sobre el territorio. Su vecina antillana, Cuba, incrementó un poco su puntaje, pero ello reflejaría tan solo la calma en el país luego de las protestas de 2021, reprimidas brutalmente.
Nicaragua mantuvo su bajada prolongada bajo el régimen de Daniel Ortega, que el año pasado se ensañó con actores de la sociedad civil, como la Iglesia católica y la prensa. Venezuela sigue en el último lugar entre los países latinoamericanos. Su puntuación subió unos decimales, pero como Cuba, es una estabilización en el foso.